Preocupación

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           Cuando mis padres llegaron, la doctora García y el médico les explicaron la situación. Estaban visiblemente preocupados y angustiados, pero también aliviados de que estuviera todo bien y en orden. Agradecieron a Diego por su apoyo y me abrazaron con fuerza, prometiendo estar allí para mí. Resentí un poco el abrazo, ya que hacía mucho tiempo que no recibía un abrazo de mis padres o, mejor dicho, hacía mucho que no los veía ni siquiera preocuparse por mí, mucho menos mi mamá, que siempre se intentaba mantener un poco más al margen que mi padre.

Luego de ese suceso, los doctores se llevaron a mis padres fuera de la habitación para hablar en privado sobre mi salud mental y física. Me sentía agotada, pero también tenía cierta tranquilidad al haberle confesado al menos a alguien lo que me sucedía. Después de que los doctores terminaran de hablar con mis padres, ellos volvieron a mi habitación.


—Daniela... —suspiró mi padre—, ¿por qué no nos contaste nada antes? La psicóloga nos comentó que tampoco hablaste demasiado, y eso nos preocupa —dijo, sentándose a un costado de la cama mientras que mi mamá se quedaba de pie a su lado, manteniéndose callada.

—No quiero hablar ahora mismo de eso, papá... —le contesté un poco seca, con la cabeza agachada. No quería mirarlos a la cara porque, a pesar de la vergüenza que sentía por lo ridícula que debía verme intentando llamar la atención, también me daba pena y ganas de llorar porque realmente me sentía culpable de que mis padres se preocuparan tanto por mí.

—Tampoco seas así con tu padre, Daniela. Solo estamos preocupados por ti. Ahora el doctor piensa que nosotros te tratamos mal de alguna manera. Vinimos aquí preocupados y asustados, pensando que te estaba pasando algo malo, y solo nos tratas mal —terminó de decir mi madre con su voz llena de resentimiento. Eso solo me hizo voltear a verla de manera incrédula.

—¿Es en serio, mamá? ¿Solo piensas en lo que los demás piensan de ustedes? ¿No me ves que estoy mal de verdad? Ni siquiera te importa preguntarme cómo me siento —le respondí, un poco decepcionada.

—Tampoco te alteres, Daniela. Ella no quiso decirlo de esa manera —interrumpió Diego mientras yo miraba a mi madre muy decepcionada—. El médico dijo que en media hora ya te daba el alta y podías regresar a tu casa, así que, ¿por qué no se quedan tranquilos y regresan a su hogar? Yo llevo luego a Daniela a la casa para que no se tengan que quedar aquí esperando. Si quieren, llenen el papeleo y váyanse tranquilos —continuó, mirando a mis padres, hablándoles directamente a ellos y sintiendo la tensión e incomodidad que yo tenía con ellos.


Al final, mis padres se fueron, con mi padre dándome un beso en la frente y mi madre solo acariciándome la cabeza. Luego de que pasara la media hora, Diego me acompañó hasta la puerta del hospital, prometiéndome que estaría a mi lado y no diría una palabra para hacerme sentir cómoda hasta que llegáramos a casa. Y por primera vez en mucho tiempo, me permití creer que todo estaría bien.

El viaje a casa fue silencioso pero reconfortante. Diego no presionó para hablar, lo cual agradecí profundamente. Sentía que necesitaba ese tiempo para procesar todo lo que había sucedido. Cuando llegamos a mi casa, Diego se aseguró de acompañarme hasta mi habitación y ayudarme a recostarme para que estuviera cómoda antes de despedirse.


—Recuerda que estoy aquí para ti, Daniela. No dudes en llamarme si necesitas algo —me dijo con una sonrisa sincera.

—Gracias, Diego. De verdad, gracias por todo —respondí, sintiendo un nudo en la garganta.


Luego de escucharme solo me abrazó y me dio un beso en la frente, quedándose en silencio mientras yo soltaba lágrimas silenciosas. Después de que me calmara y me sintiera adormilada, se fue. Me acosté en mi cama, mirando hacia el techo de mi habitación. Todo se sentía igual de deprimente, pero diferente al mismo tiempo. Sabía que tenía un largo camino por delante, pero también sabía que no estaba sola. Sentía que a pesar de todo, Diego sí quería ayudarme de verdad. Y así, sin más, con ese pensamiento me quedé dormida.

Esa noche, por primera vez en mucho tiempo, me sentí un poco más ligera, un poco más esperanzada. Cerré los ojos y me permití descansar, sabiendo que, aunque no sería fácil, estaba dispuesta a luchar por mi bienestar.

La Chica "Emo" (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora