Capítulo 48 (+13)

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  La primera semana de Julian en Nueva York había salido bastante bien. En realidad, Ori era la razón. No podía creer cuan afortunado era al haberse encontrado con ella. Fue como si el destino quisiese su rencuentro, todo había sido puesto en una dirección para q ue ellos estuviesen juntos.
Pero Julian al observar a Oriana, se daba cuenta que tenía mucho que hacer para lograr que volviera a ser la misma Ori de siempre. La observó minuciosamente, cada vez que un chico pasaba junto a ella, se movía lo suficiente para que ni siquiera pudieran rozarse el cuerpo de casualidad. Miraba, llena de miedo, a la gente que veía alrededor y aún sus pasos eran inseguros en cuanto a Julian. El chico sabía que había un larguísimo camino que recorrer para superar todos los temores de ella, pero el más grande sería cuando el maldito bastardo pagara lo que le había hecho. Pero por ahora, quedaba solo aprender con ella, aprender día a día, ayudándola a recuperarse, esperando lo que fuese necesario para tenerla entre sus brazos, aprender a amarla como merecía, aprender como amar.

-Esta tarde no tengo que estudiar –comentó Julian mientras rodeaba a Ori con su brazo y caminaban abrazados. -¿te apetece venir a mi apartamento y rentamos algunas películas o algo así?
Ella le sonrió como respuesta afirmativa. Caminaron lentamente sin decir mucho por la calle, mientras Julian tarareaba una canción. Después de tantos meses de tortura, ella comenzaba a sentirse protegida otra vez, como si los brazos de él fuesen un chaleco antibalas contra aquellas balas de maldad que la atormentaban día a día. Se abrazó más a él, lo que logró que Julian curvara sus labios en una sonrisa. Y aún para él era como un sueño verla allí, sonriéndole, riéndose, abrazada a él.
-Llegamos señorita –dijo cuando abrió la puerta al salir del ascensor –pase, está en su casa. –Ori sonrió divertida, y entró, el la siguió. Cerró la puerta tras de él, y lanzó su mochila a un lado. Ella dejó cuidadosamente su bolso a un lado también.
-Lo desordenado no se te quita ¿eh? –dijo ella divertida.
-No –dijo sonriendo orgulloso. La abrazó contra él y le besó la frente –enana, ¿qué quieres hacer?
-No lo sé Ju –dijo ella sonriéndole coqueta. -¿qué se te ocurre?
-Me golpearías si te lo dijera –dijo el en un susurro, ella se rio y le golpeó el hombro. El sonrió divertido.
-Pervertido –murmuró ella riéndose. Julian le besó la frente y se dirigió a la cocina.
-¿Tienes hambre? –preguntó el castaño mirándola con su sonrisa de siempre.
-Sí –admitió ella.
-¿Qué quieres que te prepare? –preguntó él mientras miraba su refrigerador.
-¿Cocinas ahora? –preguntó ella
-Algo, pero es solo por ti –contestó él guiñándole un ojo de forma coqueta. Ori lo miró con ternura.
-Mejor solo llama unas pizzas, para que no perdamos tanto tiempo –dijo ella mientras tomaba su celular. Julian asintió. Le quitó el teléfono de las manos a Ori quien lo miró con el ceño fruncido y marcó el número de la pizzería que aparecía en su guía telefónica. Pidió unas pizzas, mientras Oriana había desaparecido de su vista. Cortó, frunció el ceño y fue a buscarla. Ella estaba en su habitación observando curiosa el lugar.
-¿Intentas escapar? –preguntó Julian. Ella volteó y le sacó la lengua. El rio suavemente. –ven acá preciosa –susurró ofreciéndole la mano para que la tomara. Ella la tomó con una traviesa sonrisa. Entrelazaron sus dedos, y se miraron fijamente. Ori sentía que Julian estaba haciendo su mejor esfuerzo por ayudarla, y sentía todo el amor que el muchacho intentaba transmitirle. Solo mirando sus ojos café, la forma en que la miraba, podía darse cuenta que realmente él jamás se olvidó de ella. Julian se inclinó para que sus rostros estuviesen más cerca. Ori desvió su mirada a los labios del muchacho, y sintió aquella necesidad irremediable de besarlo y jamás parar. Él medio sonrió al ver la mirada de la chica en su boca, así que supo que le estaba permitido dar el siguiente paso. Se acercó más a ella y cerró los ojos al sentir los labios de ella tocando los suyos. Soltó la mano de la chica y la puso en su cintura, acercándola más a él. Se inclinó un poco más mientras ella se ponía de puntitas para profundizar más el beso. Julian sintió que iba a explotar si no seguía avanzando, era de aquellos momentos en que la cordura se le escapa de las manos cuando se perdía en los labios de la chica que amaba. La empujó con cuidado, haciéndola tropezar y caer en la cama. Ella se rio con dulzura, Julian aprovechó y se puso sobre ella, sin aplastarla, pero volviendo a la tarea de besarla sin siquiera pensar en parar. Ella rodeó su cuello con sus brazos, mientras jugaba con el pelo que tenia en la nuca del castaño. Julian aún algo consciente, bajó muy lentamente su mano, para evitar asustarla, para poco a poco subir la blusa de la muchacha, y acariciar la piel de su estómago. Ori sintió aquellos nervios otra vez, peor estaba tan consumida y tan ocupada en llevar el ritmo de los labios de Julian, que se dejó llevar. Las manos de él subieron para quitarle la blusa, pero antes de quitarla por completo la miró a los ojos y le besó la frente, dándole seguridad, esa seguridad que tanto le hacía falta. Ella lo miró nerviosa, pero aun así lo besó otra vez. Julian depositó un húmedo y sonoro beso en su cuello a lo que ella respondió con un sorpresivo gemido. Eso animó al castaño a seguir en esa zona de su piel, besándole el cuello con tanta concentración, provocándole tantas sensaciones que extrañaba. Ori sentía que necesitaba más y más de el. Lo obligó a quitarse la camisa para volver a ver su cuerpo, aquel que tanto extrañaba. Una sonrisa traviesa se formó en sus labios al ver que ahora el pecho de Julian  estaba más marcado. Al parecer había estado yendo al gimnasio. El castaño no la dejó descansar y capturó sus labios otra vez, mientras llevaba su mano al broche de su corpiño. Ella se levantó para permitirle sacarlo.

-No tengas miedo... -susurró el con una voz demasiado ronca y sensual para el autocontrol de Ori -yo jamás te haría daño... -se acercó más al oído de la muchacha mientras dejaba que el corpiño cayera por sus brazos –estás conmigo ahora, solo déjate llevar.

Su mano fue hasta uno de los pechos de la muchacha y lo acarició lentamente, haciéndola gemir. La besó otra vez mientras con cuidado bajaba el pantalón de la chica. Todo era extremadamente lento, pero a la vez lo hacía con cuidado. Necesitaba darle la confianza y seguridad que ella necesitaba. La ropa de ambos desapareció rápidamente, casi por arte de magia, pero aún así, sus movimientos seguían siendo lentos. Julian la observó con cuidado, su cuerpo seguía siendo maravilloso, sentía que ya no podía esperar mucho. Las ganas de entrar en ella dolían. Besó sus labios otra vez mientras su mano subía por su vientre.

-Te amo pequeña mía –dijo él mientras se acomodaba entre las piernas de ella. Ori seguía un poco temerosa, pero las ganas de que Julian volviese a amarla como solo él sabía eran mayores. Al fin y al cabo, su mente razonó. Era Julian, él único hombre que jamás sería capaz de hacerle daño. Él se movió con cuidado para entrar en ella lentamente. El cuerpo de Ori se tensó totalmente por el miedo y los recuerdos tortuosos de Buenos Aires, por lo que le dolió sentir a Julian dentro de ella como si fuese su primera vez. –amor, relájate o no lo disfrutarás –le susurró él –estás muy tensa.
Para ayudarla, le besó los labios con lentitud y dulzura. Deslizó sus manos por sus pechos haciéndola temblar. Se movió lentamente, haciendo que ella gimiera.
-Shh... ya pasará –dijo él. Las lágrimas comenzaron a salir de los ojos de Ori. Dolía, más que su primera vez. Julian se desesperó al no encontrar forma en que no le doliese tanto. –amor, no hagamos esto, la idea es que lo disfrutes no que estés así...
-No... sigue –pidió ella mientras intentaba acomodarse para encontrar una posición en que no sintiera aquel infernal dolor.
-Cariño, estás llorando. –dijo él mientras le acariciaba la mejilla.
-Se pasará –dijo ella. Necesitaba que Julian borrara el rastro de ese bastardo de dentro de ella. Necesitaba pertenecerle solo a él. –solo necesito relajarme –dijo limpiándose las lágrimas del rostro. Él asintió y comenzó a besarle el cuello otra vez para lograr que se dejara llevar. Poco a poco los besos y caricias del muchacho la relajaron mucho más. Así que dio otro movimiento contra el cuerpo de la muchacha. Aún dolía, pero era mucho más soportable.
-¿Duele aún? –preguntó él en un susurro.
-Menos –susurró ella sintiéndose mucho mejor. Julian atrapó sus labios mientras daba otro movimiento contra el cuerpo de ella. Poco a poco el dolor se transformaba en placer, además las palabras de Julian y el tono tan dulce de su voz comenzaban a hacer efecto en ella.
-Así... -susurró Julian –estás mucho más relajada... -dijo con voz ronca en su oído. Las manos de Ori se deslizaron por la espalda del muchacho, mientras el se movía dentro de ella. Ella comenzaba a arquearse bajo el cuerpo del muchacho con cada embestida, sentía que el placer la consumía lento, pero a la misma vez más rápido de lo que quisiera. –te amo... -susurró el contra su oído, con la voz entrecortada por la agitación. Estaban a punto de llegar ambos, sentían que el placer los haría explotar. Peter se movió otra vez y ella no aguantó y todo su cuerpo se tenso y tembló ante la llegada del orgasmo. Julian llegó unos segundos luego, susurrando su nombre en un gemido. Sus cuerpos seguían tensos luego de aquel momento. Largos segundos después, comenzaron a recobrar el aliento. Ella abrió los ojos y vio a Julian sudado, con sus ojos cerrados disfrutando los últimos vestigios de aquella maravillosa sensación. El muchacho abrió sus grandes ojos café y la miró fijamente. Lo único que el atinó a hacer fue abrazarla. Se abrazaron con fuerza, y el castaño no pudo evitar que el nudo en la garganta que sentía explotara, haciéndolo soltar lágrimas. Todo lo que siempre había amado estaba allí, era ella. Y después de haberla perdido y haber creído lo peor todavía estaba ahí, pero sentía que no estaba siendo lo suficientemente bueno para hacerla olvidar. 

-Ju ¿qué sucede? –preguntó ella incorporándose. Julian la miró con los ojos llenos de lágrimas. Las manos de Ori fueron al rostro de Julian. Limpió sus lágrimas con cuidado.
-Ori -susurró él. –perdóname... siento tanto no haber sido el novio que merecías, tu eres hermosa, eres la mejor chica, te mereces lo mejor y has pasado tanta asquerosidad sola... -hablaba rápido y las palabras casi no se le entendían. –dios, si pudiera retroceder el tiempo... Ori te amo, dios santo, te amo tanto, necesito hacerte saber que jamás te dejaré sola otra vez, nunca más mi amor.
-Peter cariño tranquilo... -susurró ella. Julian la miraba destrozado. –no tienes la culpa de nada ¿sí? Ahora me siento segura contigo mi vida...

Julian sonrió un poco y la abrazó con fuerza. Solo quédate conmigo.
El timbre sonó, entonces se miraron y comenzaron a reírse. Se habían olvidado completamente de las pizzas.

Como amar II Orian II AdaptadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora