Eran las seis y cuarenta cuando empezó a sonar la alarma de mi celular por tercera vez. Muy adormilada, me levanté de la cama maldiciendo en mi interior por tener que levantarme tan temprano para ir al colegio. Rápidamente corrí hacia el baño para poder alistarme e intentar llegar temprano. Me bañé, cepillé mi largo cabello, me maquillé un poco mis ojos con delineador negro y empecé a vestirme. Me puse unos leggings sencillos negros junto con una camisa del mismo color y encima una sudadera color rojo oscuro. Luego de estar completamente lista, decidí bajar para ver si había algo de desayunar y no irme con el estómago vacío. Al entrar a la cocina, ni me sorprendí de que mis padres no estuvieran, ya que normalmente se iban mucho más temprano a trabajar. Además, desde aquella cena en la que Emily no estuvo de acuerdo en que me casara con su hermano, decidí hacer un cambio en mi vida, y desde entonces mis padres han estado un poco distantes conmigo.
Recuerdo que espués de tranquilizarme y quedarme encerrada en mi cuarto pensando en todo lo que me había dicho Emily, fui a hablar con mis padres. A pesar de ser bastante tranquila y pacífica, en esos momentos me sentía muy furiosa. Ya era suficiente del abuso de Emily conmigo; siempre intentaba hacerme sentir menos y decir que no era suficiente para ella. Ya estaba cansada de intentar ser perfecta para mis padres, cansada de no poder ser yo misma. Estaba cansada de que me dijeran qué hacer, cómo vestir, cómo comportarme, cómo vivir. Bajé hasta el comedor donde estaban recogiendo las cosas de la cena. Al estar completamente abajo, decidí enfrentarlos. Ellos me miraron asombrados; claro, se me había olvidado que había estado llorando. Supongo que me estarían viendo con la máscara de pestañas toda regada por mis ojos y mi pelo desaliñado.
—Mamá, papá, he decidido hacer un cambio en mi vida —dije mirándolos a ambos directamente a sus ojos.
—Mi amor, ¿de qué clase de cambio estás hablando? Eres hermosa, hija, no tienes que cambiar nada de ti. Si hablas de un cambio de look, eres nuestra hija, puedes pedir cualquier cosa que desees. Solo recuerda que sea algo decente —dijo mi madre mientras caminaba hacia la cocina a llevar los platos al fregadero.
—Mamá, no seas tonta. No hablo de un cambio de imagen. Estoy hablando de un cambio de mi ser. Quiero cambiar lo que soy, estoy cansada de ser su niña perfecta —le respondí con una amarga sonrisa.
—No le hables así a tu madre, Daniela, solo intenta ayudar —me reprendió mi padre por haberle contestado a mi madre con actitud.
—¡Ya estoy cansada de esta mierda! ¡Estoy cansada de todos! ¡CAMBIARÉ SI YO QUIERO! ¡PRONTO CUMPLIRÉ MIS 19 AÑOS! ¡YA SOY ADULTA, DÉJENME EN PAZ! —grité, dejando que todo el coraje fluyera por mis palabras.
Luego de esa pequeña discusión, subí nuevamente a mi cuarto corriendo por las escaleras. No esperé hasta mañana y empecé mi cambio desde ese momento. Tomé una bolsa de basura que había en el baño y empecé a tirar todo lo que sentía que no me describía como soy. Tiré todos mis vestidos, zapatos, maquillaje, moños; saqué todo lo que sabía que mis padres pensaban que debía usar siempre. Luego de haber dejado casi vacío todo mi clóset, salí hasta los contenedores de basura y deposité allí todo lo que había sacado. Después fui al sótano para tomar de allí unos botes de pintura color gris que quedaron luego de haber pintado la marquesina, para pintar mi habitación. Si iba a hacer un cambio en mí, no solo sería físico, sino también en mi ambiente. Subí los botes de pintura y, al entrar a mi cuarto, comencé a despejar los muebles y a cubrir el suelo con periódicos viejos para no mancharlo. Me puse una camiseta vieja y unos pantalones que no me importaba arruinar, y empecé a pintar las paredes con largas pinceladas que se llevaban parte de mis viejos recuerdos con cada trazo.
Mientras pintaba, reflexionaba sobre todo lo que había sucedido y sobre cómo había llegado a este punto. Recordé mis primeros días en la escuela, cuando mis padres me decían que debía ser siempre la mejor, que debía lucir perfecta en todo momento. Recordé a Emily, quien siempre me miraba con desprecio y me hacía sentir menos. Sentí que cada pincelada era un intento hacia la liberación que tanto deseaba, un intento de salir de todas esas expectativas y presiones.
Después de varias horas, las paredes de mi habitación estaban cubiertas de un gris uniforme, un color que sentía que representaba la neutralidad y la calma que necesitaba. Exhausta, me senté en el suelo y observé el resultado. La habitación ya no parecía la misma, y yo tampoco me sentía igual. Estaba empezando a intentar tomar el control de mi vida, y esperaba que desde ahora fuese así.
Al día siguiente, me desperté temprano y decidí continuar con los cambios. Bajé al sótano de nuevo y encontré una vieja caja llena de objetos que mi hermano mayor había dejado al irse. La llevé a mi habitación y empecé a revisar su contenido. Había fotos, cartas, juguetes y otros recuerdos. Algunos me hicieron sonreír, pero otros me recordaron momentos en los que me sentí obligada a cumplir con las expectativas de los demás. Decidí quedarme solo con los objetos que realmente me hacían feliz y deshacerme del resto.
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La Chica "Emo" (Editando)
Teen FictionMi nombre es Daniela Farré, soy hija de uno se los empresarios más importantes de mi país. Desde que tengo memoria han querido que tenga una apariencia perfecta. Yo realmente no tenía problema en obedecerles, pero especialmente en mis días escolares...