-¿Y ahora tienes miedo? Eres un cobarde –dijo ella riéndose. Tomó la mano de su novio, casi arrastrándolo mientras abría la puerta de su casa. Julian se mordía el labio o se sacudía el cabello a cada segundo. Ella rodaba los ojos, después de todo, el le había pedido conocer a su padre y ahora estaba muerto de miedo.
-¿Y si no le caigo bien? –preguntó el castaño. Ella lo hizo pasar y cerró la puerta tras ella.
-Te adoraran, yo lo sé –dijo ella con una sonrisa. Julian la miró con desconfianza, caminó tras ella. -¡Llegamos! –dio un gritito para que su padre bajara. Serrano se sacudió el cabello otra vez, como si eso le fuese a quitar el nerviosismo.
Entonces apareció el padre de Ori. Julian no lo conocía, pues el se había ido antes de que él conociera a Oriana. Era un hombre bastante alto, de contextura delgada. Sus ojos eran color café verdoso, reflejaban una alegría y una vitalidad dignas de imitar, tenía las facciones algo finas, Ori se parecía bastante a él. Al sonreír, tenía dientes blancos y bonitos, y su sonrisa parecía iluminar el lugar, tal como la de su hija. Se acercó al muchacho y le tendió la mano con amabilidad.-Hola muchacho, soy Osvaldo Sabatini, padre de esta hermosa chica –dijo dándole una sonrisa cariñosa a Ori, quien sonrió ampliamente.
-Hola señor, soy Julian Serrano... novio de esta hermosa muchacha –dijo sonriéndole a su novia. Ella se rio divertida, mientras sus mejillas se coloraban.
-Solo dime Ova –dijo el hombre. Volteó en dirección a las escaleras de la casa y gritó -¡Hija, ven a saludar a tu cuñado!Julian sonrió al escuchar eso. El padre de Ori lo había aceptado bastante bien, y al parecer le agradaba. Oriana le dio una tierna sonrisa. Se sentía tan bien que las cosas marcharan bien. Era como si todo fuese obra del destino, como si todo repuntara en su vida.
Una muchacha bajó las escaleras mirando curiosa. Era increíble el parecido que tenía con Ori. Cabello largo y oscuro, ojos cafés, piel blanca y esa misma iluminadora sonrisa. Miró a Julian, y le dio una amable sonrisa. El le respondió la sonrisa. Ori tenía una hermana muy bonita, era solo un poco más baja que Ori, delgada y curvilínea, aunque su rostro la hacía ver más dura y ruda que su hermana, pues Ori inspiraba ternura y fragilidad.
-¡Así que tu eres el famoso Julian! –dijo la muchacha divertida, se acercó y besó la mejilla del muchacho con total naturalidad –soy Titi, la bebé de la familia –dijo divertida.
-Julian Serrano –dijo el muchacho.Así que la cena transcurrió bastante grata. Ambos se sonreían cuando se miraban. Julian charlaba con el padre de su novia como si lo conociera de toda la vida. La hermana de Ori era mucho más extrovertida que su hermana, pero tenía aquella simpatía natural que caracterizaba a su novia.
-¿Y cuánto tiempo te queda de estancia en Nueva York? –preguntó el padre de Oriana.
-Cuatro semanas –contestó el chico. Ori comenzó a toser. La sorpresa la había hecho tragar demasiado rápido. No se había dado cuenta como había volado el tiempo desde que Julian llegó. Lo pasaban tan bien, incluso estudiando se divertían. La pregunta tomó por sorpresa a Oriana y mas aún la respuesta. Serrano la miró algo preocupado y confuso.
-Estoy bien –musitó ella evitando su mirada.
-¿Y qué tal te ha tratado nuestra ciudad? –preguntaba Osvaldo. Su yerno le contaba todo lo que habían hecho, y lo que más le gustaba. Mientras tanto Oriana meditaba ¿qué pasaría cuando pasaran las cuatro semanas? Julian debía irse, debía seguir estudiando. Pero ¿y ella? ¿Volvería a Buenos Aires o se quedaría allí, lejos de su tortuoso pasado? No quería volver, pero tampoco quería dejar a Julian. Y sería muy egoísta de su parte permitir que el pensara siquiera en quedarse en Nueva York. Tenía a su familia, a sus amigos, y en realidad tenía toda su vida en Argentina. Y allí era donde pertenecía.
La cena se pasó volando. Era bastante tarde, y aunque Oriana le había pedido a Julian que se quedara, el no había llevado ropa y no le parecía correcto, pues había conocido recién a su padre.-¿Por qué no te vas a mi apartamento? –preguntó él -¿o prefieres quedarte?
-Quiero ir contigo. –dijo ella- Y disfrutar el tiempo que queda.El sonrió y la espero mientras guardaba ropa. Ella se despidió de su padre y fue con su novio. Llegaron al apartamento, estaban callados, no había demasiado que decir. Ella estaba pensando en el hecho que solo tenían cuatro semanas para estar juntos, y le parecía poco. En realidad, ella quería estar toda la vida con él, ni sesenta años serían suficientes.
-Estás muy callada –observó Julian-¿pasó algo nena?
-¿Realmente te vas en cuatro semanas? –preguntó mirándolo con desesperación. Si Julian la dejaba, todo volvería. Absolutamente todo.
-Ori... –dijo Serrano entendiendo el motivo de su silencio –amor... eso está establecido desde que llegué, no puedo quedarme –dijo de inmediato. No quería hacerle ilusiones a Ori.
-Lo sé –dijo ella lanzando un suspiro. –no quiero dejarte.
-Yo tampoco quiero irme sin ti princesa –dijo acercándose a ella y rodeándola protectoramente, ella se refugió en su pecho intentando no llorar. –No estés triste, las cosas irán bien, ya verás.
-No irán bien si no estamos juntos –dijo ella mientras se separaba de Julian para mirarlo a los ojos –gracias a ti estoy bien amor, gracias a ti he comenzando a sentirme un poco mejor. ¡No me pidas que esté sin ti otra vez! –dijo con los ojos llenos de lágrimas. Serrano intentó poner su mano sobre la mejilla de la muchacha, pero ella lo apartó bruscamente –no me dejes... -pidió con la voz quebrada.
-Mi amor... debo irme, ya lo sabes –murmuró Julian –disfrutemos el tiempo que queda, y luego veremos que hacer. A no ser... que quieras volver a Buenos Aires conmigo –musitó. Oriana se quedó helada viéndolo. ¿Volver? Si lo había pensado, pero su pasado estaba allí, y el culpable de que su vida se hubiese transformado en una verdadera mierda vivía allí. El la miraba atento de sus reacciones, viendo el temor nacer a través de sus ojos. –solo si quieres.
-Julian... -dijo ella en tono de súplica –tengo miedo.
-Lo sé cariño, pero sabes que conmigo nadie volverá a hacerte daño –dijo el firmemente. –Jamás –le aseguró acercándose a ella. Sus labios buscaron de inmediato los de ella. Necesitaba sentir su boca sobre la suya, quería seguir demostrándole que él era capaz de cuidarla, de asegurarle que podía ser su superhéroe otra vez, aunque sin volver a fallarle. –dios, no sabes cuanto te amo... -susurró sobre sus labios.Ori se abrazó al cuerpo de su novio, sintiéndose segura otra vez. Al parecer su decisión estaba tomada.