24. El fin de la Tierra.

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Ya casi no podía recordar por qué estaba allí, ni cual era su misión. Mientras su cuerpo era arrastrado por los inmensos pasillos su mente no podía dejar de dar vueltas en espiral, haciéndola sentir en una clase de delirio. La cargaban de ambos brazos, podía sentir las manos alrededor de su piel, pero no podía llegar a identificar quienes eran, su vista se volvía borrosa cada varios segundos y no le permitía centrarse en los rostros. Sus rodillas y piernas eran arrastradas por el suelo haciendo un pequeño sonido que Lea no podía captar con sus oídos, pero si podía sentir el ardor que poco a poco comenzaba a subir por su piel. Su músculos parecía temblar contra sus huesos.

Su cansada mente intentaba recrear ante sus ojos una imagen de Steve Rogers, para, de alguna manera, incentivarla a levantarse, lograr conseguir un incentivo desde la presencia imaginaria del rubio, pero lo único que lograba era hacerla sentir arrepentida. Le había mentido a Steve Rogers y a los Vengadores, y ahora se sentía totalmente arrepentida. Y ahora él estaba muerto, y los Vengadores seguro la odiaban.

Algo de lo poco que obedeció del Universo había sido sobre su poder. Él le había dicho que no debía decir que era ella quién podía traer de vuelta a las personas, así como revivía estrellas en el espacio. Había dicho que los humanos lloraban por sus muertos, y que si ellos supieran que ella podía traer a cualquiera de vuelta significaría más presión para la muchacha. Ahora se arrepentí a también de eso, porque sabía que los humanos veían mal a las mentiras.

Pero también comprendía que si no traía de vuelta a Pietro, ninguno de ellos podría llegar a salvarla. El Universo le había dicho que con solo traerlo de vuelta, ambos estarían agradecidos con ella a tal punto que podrían llegar a salvarla si se encontraba en peligro.

Dejó caer su cabeza contra su hombro izquierdo mientras la llevaban, esperando realmente que todo lo que hubiera hecho haya salido bien.

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Wanda Maximoff miraba la pantalla impresionada. Las cámaras que mostraban eran de Alemania, de como Steve, Clint y Natasha atacaban a varios agentes alemanes desde una camioneta que iba a toda velocidad.

Ellos se habían ido sin avisar ni dejar ningún mensaje, y ahora se encontraban sobre suelo alemán sin posibilidad de seguir hasta donde se suponía que se encontraba Lea.

Se giró para ver a su hermano sentado sobre la silla alrededor de la mesa. Él mantenía una postura seria e insegura, pero desde que había vuelto de la muerte, Pietro tenía momentos de tristeza.

—¿Qué deberíamos hacer?— preguntó.

Pietro levantó la cabeza hacia ella, y luego fijó sus ojos sobre la pantalla. Era extraño volver a ver aquellos ojos azules con brillo otra vez, con vida. Pero no podía estar más agradecida con La Hija del Universo.

Caminó hasta él con pasos lentos hasta conlocarse detrás del respaldar de su silla, comenzando a acariciar con lentitud la cabeza de él. Sus cabellos, usualmente enredados, se encontraban peinados y suaves bajo su tacto.

—No tengo idea de lo que deberíamos hacer— susurró cerrando los ojos ante el suave contacto familiar.

—Deberíamos ir a ayudar...

—Pero no es nuestra guerra, Wanda.— comentó Pietro aún sin abrir los párpados.

—Lo es, es nuestro mundo y ellos nuestros amigos. No hace falta recordarte que ella te trajo de vuelta— Wanda soltó la cabeza de su hermano y él abrió rápidamente los ojos, un poco molesto por la pérdida de cariño de su hermana.

—Pero no podemos hacer nada, están en Alemania, y todavía seguimos bajo el radar.

—Eso lo sé— la castaña llevó una mano a su labio, mordiendo nerviosamente su uña, intentando pensar en algo que pudiera servir —. Tiene que haber una manera para llegar allí.

Daughter Of The Ashes. [Steve Rogers]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora