CAPÍTULO 7

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Emily Rudd => Emma Ovesen

Decidí no darle importancia a la morena y dirigirme a la entrada a por Kylan para entrar a clase.

-No adivinas a quien me he encontrado – le digo Ky.

-Dispara – me mira con curiosidad.

-A la morena del aeropuerto – él me mira raro – Contra la que me choqué y terminé encima de ella porque mi querida hermana me empujó – alzo las cejas y él asiente.

-Ya me acuerdo, ¿sigue igual de borde?

-Sip. Espero que no vaya a nuestro curso.

-Vamos, acabo de ver a tu hermana entrando con Dylan al insti.

-¿De veras Dylan ha llegado hasta este curso? – pregunto incrédulo. La verdad, ese chico tiene la cabeza más hueca que una medusa.

-Si, que tu tío sea el director influye.

Nos adentramos en el edificio y un murmullo insoportable se inunda en mis oídos, todo el mundo se reencuentra con amigos que hace tiempo que no ven y se cuentan todas las estupideces que han hecho durante las vacaciones de verano.

-¿Qué te toca? – pregunto sobre el ruido del lugar a Kylan.

-Mucha mierda – me dice.

-¿Dibujo técnico? – Río – A mi igual, vamos al bar antes de que los de primer año nos dejen sin provisiones.

-Bien dicho – Dicho eso, ahora nos encontramos pidiendo una barrita de chocolate, bueno una sola en mi caso, Kylan se pidió cinco.

-Te vas a quedar más gordo que un luchador de sumo Shells – ríe mi hermana entrando con Dylan – Hola hermanito.

-Hola – le sonrío y dirijo mi mirada hacia Dylan, no es que me guste mucho su amistad con mi hermana, la mira como si fuera suya.

-Cállate Miles, son tabletas de chocolate, externas, y pronto pasarán a reforzar la mía – argumenta Kylan dirigiendo su mirada hacia su abdomen.

-Claro, se ve que te hace mucha falta reforzarla – Ríe Dylan.

-Cada uno tiene su manera de cuidarse – Sello la conversación – Adiós hermanita – miro al castaño – McKenna – él me devuelve la mirada y salgo de la cafetería mientras me como el chocolate.

-Bendito chocolate, dulce y amargo, y bien complementado, se juntan las tabletas y se crea una más buena – canturrea mi amigo, tiene una extraña obsesión por cantarle a las tabletas de chocolate, dice que si no les cantan no se sienten queridas y te hacen engordar, pero si las pones felices, te harán estar tan bueno como ellas.

-Cállate ya Kylan – digo exasperado.

-Bueno está bien, cantaré más bajo – se pone de morros y comienza a susurrarle el chocolate.

-Eres un caso perdido – acabo mi chocolate y entramos a clase.

Nos sentamos en uno de los pupitres dobles que hay en medio de la clase y Ky saca sus auriculares.

-Buenas noches, despiértame si se incendia el instituto para ayudar a que el fuego se extienda – río por su comentario y la profesora entra.

-Ovesen y White – dice la profesora – son nuestros nuevos alumnos, por favor, preséntense – La chica morena, la borde malhumorada del aeropuerto, entra con un libro en la mano y la mochila colgada de un solo hombro junto con un chico ligeramente alto de ojos increíblemente azules y con el pelo castaño oscuro.

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