El dolor de cabeza por una mala noche comenzaba a aparecer apenas abrió los ojos, como si hubiese tenido una terrible resaca. Suspiró pesadamente, mientras unos rayos de sol se colaban por la ventana. Aun así, hacía frío. No quería levantarse, era un día como cualquier otro ahora que volvía a despertar en Buenos Aires. Tomó el celular y revisó su correo electrónico. Su novia le había escrito, sonrió automáticamente.
¨Espero que hayas llegado muy bien, apenas subiste al avión comencé a extrañarte. ¿Cómo están todos en Londres? Envíale saludos a los chicos, y recuerda, no hagas alguna estupidez, lo prometiste. Te amo cariño.¨
Julian sonrió, y contestó de inmediato, asegurándole que no haría nada tonto, y que la extrañaba con toda su vida. Y prometió mandarle los saludos a los chicos.
Tomó una ducha, se vistió y fue a dar una vuelta. Había un sol maravilloso, pero aún así se puso uno de sus buzos con capucha. Salió de su casa, y caminó sin una dirección muy clara. Quería estar con Oriana, pero aún así sabía que las cosas se complicarían mucho apenas ella llegara.
Intentó hacer algo de fricción con sus manos frías, fuera estaba bastante frío. Miró a su alrededor, no había mucha gente, pero aún así se sentía muy bien estar ahí. Extrañaba su hogar, la tranquilidad de Argentina, comparada con la ajetreada vida de Nueva York. Aunque faltaba algo, y ese algo llegaría en unas tres semanas. No quedaba demasiado, pero para él, era bastante.
Mientras pensaba en ella, ocurrió lo que más temía. Su vista perdida en el horizonte divisó una figura humana que se acercaba, con unas bolsas. Fijó más su mirada, quizás sería uno de sus vecinos, y así era, pero no uno de los que hubiese deseado.
Sintió una quemazón recorrerle el cuerpo, la ira se apoderaba de él. Roberto caminaba despreocupado por la acera. Contrólate se dijo a sí mismo. Pero le era casi imposible, sobre todo cuando el malnacido le dirigió la palabra.-¡Serrano has vuelto! ¿Qué tal Nueva York? –su voz le parecía desagradable, sintió ganas de matarlo, golpearlo contra el pavimento y matarlo. Ayúdame... se dirigió a Dios otra vez. Y otra idea vino a su cabeza. Si Roberto sospechaba que él sabía algo de Oriana, escaparía. Tenía que idear bien el plan, así que intento parecer lo más calmado posible.
-¡Ajetreado! –dijo intentando sonreír -¡Nada comparado con Buenos Aires!
-Te creo –dijo el hombre con una sonrisa, que a Julian le pareció totalmente irónica -¡es bueno verte muchacho!El castaño asintió sonriendo, y el hombre entró a la que alguna vez fue la casa de su Ori. Avanzó a paso rápido a algún lugar que le despejara la mente. Su parque favorito estaba a la vista, corrió hasta allí, sintió la brisa cosquillearle el rostro, algo de alivio se apoderaba de él, pero rápidamente volvió el maldito sentimiento de ira y odio, sus ojos se llenaron de lágrimas. Llegó hasta allí, y se acercó a un árbol, donde se sostuvo y tomó un respiro. Miró el suelo, dejando las lágrimas caer. Quiero asesinarlo... solo quiero verlo muerto. Su mente estaba fuera de sí, y lo entendía. Lo odiaba, le tenía asco, quería vengarse. Ni siquiera la muerte le parecía suficiente castigo. Miles de recuerdos amargos llegaron a su mente.
-Flashback-
-Te amo linda -Oriana lo miró sonriendo y lo besó. Julian comenzó a bajar las tiras que sostenían su blusa, cuando en su hombro, vio una cicatriz de la que nunca antes se había percatado. -¿qué te pasó ahí? –la miró dudar, y sus ojos cristalizarse. Entendió de inmediato. El bastardo le había hecho eso -¿tienes otras? –preguntó intentando controlar la ira. Ella asintió. Serrano comenzó a percatarse que en el delgado cuerpo de su novia habían muchas cicatrices que nunca antes había visto. La ira se apoderó de él, y solo atinó a abrazarla contra su cuerpo y lloriquear como un niño pequeño.
