21. Encerrada en el silencio.

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Allí estaba ella, dentro de la habitación vacía, con la cabeza apoyada sobre el sillón, acurrucada contra su cuerpo. Encerrada en el silencio.

Lo único presente en la habitación era su propia respiración, y los latidos de su corazón, que con el silencio que la inundaba, parecían sonar en sus oídos con un extraño eco.

Miraba fijamente la pared de enfrente, manteniendo sus ojos abiertos lo más que podía, pero el sueño la estaba venciendo y poco a poco sus párpados se cerraban a pesar de sus esfuerzos.

Habían pasado varias horas allí, y podía ver a través de la única y pequeña ventana de la habitación que el sol estaba saliendo con lentitud ante sus cansados ojos.  Varios minutos antes había caminado en la habitación, en un intento vano de encontrar alguna manera de salir, pero su cuerpo todavía se sentía débil después de que le hubieran inyectado con algo que desconocía y debió sentarse nuevamente para no desmayarse.

Así que ahora sólo se mantenía sobre el sillón, con miedo de que dormirse allí significara otra inyección, o quizás, la muerte.

Sabía que quizás no la querían matar, pero nunca en sus milenios había estado tan cerca de algo tan burdo como la Muerte, que el mismo Universo había hecho persona. Ahora que podía sentir el miedo y el dolor, podía decir finalmente que no quería morir, no quería abandonar aquel mundo que parecía increíble ante sus ojos.

Cerró sus párpados unos segundos antes de abrirlos rápidamente, obligándose a sí misma a no dormirse, a no perder. El miedo que poco a poco creía dentro de ella lograba despertarla y asustarla lo suficiente como para seguir intentando.

La puerta fue abierta un tiempo después, no estaba segura de cuanto había pasado, y Lea se sentó sobre el sillón, manteniendo sus manos unidas por sobre sus piernas.

Tenía un sentimiento nuevo, distinto a cualquier otro. Quería golpear al hombre que caminaba hacia ella. Quería golpearlo hasta hacerlo sangrar, hasta enviarlo junto a La Muerte que tantos problemas había causado.

Pero no era su misión acabar con un hombre humano. Era salvarlos a todos, a pesar de las cosas malas que hubieran hecho.

—Creí que estabas dormida— susurró él, moviendo una de las sillas delante de ella, para sentarse enfrente de la joven.

—¿Por qué mataste a Steve Rogers?— preguntó rápidamente, antes de que él pudiera decir algo más. Él sonrió.

—Porque necesitaba hacerlo.

—No se trata de si necesitabas hacerlo, se trata de que no deberías haberlo hecho...— comentó, intentando mantener sus ojos fijos en los de él, pero su mirada se volvía borrosa de a ratos, y no podía lograr hacerlo ver sus miedos.

—¿Qué? ¿El Universo tiene algo planeado para nosotros?— inquirió irónicamente.

—No, pero él sabe lo que conviene en tu mundo, y estoy bastante segura de que Steve Rogers debía seguir vivo— él rió fuertemente.

—El Universo no puede decidir por nosotros, no hay nada escrito.

—Esté escrito o no, juro que voy a matarte— susurró.

La ira molestaba en sobre sus palmas como una leve comezón que provocaba que moviera sus manos con torpeza sobre sus piernas.

Nunca había creído que iba a llegar a sentir todas las emociones en el poco tiempo que debía quedarse en Tierra. Pero ahora no podía apartarlos de su interior, y solamente quería cumplir lo que sus pensamientos le estaban diciendo que debía hacer.

—Esa no es tu misión, Hija del Universo— se acercó más a ella, apoyando sus codos sobre sus rodillas, una leve arruga entre ceja y ceja.

—Mi misión es salvar tu planeta, y si eso significa tener que matar a alguien, estoy dispuesta— comentó, intentando demostrarse fuerte, pero sabía que sólo había dado una imagen débil de ella misma.

Daughter Of The Ashes. [Steve Rogers]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora