Capítulo 8. A escondidas.

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Oh mi Dios.

Estoy parada con los ojos y boca abierta. Ni siquiera sabía que este lugar existía. Es hermoso.

En lo que abrí mis ojos lo primero que vi fue la majestuosa entrada. Había un pequeño camino a la puerta de ese edificio (si es que se le puede llamar edificio) con árboles cerezo que se arqueaban para darle forma de arco, en las ramas tenían colgadas luces, se veía muy romántico, en lo que llegamos a la puerta había un chico que recibía nuestros abrigos, había otro chico que estacionaba el auto y otro que nos llevaba a la mesa, el lugar era especial, elegante y romántico, adentro seguía la armonía de los árboles, habían murales en las paredes, era como si estuviéramos en otro lugar, el techo te daba una ilusión de un cielo estrellado, de pronto, salgo de mi asombro y veo a mi alrededor buscando la mesa pero no la encuentro, es más, no logro ubicar ninguna mesa, lo que miro me desconcierta, son tiendas, de tela blanca, algunas abiertas y otras cerradas, pero por las luces de adentro se pueden distinguir las sombras de las personas. Miro a Joseph con cara de interrogación.

- Esperaba que te gustara algo de privacidad.

Sólo asentí. Todavía estaba algo en shock con tanto lujo, los pisos super brillantes de madera, los murales, las luces tenues, el "cielo" estrellado, las tiendas se veían hermosas, pude ver algunas puertas que daban a la parte trasera del ¿restaurante? No se que clase de lugar sea este.

-Sigame por favor, los llevaré a su cabaña. - De repente dijo el mismo chico que nos atendió.

Corrió la tela a un lado y me hizo un ademán para que pasara. Si estaba impresionada con lo de afuera, lo de adentro me dejó sin palabras, el espacio era cómodo, no se veía así de grande desde afuera, la tienda no está completamente cerrada, se puede apreciar a la perfección el "cielo" estrellado, las luces son blancas y provienen de unas farolas de cristal— si, de cristal— colgadas de árboles plateados que estan rociados con nieve artificial, hay una especie de mezcla de luces azules y violetas, que no logro deducir de donde provienen, son muy suaves, dan un efecto de invierno, justo a mi lado derecho está la mesa, es de cristal como los faroles, las sillas son un modelo vintage, blancas con borde plateado, en el medio había un centro de mesa con unas orquídeas blancas, y al final de la tienda había un sofá para dos, también blanco y elegante, con muchas almohadas pequeñas alrededor, en los mismos tonos, blanco, azul y plateado. Hasta había una alfombra que daba la ilusión de estar pisando nieve. Todo era encantador, hermoso.

- ¿Te gusta?.- escucho una voz a mis espaldas.

- ¿Que si me gusta? ¿Estás bromeando?.- pregunto incrédula.

- Entonces si te gustó. - Me dice con una de esas sonrisas que me encantan.

- No. No me gustó.- le digo en un intento por parecer decepcionada.

Me mira con preocupación.

- ¿En serio? ¿Es demasiado cierto? Mira, Becca si quieres nos podemos ir-

- Shhh .- le digo colocando un dedo en sus labios.- Estoy bromeando, no me gusta, me encanta. - me acerco a él y coloco mis manos en su cuello mientras el coloca las suyas en mi cintura.

Suelta un suspiro de alivio.

- Menos mal, porque de verdad me costó mucho reservar esto.

Comenzamos a reír los dos y en menos de un segundo nuestros labios se unen, comienza a besarme suavemente, saboreando mis labios, mientras yo comienzo a jugar con su cabello y el a subir y bajar sus manos por mi cintura, ese simple contacto me hace alucinar, quiero que baje más, cuando comienza a usar su lengua y a bajar un poco más su mano, abren la cortina que sirve de puerta. Nos soltamos como si nos hubieran atrapado haciendo algo malo, luego nos damos cuenta que es sólo el chico que vino a traer los menús, comenzamos a reír algo avergonzados por esa reacción. Era la costumbre, desde que quedamos en que lo nuestro sería secreto, nos exaltamos cada vez que alguien abre una puerta.

Mr. Carter Donde viven las historias. Descúbrelo ahora