-Fin del flashback-
Julian miró el árbol mientras limpiaba sus lágrimas con violencia. Sintió su pecho apretado de la ira. Todas las incontables veces que vio a Oriana llorar entre sueños, gritar en la noche, despertar totalmente espantada sin recordar que su novio ahora estaba con ella y que lo peor había pasado. Pero eso no quitaba que eso lo destrozara por dentro. Tenía que ser fuerte, para no mostrarse débil ante ella, que ya lo estaba y no necesitaba deprimirse más. Pero él no había tenido tiempo de desahogarse como correspondía. Ahora que estaba solo otra vez, una mezcla de sentimientos había vuelto para apoderarse de él en cuerpo y alma. Respiró agitadamente mientras lloraba, sentía que se podría ahogar en su propio llanto. Miró el árbol, y toda la ira se acumuló y explotó. Golpeó el árbol con tanta ira, que sintió un dolor agudo en ambas manos. Cerró los ojos y se lanzó al suelo, se sentó y se tomó la cara. Sintió un agudo dolor en una muñeca y en la palma de ambas manos. Se miró sus manos y estaban totalmente ensangrentadas.
-Mierda –susurró. Se había tomado la cara y probablemente se había dejado lleno de sangre. Efectivamente sentía la cara pegajosa. Probablemente, si alguien lo veía, se espantaría. Limpió sus lágrimas un poco con la manga de su buso, y se levantó para ir a casa.
Entró silencioso, no quería que lo vieran así. Su muñeca comenzaba a dolerle demasiado, probablemente se había fracturado algo. Iba a entrar al baño a lavarse, cuando sintió a alguien dar un chillido. Su madre lo había visto.-¡JULIAN EZEQUIEL! –dijo espantada -¿Qué te sucedió? ¡Robin! –gritó. Su hijo intentó calmarla.
-Mamá, tranquila, son solo las manos... yo... me caí –mintió.
-¡Tienes sangre en el rostro! –dijo frunciendo el ceño.
-Solo me pasé las manos por la cara, déjame ir a lavarme –entró al baño. Robin llegó y entraron con él. Su madre le limpió la cara con cuidado, pero al ayudarlo con sus manos, Julian gimió. Estaban llenas de pequeños cortes, y su mano izquierda comenzaba a hincharse –creo que me rompí la muñeca –susurró. Diana negó con la cabeza. La sangre seguía corriéndole por las manos, así que Robin fue por unas vendas para evitar la hemorragia.Dos horas después, Serrano estaba con un yeso en el brazo izquierdo y un cabestrillo para sostenerlo. Su otra mano estaba vendada, se había hecho cortes bastante feos. Su madre lo miraba con recelo, la caída le parecía bastante extraña, pero no hizo demasiadas preguntas.
-Julian, no te creo esa mentira de la caída –dijo Maximiliano fríamente cuando los chicos llegaron a verlo. El muchacho intentó parecer lo más honesto.
-Es verdad, me caí.
-Serrano, tus reacciones ante el enfado suelen ser golpear cosas ¿qué golpeaste? –preguntó Agustin frunciendo el ceño.
-Nada –musitó.
-Sé honesto –exigió Chon.
-Bien –se dio por vencido –me encontré con... Roberto, sentí tanta ira que tuve la necesidad de correr. Llegué al parque, golpeé un árbol en un ataque de ira, y me rompí la muñeca y me corté las manos. –admitió.
-Imbécil –bufó Maximilianp
-Tarado –dijo Agustin
-Estupido –dijo Alejandro (Chon)
-Mierda –soltó Eliseo.Julian suspiró. Tendría ese maldito yeso alrededor de un mes. Y si Oriana se enteraba, lo regañaría.