Me sentía tan segura junto a él, me sentía intocable. A pesar de creer no estar enamorada de Diego, me sentía extraña, me hacía sentir protegida y en calma. Mientras me abrazaba decidí alejarme un poco, necesitaba darle las gracias por haberme rescatado; además de que necesitaba volver a la realidad. A pesar de que sus palabras bonitas me hacían sentir así, no podía dejarme manipular. Aunque sinceramente, al verlo de cerca podía apreciar más sus hermosos ojos verdes, sus pecas y sus labios rosados. Me estaba olvidando de darle las gracias e inconscientemente me estaba acercando a él.
—Daniela..., ¿estás segura? —me preguntó un poco inseguro mientras me acariciaba la comisura de mis labios.
—No lo sé... —respondí casi suspirando mientras terminaba de acercarme.
Era un beso inocente, solo era un roce entre nuestros labios; yo sentía la necesidad de besarlo. Tenía ganas de besarlo, solo para que mi consciencia dejara de repetirme que lo hiciera. Además de querer saber si esas cosquillas que sentía en mi estómago eran parte del suero que me habían suministrado o era por lo que estaba empezando a sentir por Diego. Muy dentro de mí, no tenía ninguna razón para rechazarlo, solo lo usaba de excusa para que mis padres no siguieran usándome. Fui a cerrar los ojos para profundizar el beso hasta que noté que la puerta se abría y decidí separarme de él mientras hacía que no había pasado nada. Diego solo se quedó a mi lado un poco confuso por todo lo que había pasado; yo sabía que él sí me quería, pero yo realmente necesitaba pensarlo. Diego era un buen muchacho, y yo solo me estaba comportando como una niña rebelde. Mientras estaba perdida en mis pensamientos, la persona que había entrado carraspeó la garganta para dejarnos saber que iba a hablar.
—Bueno, Daniela, veo que ya despertaste, ¿te sientes mejor? —preguntó acercándose con su portapapeles y verificando el suero.
—Sí, la verdad es que me siento bastante mejor —respondí, observando cómo verificaba las vendas de las muñecas.
—Sabes que aún no te puedo dar el alta hasta que te evalúe un psicólogo, ¿no? —volvió a preguntar, pero esta vez mirándome directamente a los ojos de manera seria—. Esto que hiciste es una amenaza contra tu vida y no podemos dejarte ir hasta que sepamos que está todo bien y en orden; también tenemos que esperar que tus padres lleguen para que puedas irte. Los llamamos hace un momento y ya vienen en camino. A pesar de que tu novio sea mayor de edad, necesitamos hablar con ellos. —Al escuchar la palabra "novio" rápidamente miré extrañada a Diego. Quizá el médico lo pensaba solo por vernos juntos, era entendible.
—Sí, claro, no hay problema... —dije sin más remedio.
—Bueno, en unos minutos vendrá el psicólogo para atenderte rápidamente antes de que lleguen tus padres —dijo rápidamente, yéndose luego cuando por los altavoces se escuchó su nombre.
Diego y yo nos quedamos en silencio después de que el médico se fue. Sentía una mezcla de confusión y claridad. El beso, aunque breve, me había dejado una sensación extraña y cálida en el pecho. Sabía que Diego estaba ahí para apoyarme, pero también sabía que tenía que enfrentar mis propios demonios.
—Daniela, quiero que sepas que estaré aquí para lo que necesites —dijo Diego, rompiendo el silencio—. No tienes que enfrentar esto sola.
Asentí, agradecida por su apoyo. Minutos después, el psicólogo entró en la habitación. Era una mujer de mediana edad con una expresión amable y comprensiva. Se presentó como la doctora García y comenzó a hacerme preguntas sobre cómo me sentía y qué había llevado a mis acciones. Después de la evaluación, la doctora García habló con Diego y conmigo sobre los próximos pasos. Me explicó que necesitaría continuar con la terapia y que habría un seguimiento para asegurarse de que estuviera bien.
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La Chica "Emo" (Editando)
Roman pour AdolescentsMi nombre es Daniela Farré, soy hija de uno se los empresarios más importantes de mi país. Desde que tengo memoria han querido que tenga una apariencia perfecta. Yo realmente no tenía problema en obedecerles, pero especialmente en mis días escolares...