XVII

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Harry se encontraba como en otro mundo. En todo el día mantuvimos las conversaciones al mínimo. Él estaba en su rollo y yo totalmente en el mío.

—Liam.
No presté atención a quien sea que estuviera llamándome, de todas formas terminé parado en medio del pasillo con la mano de Charlie apretando mi hombro.
—Okay, ya todos entendimos, pero necesito un favor. —mis ojos vagaron hacia su cabello, que cambió de tener un corte de hongo totalmente perfecto a uno desaliñado y estilo coma.

Después me fijé en su pequeño problema. Su pie enyesado y la muleta bajo su axila.

—Mhhm...

Así que aquí me encuentro, por vergüenza o por compromiso, ya no importa. Debe ser uno de los sábados de los que seguro no me voy a arrepentir a pesar de querer hacerlo. Mis rodillas me tiemblan, no recordaba que la presión fuera tanta. Bueno, normalmente tenía a Niall y a los otros para ambientar un poco los pasillos. Aun así, ya que el equipo tiene en su mayoría a chicos nuevos, puedo sentirme solo una tercia parte tranquilo. Ni Harry, ni Kendall y tampoco Karen se encuentran afuera para decepcionarse. Y es en lo único bueno que puedo pensar ahora. Asentí de repente aunque nadie me habló, solo porque asentir me hace saber que estoy bien, estoy de acuerdo. Me siento a salvo. ¿No era que esto me gustaba?, no era sólo por Niall, ¿verdad?, de verdad me gustaba este deporte.

—Bien chicos. No tuve tiempo de presentar a mi reemplazo de esta noche, pero quiero que sepan que es de entera confianza. Él es incluso mejor que su capitán. Cuiden bien de él allá afuera y tráiganme su primera victoria como parte del equipo. Peleen duro.

Y ahora puedo sentir algo de peso sobre mis hombros. Estoy seguro de que algunos de ellos pueden ver las telarañas en mis pantorrillas.

—Vi tu último juego, buen trabajo. Estoy bastante feliz de verte de nuevo sobre la cancha. —era alguien bastante alto, mucho más que yo pero no tanto como Charlie, sus hombros eran anchos, sus piernas delgadas y su rostro de modelo, corte de hongo, piel pálida y buena barbilla.

Ni siquiera lo conocía.

Hacia un frío tremendo, a pesar del calor del momento y del de todos los jugadores en un solo vestidor, mis dientes no dejaban de chocar entre sí.

En realidad, no me di cuenta cuando entramos a la cancha y el juego inició. Aún me sentía sumergido en mis pensamientos. Tampoco me di cuenta del momento en que la pelota pasó a mis pies y mucho menos la distancia que recorrí para llegar a la cancha y meter el balón. Pero mi corazón no dejaba de bombear. Y yo no dejaba de sentirme cada minuto más vivo, como si cada latido me estuviera repitiendo, a cada momento: Tienes que vivir.

De eso me di cuenta porque de repente mi cuerpo comenzó a chocar con el cuerpo de los otros jugadores en un abrazo, las gotas de sudor en mi frente eran la prueba de mi esfuerzo, se sentía como haber luchado contra mí mismo. Se sentía jodidamente bien.

En ese momento me sentí la persona más libre del mundo, abracé a todo el mundo, incluso abracé al muchacho que me habló antes del juego.

Una vez que la adrenalina dejó mi sistema miré las gradas, casi vacías, pasé saliva cuando de repente sentí que me había perdido de algo.

Y me volví a apagar.

Hacia tanto ruido que lo único que quería era que el viento soplara tanto como para callarlos, incluso cuando terminé de cambiarme y caminé lejos hasta la calle principal aún seguía irritándome  el sonido de las voces escandalosas. Porque no, no eran sutiles, escuchaba las groserías y las risas más que a mi propia mente.

—¡Liam! —paré porque escuché el ruido de la muleta al chocar contra el pavimento rápidamente y sin cuidado.— ¿A dónde vas hombre?, ¿no vas con nosotros?

¿Nosotros no?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora