Prólogo

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          Mi nombre es Daniela Farré, soy hija de uno de los empresarios más importantes de mi país. Desde que tengo memoria, han querido que tenga una apariencia perfecta. Yo realmente no tenía problema en obedecerles, pero especialmente en mis días escolares tenía graves problemas para mantener dicha actitud. Este problema tenía nombre, era una personita que, a pesar de ser menor que yo, tenía la actitud más absurda de todo el planeta. Su nombre es Emily, es una chica muy bonita, en serio que lo era: rubia, ojos azules, piel de un color cremoso y un cuerpo envidiable. Podríamos decir que sería la chica ideal para muchos si me comparan con ella: pelo negro, piel blanca, ojos grises y un cuerpo bastante normal.

Una vez mis padres decidieron hacer una cena con la familia de uno de sus grandes socios, que a su vez eran grandes amigos de la familia. Lo que yo no sabía es que no iba a ser una cena normal y corriente, sino una en donde me comprometerían con su hijo mayor para la unión y beneficio de ambas empresas. El muchacho y yo éramos amigos desde que recuerdo y siempre nos hemos llevado bien. Realmente no me molestaba mucho el compromiso que nos uniría como pareja, pero yo tenía un pequeño problema: la hija menor de esta querida familia era Emily. Puedo decir realmente que yo no tenía problemas con ella, pero al parecer ella conmigo sí. Esa cena es la peor que he tenido; esa cena ha sido la destrucción de mi vida. La gota que colmó el vaso para tomar la decisión de hacer los cambios que necesitaba en mi vida. Luego de esa cena me negaba a seguir siendo la rival de Emily, me negaba a seguir siendo perfecta.


Recuerdo que me estaba alistando para bajar a cenar y recibir a la familia Davis. Me había recogido mi cabello en un moño alto para que el escote en la espalda del traje que me había puesto se viera de forma elegante, ya que el traje llegaba un poco más arriba de las rodillas. Era de un color azul marino y en la parte del frente me llegaba hasta el cuello, con unas mangas largas que me llegaban a las muñecas. Tenía unas plataformas de color negro y de maquillaje llevaba una base bastante natural para la ocasión, una máscara de pestañas, delineador y unos labios color coral que combinaban a la perfección con el rubor en mis mejillas. Bajé hasta el final de las escaleras y ahí estaba mi familia recibiendo a los Davis. El hijo mayor de estos, Diego, me vio y se quedó perplejo, mientras que Emily me miraba con reproche. Ella llevaba puesto un traje a mitad de muslo, unos zapatos demasiado altos para su edad, el pelo suelto y ondulado, y llevaba demasiado maquillaje. Ella era bonita, pero al parecer a veces sin querer actuaba como una prostituta. No quisiera ofenderla, pero realmente desaprovechaba lo realmente bonita que podía ser si dejaba esa actitud de superioridad que llevaba siempre.

—Hola, buenas noches; disculpen la tardanza —saludé mientras me posicionaba al lado de mis padres.

—H-hola —dijo Diego yendo a saludarme. Diego y yo no nos hablábamos desde que salió primero que yo del colegio. Solo nos veíamos un par de veces a la semana cuando acompañaba a mis padres a la empresa, así que entiendo su cara de sorpresa al verme tan elegantemente vestida, ya que siempre me veía en uniforme.

—Hola, Diego —le respondí de vuelta. Él me ofreció su mano y se la acepté mientras todos comenzábamos a caminar hacia el comedor.

Fuimos al comedor y nos sentamos en el siguiente orden: mamá, papá, yo, Diego y al frente de nosotros la familia Davis en el mismo orden que nosotros, solo que al lado de Emily estaba sentado mi hermano. Yo tenía otro hermano, pero él no estaría hoy, ya que casi nunca comparte con nosotros porque es mayor de edad y vive en otro país.

Al terminar de cenar, nuestros padres se pusieron de pie junto a los Davis y pidieron nuestra atención pronunciando nuestros nombres.

—Daniela, Diego, ustedes saben que hemos estado planeando un acuerdo entre socios... y lo hemos hablado con ustedes un par de veces. Así que creo que ya saben cuál es la razón por la que están aquí, ¿verdad? —dijeron mis padres. Todos asentimos con la cabeza menos Emily y mi hermano menor, aunque sinceramente a él le importa muy poco lo que pase ya que mis padres lo tienen muy consentido.

—Papito, yo no sé la razón de esta cena y por qué estamos aquí —dijo Emily con una expresión de falsa inocencia.

—Bueno, hija, estamos aquí porque tu hermano y Daniela se comprometerán para beneficio de ambas empresas. Esta cena es una pequeña celebración para poder cerrar el acuerdo —aclaró su padre.

—¿QUÉ? ¿Comprometer? ¡Si apenas mi hermano terminó el colegio! Es injusto que ella se vaya a casar con mi hermano, no se lo merece. No es digna de casarse con mi hermano —comentó mirándome furiosamente.

—Hija, tu hermano ha tomado la decisión, no lo hemos forzado a nada. Debes entender que es por el bien de la empresa. Más adelante, quizás cuando tengas más edad, podrás opinar acerca de las decisiones de la empresa.

—¡No lo puedo creer! ¿Van a obligarme a ser familia de esta cosa horrible? La empresa me importa una mierda, voy a ser cuñada de esta ridícula y no me preguntaron. No quiero tener que ser familia de esta... de esta...

No esperé a que ella terminara la oración y me levanté para encararla.

—¿De esta qué? —le pregunté con furia.

—Ya lo he dicho, tú no eres digna de estar con mi hermano. No eres digna de amar a nadie. Tú no eres bonita, mi hermano debería estar con alguien de su mismo nivel, no con alguien como tú. Deberías ser un poco más como yo, así quizás puedas caerme mejor. Escúchame bien, tú jamás serás bonita. Si te quitas ese maquillaje y ese traje, eres totalmente despreciable. Eres despreciable, Daniela. Nadie te va a amar jamás, solo estás rogando porque mi hermano te haga suya.

—¡CÁLLATE, EMILY! —gritó su hermano levantándose con mucho coraje.

—Emily, ve al auto, nos vamos —ordenaron los Davis, mientras se levantaban también e intentaban disculparse.

Yo soy una persona que de por sí tiene baja autoestima y soy muy sentimental. Ella sabía eso, sabía que eso era mi debilidad. Cuando ella se fue, salí corriendo a mi habitación y empecé a llorar tapando mi cara contra mi almohada. Unos segundos después, Diego entró a mi habitación tocando la puerta.

—Perdón —empezó disculpándose mientras se acercaba a la cama—. Sabes cómo es mi hermana, siempre anda hablando estupideces. Lo siento mucho en serio, ven. Sabes que no soy igual que ella. —Se acercó a mí y me abrazó mientras lloraba en su hombro. Luego de consolarme hasta que me calmara, se tuvo que ir mientras me quedaba dormida.

La Chica "Emo" (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora