III

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Ese día de los cuatro meses de Niall lo visité en el cementerio, lo había hecho cada mes, le llevaba flores y medio limpiaba su tumba, era extraño ver su nombre sobre la pieza de cemento, todavía lo era, me quedaba unos minutos ahí, a veces solo observaba y recordaba cuando estábamos en la escuela y a veces sí se me salía alguna que otra lágrima, después de eso fui a casa, estaba cansado, estaba pasando por la semana de exámenes del semestre, tenía todo un vocabulario en inglés que tenía que memorizar, no era algo difícil, es más, era lo más fácil de todo, pero yo siempre me perdía cuando estudiaba, ya no me concentraba como antes.

Hacia una semana había cambiado el lugar de mi escritorio, lo había puesto justo frente a la ventana, estudiaba frente a ella por si me distraía lo hiciera en la pared de ladrillos justo frente a mi, era mucho mejor que ver la pared de mi cuarto y no tenía idea de porqué.

A veces mi vecino, que no había para nada dejado el hábito de las ventanas, se pasaba y hacia contacto visual conmigo, pero lo rompíamos demasiado rápido, y luego se perdía dentro de su cuarto, no estaba seguro que hacía en realidad, si iba a la escuela o trabajaba, pero no podía tomar el valor para pararlo alguna noche de estas y preguntarle, aún pensar en eso era demasiado.

"De Kendall:

¿Te invitamos a comer mañana?, ¿o tienes cosas que hacer?, mándame texto de vuelta (:"

"Para: Kendall

Claro"

"De Kendall:

Al restaurante cerca de los video juegos, nos vemos ahí"

Dejé el celular en el escritorio mientras me levantaba y caminaba en círculos dentro de mi habitación, era imposible, no podía concentrarme y tampoco hacer alguna otra cosa.

Sentí como alguien tocaba ligeramente mi ventana, voltee y cuando lo vi me pasé las manos por el cabello, alzó las cejas hacia mi, pero no sonreía y no me miraba a los ojos, caminé lentamente hasta él y levante el vidrio de la ventana, el aire golpeó mi piel, no era un aire frío, era cálido.

—¿Quieres venir?

Fruncí el ceño, ¿qué había dicho?

—¿Ir?, ¿a dónde exactamente?

Se encogió de hombros— No lo sé.

Hormigas corrieron por mi espina dorsal, bajé la cabeza.

—No gracias.

No lo mire a la cara pero sabía que ahora si me estaba mirando.

—De verdad necesito que vengas conmigo. Por favor.

¿Por qué no llamaba mejor a su compañero?, ¿el qué siempre estaba con él?

—No entiendo porque, soy muy torpe, tú... ¿Vas a robar o algo así?

Levanté la cabeza al oír su resoplido y rodó los ojos.

—No soy el tipo de robar por las noches, no tienes de qué preocuparte.

Abrí los ojos sorprendido, ¿no por la noche?, ¿sí en el día?

—No, mucho menos.

Entonces se soltó y entró a mi cuarto haciéndome de lado.

—¿Qué rayos haces? —dije

—¿Tienes miedo de salir por la noche o solo porque soy yo quien te estoy invitando? —no fue mucho más allá, no sentí que su objetivo fuera ver mi cuarto.

Las dos.

—Quiero decir, no te conozco.

—Te aseguro que es mejor así, así cuando el policía nos agarre no sentirás pena por mi, ¿no crees?, podría decir que te obligué a hacerlo.

¿Nosotros no?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora