13. Antes de partir.

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Lo primero que hizo al despertarse fue guardar la foto de Steve en su bolsillo otra vez. Sabía lo que eran los secretos, y suponía que aquel debía ser uno que debía guardar con ella. Desconocía si Steve se lo tomaría a mal, si diría algo respecto y se enojaría con ella. Sabía que los humanos eran susceptibles a ciertas cosas, y pensar que Rogers podría enojarse con ella por eso le daba una extraña y mala sensación dentro de su corazón.

Se sentó sobre la cama con pereza, su cuerpo se sentía pesado y parecía no haber despertado con ella. Sus hombros caían como si estuvieran cansados, y sus manos reposaban a sus lados casi sin poder moverlas. Empezó a estirarse suavemente, levantando sus brazos por sobre su cabeza, comenzando así a despertar cada parte de su cuerpo. La sensación era placentera y le agradaba, provocando una pequeña pero noticia sonrisa en sus labios.

Cuando terminó con ello, sus pensamientos regresaron a su mente, como deslizándose con suavidad entre su cerebro sin su permiso. Antes aquello no ocurría, no existía para ella. Siendo un ser sin forma física alguna, tampoco contaba con sentimientos y pensamientos, había sido creada sólo para habitar un lugar tan extenso y basto como el Universo. Su trabajo no había sido nada más que existir y observar, vivir eternamente sin nada más que hacer que flotar en la infinidad. Sólo materia negra entre millones de estrellas. Y ahora, atrapada en la humanidad que le entregaba aquel pequeño cuerpo, entendía que había cosas que no podía controlar en absoluto, como aquello que merodeaba su mente.

Habían muchas cosas que aún escapaban su mente humana, como la humanidad misma. Los sentimientos que se albergaban en su cuerpo eran también extraños, y no podía nombrarlos en absoluto. Habían palabras enteras que faltaban en su vocabulario, y aunque las supiera, estaba segura que no podía asociarlas con ella, porque jamás había experimentado tales cosas. Se preguntaba si era así para todos los humanos, si era tan complicado si quiera poder expresar lo que ocurría con ella. ¿Existía alguna forma de entender lo que le ocurría?

Subió los pies a la cama y abrazó sus rodillas contra su pecho. Centró su mente en algo que conocía tras extensas exploraciones: el Universo. Aquellos colores tran brillantes y poderosos llenaron sus pensamientos de un momento a otro, recordando todo lo que había vivido a través de siglos enteros. Recordar lo que ahora entendía era su hogar hizo estrujar su corazón. Era como una mano aferrándose al órgano con cierta fuerza, y provocando que un par de lágrimas se acercasen a sus ojos. Estaba casi segura de que conocía la palabra para ello, y era extrañar. Estando entre esas cuatro paredes grises, atrapada en su cuerpo, Lea sólo extrañaba su hogar.

Sumida en sus pensamientos, apenas fue consciente de los golpes suaves en la puerta de la habitación. Miró curiosa unos instantes hacia el lugar, como si no supiera que debía hacer a continuación. Cuando los golpes volvieron a sonar poco después, entendió que probablemente debía levantarse y abrir hacia quien estuviera del otro lado.

Wanda Maximoff sonrió ampliamente hacia ella al verla finalmente, y Lea le respondió de la misma forma. Sabía que gran parte de ello no se debía a su propia presencia, sino al regreso de la muerte de su hermano. Estaba segura que la hermana Maximoff se encontraba llena de felicidad a causa de ello, y eso también provocaba que sus poderes fueran más fáciles para ella misma.

—Steve quiere que los acompañe hoy a recorrer el lugar —señaló detrás de ella sin quitar su sonrisa. Se veía cálida y amable, y aquello le agradaba a Lea. La mención del rubio provocó que extendiera su sonrisa con control alguno. La castaña levantó en alto lo que portaba entre sus manos—. He traído algunas cosas que podrían servirte, así puedes dejar esas prendas.

—Eso estará muy bien —susurró asintiendo.

Lea se movió del lugar para dejarla pasar, y la castaña así lo hizo, dirigiéndose directamente hacia la cama para poder dejar las prendas que había llevado para ella. La verdad era que Lea ni si quiera había pensado en las prendas que llevaba y la cantidad de días en que las había portado, pero ahora que Wanda lo mencionaba, olía sus prendas y entendía que probablemente no debía llevarlas mucho más tiempo.

Daughter Of The Ashes. [Steve Rogers]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora