Julian esa mañana se levantó de mejor ánimo. Dochi(Caro) y él habían ido a un Starbucks a charlar, y le pareció alguien agradable y fácil de tratar. Cuando le preguntó acerca de sus novias, omitió el nombre de Ori, solo dijo
-Un caballero no tiene memoria.Así que se llenó de optimismo, y marchó a clases con una sonrisa. Había intentando bloquear totalmente a Oriana de su mente, así no terminaría totalmente deprimido en su ya tercer día de clases. Se arregló un poco, se puso su perfume favorito y salió. Ahora le parecía más fácil llegar.
Era divertido, Oriana había estado sugestionada por nada, según ella. Al no encontrarse con Julian el segundo día, creyó que el tipo que Dochi había descrito no era más que una mera coincidencia. No sabía lo equivocada que estaba.
Ese día llegó más temprano, y se sentó adelante en la clase. Su I-Pod estaba reproduciendo Stereo Hearts, se sintió algo extraña. Julian, en cualquier canción, venía a su cabeza. Todo lo que hablase de amor, de un beso o solo de una pareja, la hacía recordar a su castaño favorito. Suspiró, percatarse que lo necesitaba tanto le dolía. Y se odiaba a sí misma sabiendo que antes jamás le había puesto atención, más que para llamarlo su mejor amigo. Julian era mucho más que eso, él era mil veces más.
El profesor llegó. Tenía que comprobar que estuvieran todos, porque habían hecho pequeños cambios de clase. Ella espero su nombre, era una de las últimas. Pero, un nombre que no estaba anteriormente, la congeló de pies a cabeza.-Julian Ezequiel Serrano
-Presente. –la voz grave la tenía al borde del desmayo. No, eso no había sido una alucinación. Era Julian, y estaba exactamente en la misma clase que ella.
-Oriana Sabatini-Presente
Julian sintió que la sangre se le esfumaba, al igual que el aire. No era posible. No podía ser que fuera un coincidencia, no, no lo era. Su voz, era imposible de confundir. Era su voz, aquella suave y melodiosa voz que había deseado con tantas ansias escuchar. Ella estaba ahí.
Ori se atrevió por fin a voltear, intentó pasar desapercibida, pero un mal cálculo logró solamente que su mirada chocara con un par de ojos café que conocía desde hace muchísimo tiempo.
Era ella, lo estaba observando. La vio voltear bruscamente. Pero la había visto, su mirada estaba ahí, era ella, hermosa y perfecta. Lo único que ahora lograba ver, era su cabello largo caer por su espalda, ella estaba levemente recostada en la mesa. No podía creerlo. ¿Era ella o una mala pasada de su imaginación? No, no podía ser una alucinación tan real. Sentía que la clase se le hacía eterna. ¿Qué le diría? No sabía, solo tenía claro que correría hacia ella apenas terminara la maldita clase. El salón era inclinado, es decir, el profesor estaba en lo más bajo, y los puestos iban por filas que subían y lo dejaba como una especie de mini teatro. Y el tenía toda la vista de ella abajo. Necesitaba hablarle, sentía que la desesperación y las ansias lo carcomían. Estaba congelado, pero a la vez tan ansioso de correr hacia ella, aunque no tuviera idea el porqué de todo, necesitaba solo verla de cerca, recordar que todo había sido real. Recordó entonces que Ori una vez le había contado que su padre vivía en Nueva York. ¡Cómo no lo había pensado! Había sido un imbécil. Fuera de Argentina, era casi obvio que se iría a USA con su padre. Se sintió un completo tarado.
Ori no quería que la hora llegara. Quería que la maldita clase jamás terminara. Tenía miedo, sabía que iba a correr y que se escondería y probablemente se ocultara de Julian hasta que pudiese. Aunque sabía que era una misión casi imposible.
El timbre sonó cuando menos se lo esperaban, Ori, quien tenía sus cosas guardadas hace cinco minutos, corrió de allí. Gracias a Dios, la multitud aún no salía. Corrió rápidamente. Julian la perdió de vista. Guardó de golpe sus cosas, la vio correr fuera de la sala, pero la multitud le impedía pasar.-Con permiso –decía desesperado. La vio dar la vuelta. Hacia dónde, no sabía. No conocía el campus. Así que solo corrió hacia allá y dio la vuelta. Dochi se cruzó en su camino, pero el le dijo que estaba un poco apurado, así que intentó buscar por todos lados. Al cabo de quince minutos, aún no la encontraba y comenzaba a pensar que se había vuelto loco y habían sido solo alucinaciones. Pero al cruzar uno de los patios y dar la vuelta por uno de los costados del edificio, el corazón se le paró y volvió a latir fuerte.
Ori se había ocultado en aquel solitario lugar al costado del edificio de ciencias físicas. Era solitario, y podía llorar tranquila cuando lo necesitaba. Tal como ahora. Era Julian, y sabía que tarde o temprano la iba a encontrar. Mas temprano que tarde. Comenzó a derramar lágrimas, mientras miraba el verde césped. Miró ahora al cielo nublado y rompió a llorar con más fuerza. Era él, después de todo, estaba ahí. O el destino era muy cruel, o Julian había ido por ella. Desechó la segunda, nadie sabía donde ella estaba. Sí, el destino era lo bastante cruel como para jugarle aquella mala pasada.
Entonces, alguien interrumpió sus pensamientos y fue a quien menos quería encontrarse.-¿Ori? –levantó la mirada y esa luz que brillaba en sus ojos le congeló el cuerpo.