Capítulo 44

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  Luego de haber preguntado a cuatro personas diferentes, por fin encontró el lugar. La recepcionista fue amable, al igual que el director y la gente que recibió sus papeles y le dejó el trámite del intercambio hecho. Al día siguiente comenzaría las clases. Le parecía que la gente de Nueva York no era tan mala como decían. Aunque en la calle la gente era mucho menos amable. Fue a tomar un helado, aunque no hacía demasiado calor, tenía antojado un helado de chocolate. Compró uno y caminó por el Central Park despreocupado, mirando a su alrededor realmente emocionado y fascinado, mientras conocía la ciudad. Aunque otra vez aquel desgarrador sentimiento de melancolía volvía a él, imaginando lo que sería estar viviendo aquella experiencia con Ori, de la mano, caminando, mirando las ardillas que corrían entre los árboles y subían por los troncos, mirando a su alrededor con algo de desconfianza. Sonrió, Ori amaba las ardillas y siempre le decía a Julian que se parecía a una. Al principio a él no le hacía gracia, pero luego terminó por reírse cuando le decía Ardilla Serrano. Suspiró, a ese paso jamás se olvidaría de ella y terminaría siendo un solterón melancólico toda su vida.
No recordaba el camino de vuelta al apartamento, así que tuvo que preguntar. Muchos no lo tomaron en cuenta, lo empujaron o lo regañaron, pero algunos si se detuvieron a darle las instrucciones para volver. Claramente se compadecían de un pobre chico extranjero que no conocía la vida de Nueva York, alguna gente hostil pero algunos otros bastante amables. Julian volvió al apartamento cansado de tanto caminar, y algo estresado. La vida de esa ciudad era demasiado agitada, más que Buenos Aires, y le estresaba bastante. Pero el resto del panorama de la ciudad le gustaba bastante. Se acostó temprano, no sin antes telefonear a su madre. Al día siguiente tenía universidad, y quizás era hora de comenzar a rehacer un poco su vida.
La alarma sonó, se levantó perezosamente y fue a tomar una ducha. No había comprado nada para la despensa, se maldijo por eso, pero decidió que en el camino tomaría algo para no desmayarse de fatiga. Caminó un poco y tomó un taxi, dándole las instrucciones del lugar. Miró todo el camino para memorizar donde tenía que ir. Era un tramo algo corto, quizás si podía caminar. Y quizás era la mejor opción, el tráfico de Nueva York era bastante estresante.
Llegó a un gran edificio, pagó al taxista y con algo de nervios se dirigió a la recepción otra vez. Lo mandaron con demasiadas personas, anduvo de allá a acá, hasta que le dieron su horario. La gente no lo miraba mucho, aunque algunos comentaban que era el día en que llegarían algunos de intercambio. Una novedad.
Se paseó buscando el salón correspondiente, hasta que topó con él. Se sentó en silencio, observando la gran cantidad de alumnos del salón. Se sintió un poco abrumado, pero alegre al mismo tiempo de poder cambiar de ambiente.
Ori corrió hasta el salón de clases. Al mirar atrás, cuando casi botó a una chica en el camino, una cabellera castaña le sorprendió y prácticamente casi le dio un ataque al corazón. Miró atrás otra vez, pero no vio el muchacho. Mi imaginación comienza a traicionarme pensó. Suspiró largamente, y se metió en el salón que le tocaba. Olvidó el hecho de su "alucinación" y se dispuso a poner atención. Pero al rato, no pudo dejar de pensar en Julian. ¡Lo extrañaba tanto! Habían pasado casi cuatro meses, y no habían tenido ningún tipo de comunicación. Prácticamente hablaba con Jenny para saber de él. Ni siquiera con su madre hablaba, era una vez al mes como máximo. Suspiró, en este momento ¿Qué estaría haciendo Julian? Probablemente estudiando, o en casa... dependiendo de que hora era en Buenos Aires. Deseaba ver a Julian, pero era lo bastante cobarde como para no querer viajar a su ciudad natal. Las heridas todavía estaban frescas, y cada noche una pesadilla la dejaba en vela, asustada de que toda la historia se repitiese. Ya no salía de noche, jamás. Solo cruzaba palabras con su padre, su hermana y una que otra chica en la universidad, ni siquiera con chicos. Les tenía miedo, incluso le asustaba andar sola a plena luz del día en calles concurridas. Era temerosa y desconfiaba de todos.
Le dolía que por culpa de algo que estaba fuera de sus manos, hubiese tenido que dejar a su novio así como así. Aunque quizás su decisión fue errónea, prefería evitarle el problema a Julian. Ella ponía siempre la felicidad de el por sobre la de ella, lo amaba lo suficiente como para que el fuera más importante que ella misma. Sabía y tenía más que claro que ella daría todo por él, y lo estaba haciendo. Si él se enterara de todo... sufriría, porque ella sabía que él la amaba como a nadie, siempre le había dicho que su felicidad, era la de él. Por lo tanto, su dolor, sería el de él. Suspiró cuando por fin tocaron el timbre y corrió fuera de la sala de clases. Se sentó en una mesa vacía de la cafetería, miró a su alrededor y se dispuso a comer su manzana, tratando de pasar desapercibida.
Por otra parte, Julian también se sentaba solo en la cafetería de la universidad. Había mucha gente, se sentía algo abrumado pero se había acostumbrado en la universidad de Buenos Aires. Lo bueno de que hubiese tanta gente, es que podía pasar totalmente desapercibido. Y le gustaba, últimamente no quería que nadie se fijara en él.

-¿Disculpa? –una voz lo sacó de sus pensamientos. Levantó la vista. Una muchacha de cabello castaño, largo y lacio, unos ojos marrones grandes y con las pestañas largas y onduladas, sus labios rosados y pequeños y ampliados en una sonrisa. Delgada, piernas largas al descubierto pues llevaba un short y unas zapatillas púrpuras.
-¿Sí? –preguntó intentando sonar amable.
-¿Eres de los chicos de intercambio? –preguntó
-Sí, soy de Buenos Aires –dijo Julian con una sonrisa gentil. –me llamo Julian Serrano.
-Hola Julian–dijo sonriendo –me llamo Caro, yo soy de Nueva York –agregó riéndose. Su risa era bastante suave y dulce. Julian sonrió, le agradó la muchacha, aunque hace mucho que no hablaba con una chica que no conociera de hace mucho. -¿puedo sentarme? –preguntó
-Claro, adelante –dijo él moviendo la silla con cortesía para que se sentara.
-¿No te molesta cierto? Intento ser cortés, te vi aquí solo, creí que nadie te había acogido... -sonrió en forma de disculpas por las posibles molestias.
-No –dijo Julian rápidamente –está bien, gracias –dijo él –eres muy amable Caro, y dime ¿estamos en la misma clase?
-Sí, en las dos que pasaron por lo menos –dijo ella riendo suavemente. Era muy adorable su risa, y ella era bastante amable. Por la mente de Julian pasó la posibilidad de rehacer su vida quizás... aunque pensara que no era posible, quizás debía torcer la mano al destino e intentarlo. –supongo que tenemos la misma edad. ¿Dieciocho?
-Exacto –dijo sonriendo, hace mucho que no le sonreía a una desconocida. –diría que tienes dieciséis si no supiera tu edad –agregó.
-¿Tan pequeña me veo? –preguntó ella divertida.
-Tienes rostro de niña –dijo Julian mientras tomaba un sorbo de refresco, que acababa de abrir mientras jugaba con la tapa.
-Me lo han dicho –dijo ella, mientras abría un paquete de gomitas. -¿quieres?
-¿Son Haribo? Las amo –admitió Julian. Sacó una y se la echó a la boca.
-Son mis favoritas –dijo ella.
-Las mías también –dijo él divertido. Miró su refresco durante unos segundos. Como si el destino no quisiese que su mirada se dirigiera hacia la muchacha que acababa de pasar frente a él. Si tan solo hubiese mirado, todo habría cambiado en esa milésima de segundo. Ori acababa de pasar frente a la mesa de una muchacha castaña y un chico que charlaban animados. Se había fijado en las gomitas que ella había estado comiendo, Haribo. Las favoritas de Julian, pensó con melancolía.
A la vuelta a las clases, Julian fue junto con Caro. Les tocaba en diferentes, pero las salas estaban una junto a la otra. El castaño se despidió con una sonrisa y un beso en la mejilla de la enana, y ella le dio una sonrisa.
Ori vio a su compañera de asiento en esa clase llegar. Caro, era su nombre al parecer. Era una chica rubia con rostro de niña, pero extremadamente hermosa.

-Hola Ori-le dijo con una sonrisa.
-Hola Caro–dijo ella esperando no haberse equivocado de nombre. Al parecer no, pues ella se dispuso a decir otra cosa.
-Conocí a uno de los chicos de intercambio –comentó la enana –es un español, está para morirse Ori-dijo la castaña. Los españoles son para morirse pensó Ori. –es muy bonito, ojos café grandes, muy alto y castaño. –el corazón de Ori se paró durante unos segundos. No, Julian no podía estar en USA. Serrano estaba a kilómetros, en Argentina.
-¿Ah sí? –preguntó intentando sonar calmada. -¿y cómo se llama?
-Julian... no estoy segura de su apellido –comentó la muchacha. No, tenía que ser tan solo una fea coincidencia. Era imposible, Julian había postulado a la universidad de Buenos Aires, debía estar estudiando allá. Ni siquiera sabía la ubicación de Ori, tampoco era posible que la hubiese ido a buscar. Quizás tan solo eran un montón de consecuencias.
-Ah... ¿y qué charlaron? –preguntó sintiendo sus manos temblar. Su frente estaba empapada en sudor, pues se había puesto demasiado nerviosa.
-Mhm, nada, comentó que era de Buenos Aires y que se había ganado una beca de intercambio, ah y justamente estaba comiendo gomitas Haribo, ya sabes, me encantan, y el dijo que eran sus favoritas. –dijo ella. Justamente el profesor llegó y ambas se quedaron calladas. Ori estaba congelada, eran demasiadas coincidencias a su gusto. Y el chico con el cabello castaño que creyó haber imaginado... sintió que comenzaba a sudar, sintió su corazón palpitar desbocado. No, quizás estaba alucinando.
Ese día se fue a su casa intranquila. Sentía que todos la miraban, o que chocaría de frente con Julian. Aunque no estuviese segura de que fuese él. Suspiró cuando llegó a su casa y por fin cayó en su cama, sin decirle nada a nadie. Si Julian estaba ahí, no había mucho que pensar. Sabía que apenas lo viera su fortaleza, aquella que utilizó para huir de Argentina, caería y se lanzaría a sus brazos a decirle que lo ama.
Finalmente, intranquila, se quedó totalmente dormida.  

Como amar II Orian II AdaptadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora