-Las Puertas del Cielo-

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"Siempre sentiré su fuerza, y a pesar de todo no pueden ser mis manos para hacer lo que debo hacer. Gracias por la lección, debo ser fuerte, aun así, jamás, por nada del mundo dejare de quererlos, aun así cada uno lastime mi corazón Múltiples veces."
LR.

Lumina estaba arrodillada, frente a un altar. Eso era lo malo de ir en una escuela católica.

Tenía frío. Mucho frío, y a pesar de todo, no se iba a rendir, aunque la siguieran sobajando en ese lugar, no podía rendirse. A pesar de que quería que alguien la ayudara había cosas que solo ella podía enfrentar. Esa era una de las veces en las que era mejor que ella sola buscará la manera de salir del aprieto.

Juliana habia despepitado todo haciéndolos quedar como una secta de locos, y a ella peor que los demás por qué siempre había sido problemática en el sentido de que se llevaba prácticamente con quien fuera, y eso no le agradaba a la escuela.

Estaba arrodillada, frente al altar de la capilla de la escuela con un rosario en las manos. La habían obligado a eso, mientras la maestra la observaba desde lo lejos, sentada en uno de los bancos.

Lumina se sentía sobajada. Las cuentas de el rosario eran metálicas, y de alguna manera muy extraña le los picaban, o más bien le quemaban la piel, pero no dijo nada. Llevaba ahí por lo menos unas doce horas, de rodillas, con poca ropa, a excepción de una bata de monja.

Se trató de concentrar en la magia o bendecía del ambiente para poder distraerse, siempre lo hacía para poder distraerse o si estaba en una situación muy incómoda, como esa, para sentirse mejor.

Sintió la energía a su alrededor como un calorcillo rodeándola y recorriendo su piel. Luego, después de unos buenos minuto de concentración sintió o más bien escucho algo.

El ambiente frío del lugar se debía a la actividad demoníaca que había en la habitación. Lumina se estremeció.

Las voces que escuchaba eran coros celestiales, y al parecer le hacían mella dentro, por qué Lumina se conmovió al escuchar a los ángeles cantar. Ella quizo estar con ellos, cantando. Y como sin nada empezó a cantar, bajo, un murmullo inaudible.

Después de unos minutos de seguir a las voces de los que se supone que eran sus hermanos, sintió más calor, y después el roce de sus piropos alas.

Miss Dixi se levanto y le gritó algo que ella no escucho.

Siguió a las voces. Era fácil, ella alguna vez estuvo allá, con esos ángeles, cantando a todo lo que podía, pero ahora era prisionera de un cuerpo humano.

Sus ojos cerrados no se abrían por nada, y cuando la maestra la sacudió violentamente, simplemente no logró que ella reaccionara, y con un grito desesperado, trato de separar sus manos, pero no pudo. Y con un último grito de horror antes de salir corriendo, vio como de entre las manos delgadas y delicadas de Lumina un hilillo de sangre se escurrió, seguido de unas lágrimas que manaron de los ojos cerrados de la chica. Ella cantaba bajo una tonadilla muy extraña.

Corrió como si el diablo la persiguiera, dentado a Lumina en un círculo de plumas negras aparecidas de la nada a su alrededor, que posteriormente se mancharon de la sangre la propia Lumina, que manaba a gotas de sus manos, que apresaban el rosario.

Su semblante era impasible, y por primera vez pareció lo que era. En medio de una escena terrorifica, con el cabello suelto, ojeras y un gesto férreo, era un ángel de la muerte.

Manuel se despertó sometiendo algo muy extraño en su pecho, y unas patitas peludas en su cabeza. Botitas.

Se levanto de repente, como loco, preso de una gran angustia al saber que cierta persona le faltaba. Lumina.

El Rompecabezas de la Magia©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora