-Draco Rufus

13 1 0
                                    

"Vale Draco Rufus, defende nos in proelio nequitam angelus tecum."
LR, Las cartas del segundo cajón del armario.

Manuel dejó atrás su cuerpo, atado por un pequeño hilo invisible que evitarán que muriera. Cuelebre también se desprendió de su cuerpo, para entonces  acompañar a Manuel. Tenía las alas desplegadas, dejando que un sentimiento de satisfacción lo recorriera.

Entonces una vez comprobando la idea de que todo estaba bien, siguió la luz de las estrellas que lo habían jalado en primer lugar hacia el firmamento.

La luz lo trago completamente, haciéndolo sentir calor en todo su cuerpo. Cuelebre lo seguía de cerca, mientras ambos se encontraban troceados de luz.

La intensidad de la luz cambio. Manuel se enervó, pero entonces se encontró en la escuela. En el pasillo de las oficinas de los directivos para ser exactos. Era un día normal, había un gran bullicio, que hacía desesperante caminar por el pasillo por qué parecía el Metro. Varios alumnos llevaban sopas ramen en las manos, y las comían con gusto. La mayoría de ellos se veían tristes y grises, en teoría sus vibras o energías se veían opacas y sin brillo. Manuel camino, mientras Cuelebre de alguna lo seguía con sus grandes dimensiones.

Manuel serpenteo por los pasillos hasta llegar a las escaleras principales, por donde subió hasta la planta donde estaban los salones de las asignaturas que él tomaba con sus amigos. El piso era la mala mezcla de lo moderno y lo antiguo, la moqueta verde vieja, las capas de pintura que parecían agregarle grosor al sofocante espacio, las bancas de madera falsa, las gavetas cuarteadas de libros, la ventaneros de hierro vieja y los rostros ajados de los maestros. Todo le recordaba a Manuel a un entierro, o a un lugar muy lejano proveniente de cientos de años atrás, pero lo que destacaba más ante los ojos de el, fueron las inmensas caras de melancolía y dolor eterno de la juventud.

No comprendía. Él no era como ellos. Jamás lo había sido, y jamás lo sería, no querían verse como ellos, en un inmenso dolor. Todos ellos habían cedido su cuerpo y su mente a una sociedad llena de errores. Pero él jamás lo harían. Podían tener su cuerpo, pero jamás su mente.

Paseo un poco más, en busca de la gente que conocía, pero no los encontró. Era como si hubieran desaparecido del lugar de una buena por todas. Respiro y siguió buscándolos, no podían haber desaparecido.

Bajo las escaleras después de buscar en los otros pisos. En el patio encontró lo que buscaba, pero no de la manera que hubiese querido.

El lugar seguía igual, pero en la pared frontal, que daba directamente al pórtico, había una leyenda escrita en letras lineales y cuadradas que rezaba "Muro de los lamentos". Aparte de que hacía una terrible comparación con la religión, también estaba manchado de lagrimones de agua. En esa pared, justo en una línea, estaban todos sus amigos. Vestían de negro, y estaban pegados a la pared, viendo el edificio.
Todos tenían rostros apagados y llenos de confusión, pero era como si no supieran que los demás estaban ahí, y aún así estaban férreos.

Micael tenía los brazos cruzados contra el pecho. Lumina, recostada contra la pared veía el panorama. Sadie y Héctor estaban firmes. Incluso Videl estaba entre ellos, con los labios apretados en una fina línea. Los demás también tenían posturas similares. A pesar que el sol les daba directo en la cara, no entrecerraban los ojos. Manuel también reparo en el hecho de que tenían las alas expuestas. Las de Lumina, negras como el carbón resaltaban mucho de las demás contra la impoluta superficie blanca.

-Ustedes no son nada. Sus sueños no son válidos en la sociedad. Son una vergüenza. Deben ser indispensables.- dijo alguien desde la lejanía.

Manuel volteo a ver a quién fuera que estuviera haciendo eso. Se encontró con un señor bajito y panzón, que no tenía pelo en ninguna parte del cuerpo, haciendo que se pareciera enorme rete a una rata egipcia.

El Rompecabezas de la Magia©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora