Salí de River agotada. Hoy había trabajado, más bien, había terminado de organizar algunos detalles para el viaje de mañana. En el club me había enterado que el plantel había llegado ya hace una hora al aeropuerto de México y la próxima parada sería en Cancún, para relajarse un rato en las playas y luego se dirigían a la ciudad de Monterrey, donde iba a jugarse la primer fase final. Había notado mucho nerviosismo en algunos dirigentes que se quedaron, como el caso del glorioso Enzo Franchescoli que nunca viajaba por cábala, más una ansiedad interminable. Enzo estaba light a comparación de otros, digo porque estuvo presente en la obtención de la Libertadores 1996 como jugador figura, y ya sabía lo que se sentía. Pero claro esta que el lo sentía desde adentro del campo de juego y hoy le tocaba vivirlo desde afuera. Yo también me sentía así, claro,Nerviosa, ansiosa y sobre todo con muchas ganas de festejar. Había llegado a River hace seis meses, después de la obtención de la Sudamericana, y mis ganas de volver a ver a River Campeón eran inmensas, de ver a esos jugadores que sorprendieron tanto, que se juegan la vida en cada partido. River tenía que salir campeón, teníamos que festejar.Miré mi celular cuando la pantalla se encendió. Era mi amigo Pichi, que me preguntaba a que hora viajaba. Sonreí, sus mensajes siempre me hacían sonreír. Luego de contestarle, Intenté comunicarme con Kranevitter pero no respondía mis llamados, ni mis mensajes, estaba segura que algo pasaba y no sabía muy bien que era. Es más, no tenía idea.
Guardé mi celular en el bolsillo de mi campera para subirme al colectivo. Hacia tanto tiempo no me subía a un colectivo. Sonreí por un momento mientras buscaba la sube, me senté en un asiento casi al último. Abrí un poco la cortina y observé la ciudad por la ventana mientras pensaba que estaría haciendo Kranevitter y la razón por la que no quería contestar mis mensajes. No lo entendía y no quería taladrarme la cabeza yo sola. (Para eso estaba mamá, pensé riendo). Kranevitter se había metido en mi cabeza y, para peor, no quería salir. No me gustaba pensar tanto tiempo en él, porque no estaba bien, pero ¿Cómo hacer para dejar de pensar en él? Estaba en una relación con el mejor mediocampista del fútbol argentino, con la persona que yo consideraba ídolo, que admiraba por su humildad y su grandeza. Y todavía no podía creerlo, porque a decir verdad yo amaba a Matías por ser jugador de River, así como también amaba a Cavenaghi, a Enzo, a Sánchez, a Ramiro, a Mora y a todos los de River. Ese amor sentía por Kranevitter.
Me levanté de mi asiento cuando vi que se acercaba la parada en la que tenía que bajar, un par de personas se bajaban en la misma parada. Me bajé y caminé unas cuantas cuadras hasta llegar a mi departamento.
Puffy, como todos los días, me recibió con un ladrido y saltitos felices mientras movía la cola.
-¡Hola mi amor!-saludé mientras sacaba mis zapatillas y las dejaba al lado de la puerta.
Caminé hasta la cocina e hice una ensalada de tomate y lechuga para alimentarme ya que no tenía tanto hambre. Marqué el número de Matías mientras me sentaba a comer la ensalada, un tono, dos tonos, nada. Insistí nuevamente hasta que me atendió, sonreí aliviada pero con enojo.
-¿Se puede saber que te pasa?-le pregunté tratando de parecer normal.
-Hola, bombón de luz.-escuché del otro lado, sonreí al escuchar su voz. ¿bombón de luz?-¿Así te dice Erbes, no?-me dijo con tono enojado, la sonrisa de mi rostro desapareció.
¿por eso no me contestaba? ¿estaba celoso?
-¿En serio?-pregunté incrédula.
-¿Enserio que?-preguntó él.
-¿Esa es la razón por la cual no contestabas mis mensajes?-pregunté enojada.
-Ah, pensé que ni mensajes me habías escrito ya que estabas demasiado ocupada con tu amigo.-me reclamó.
ESTÁS LEYENDO
No Te Quiero Perder
RomansEra un juego y ambos lo sabían. Uno de los dos terminó enamorandose.. o quizás los dos. Matías Kranevitter, jugador del Club Atlético River Plate. Bárbara Vertiz, notera y periodista. Un amor distinto. Lo que empieza jugando termina gustando. ***