Julian volvió y se pasaron el rato charlando, riéndose y recordando cosas de su infancia. Era divertido en cierta forma, ver el pasado y ahora, lo que eran y lo que son, y el como las cosas cambian.
Julian alrededor de las once y media, cerró los ojos y fingió haberse dormido. Ori suspiró, pese a que quería que Julianpasara las doce con ella, para esperar su cumpleaños, entendía que estuviese exhausto. Así que se acomodó en el lado de la cama que daba a la pared, y volteó dándole la espalda a Julian. Cerró los ojos y automáticamente se durmió.
Julian con sigilo, miró la hora en su celular. En diez minutos serían las doce. Se paró con cuidado, verificó si ella estaba dormida, y bajó donde estaba su madre con el gran pastel que habían comprado. Prendieron las velitas, mientras Julian se guardaba la pequeña cajita en el bolsillo. El regalo de Ori. Su madre lo ayudó a subir con el pastel, eran las doce. Abrieron la puerta de la habitación de Julian, prendieron la luz y cantaron el feliz cumpleaños. Ella despertó y sonrió al ver la sorpresa. El había planeado todo.
-Feliz cumpleaños linda –dijo Diana mientras el sostenía el pastel, la abrazó y le besó la frente. Ella era como una madre para Ori. No como su verdadera madre, Diana se preocupaba mucho más de ella.
-Gracias Diana, te agradezco todo lo que has hecho por mí –dijo con una sonrisa.
-De nada, eres parte de la familia Ori -dijo con una sonrisa. –dame el pastel Julian, dejaré que felicites a tu novia –ellos se miraron y sonrieron automáticamente. Diana tomó el pastel. –los espero abajo.
-Gracias mamá –dijo. El se acercó a su novia y la rodeó en un gran abrazo. Cerraron los ojos, esos momentos debían sentirlos solamente. –Feliz cumpleaños Ori, solo quiero decirte que gracias por ser tú, gracias por darme una oportunidad en tu vida luego de todo el tiempo, y gracias por ser mi maravillosa y perfecta novia. Te amo –ella sonrió, Julian la miró a esos ojos marrones verdosos, le besó la frente, la nariz y los labios. Se rieron mientras se besaban, y se volvieron a abrazar.
-Gracias Julian –susurró –te amo, gracias por demostrarme que lo que realmente necesitaba estuvo siempre aquí –el le sonrió. Le entregó el regalo. Ella se mordió el labio nerviosa. -¡no debiste!
-Sí debía. –dijo él. Miró ansioso a que sus manos abrieran la cajita. Entonces fue cuando sacó la pulsera. Era de plata, y traía varios colgantes. Un corazón, una llave, una pequeña Torre Eiffel, un pequeño Big Ben, un angelito y lo que más resaltaba debido a que llevaba un color suave rosado, eran dos letras unidas. Una J y una L. Ella sonrió con los ojos llorosos –amor es precioso-Lo abrazó y lo besó, luego la ayudó a ponerla en su brazo. Ambos sonrieron. –gracias. –el le sonrió.
-Bajemos, mamá quiere comer pastel junto a Robin –ambos rieron. Se tomaron de la mano y bajaron. Disfrutaron con la familia de Julian, todo parecía hermoso. El amaba verla feliz y sonreír, era como si todo dependiera de ella. Nunca creyó que podía querer tanto a alguien, siendo que era prácticamente un mocoso, pero la amaba, como nadie.
-Bien, lo hemos pasado genial, mañana podemos seguir celebrando –dijo Diana divertida. –buenas noches chicos.
-Buenas noches –dijo Robin sonriendo.
-Buenas noches –dijeron Julian y Ori. Se pararon, se tomaron de la mano y subieron a la habitación de Julian. Ella se tiró en la cama con una melodiosa risa, Julian cerró la puerta mientras se quitaba la remera dispuesto a dormir, se quitó los pantalones, siempre dormía desnudo, aunque claramente no era la ocasión, o al menos parecía que no. Ella se levantó mientras se acercaba a Julian. Pasó sus dedos con cuidado por los magullones del cuerpo de Julian.
-Te daré una camiseta para que duermas –dijo Julian mientras pasaba su mano por la mejilla de ella, ella cerró los ojos. Lo detuvo antes de que diera un paso, tomándole su brazo con firmeza. Julian la miró algo confundido. -¿qué pasa?
-Estoy lista –susurró Ori mirando directamente a los ojos a Julian.
