#Capitulo 12

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Ambos se ducharon, cada uno en un baño diferente. Izz tomó una ducha rápida. Al terminar, salió y se sentó en la cama de la habitación que estaba al final del pasillo; Andy había dicho que era suya. No supo que responder a ello, solo se dirigió allí para asearse. Ahora estaba reflexionando en las palabras, si él había dicho que era su habitación y había una cama, significaba que ella no dormiría con él, con Su Señor. La sensación de estar siendo usada vino a su cabeza pero la despachó rápidamente, ella había aceptado por egoísmo, no quería sentirse sola y lo quería a él; quizá se trataba de un capricho que terminaría cuando él se mostrara en realidad como era, o terminaría hincada a sus pies con el corazón roto.
Se vistió con el pantalón de mezclilla que tenía algunos cortes en las rodillas y una sudadera gris que había llevado en la mochila. Se sujetó el cabello en una corta coleta frente al espejo, observando el chupetón que tenía en el cuello; una vez peinada, tocó la marca cerca de la carótida e hizo presión y quitó el dedo con rapidez, observando cómo retomaba el color de su piel, e inmediatamente se enrojecía. Sonrió tontamente.
Bajó las escaleras con rapidez y cruzó por la puerta que Andy había entrado en busca del vino.
Su madre le había criado con la idea de que ella existía solo para servir a su marido. Izz no estaba completamente de acuerdo, no pensaba casarse con un desconocido al que le habían prometido su mano -esa había sido la razón que aumentó la necesidad de huir antes de abril-, pero se veía inclinada a prepararle el desayuno a su señor; sintió mariposas en el estómago al pensar en él como suyo.
En la cocina lujosa con implementos de un profesional, encontró en el refrigerador de dos puertas, huevos, fruta y todo lo que necesitaba. Mientas batía los huevos para hacer un omelette de queso, había puesto el pan en la tostadora y la cafetera ya estaba trabajando.
-Huele delicioso -le escuchó decir a Andy cuando cruzaba la puerta.
-En un momento estará listo -respondió vertiendo todo en la sartén caliente.
-No sabía que supieras cocinar -se encogió de hombros centrándose en la llama de la estufa.
-En mi casa es una obligación saber hacerlo.
Ninguno de los dos continuó con la conversación. Existían muchas cosas que él nunca sabría de ella. Como por ejemplo que era una mujer enamoradiza, que creía en príncipes azules, que tenía miedo de que se cansara de ella, que solía conformarse con lo poco que recibía mintiéndose a sí misma de que así debía ser.
Sirvió todo frente a él que estaba sentado en un taburete frente al mesón de granito. Para ella tomó del refrigerador un pequeño botellín de yogurt -todo lo que había preparado tenía muchos carbohidratos y grasas.


Andy la miró sentarse a su lado con un simple yogurt. Algo había cambiado, la sonrisa que había tenido al despertar había desaparecido, su rostro estaba oscuro.
-¿Qué es? -le preguntó enojado.
-¿Qué? -ella le miró sorprendida, parecía haber estado en un lugar muy lejano a esa cocina.
-¿Qué te pasa? -reguló la voz, lo que menos quería era asustarla y que se echara atrás con ser su sumisa.
-Nada -le sonrió-, come por favor que se enfría.
-¿Solo eso desayunarás? -señaló el frasco de yogurt.
-No tengo hambre.
Empezó a comer; lo que ella había preparado estaba delicioso, incluso el café que a él le quedaba con un sabor horrible y terroso, el de ella estaba como le gustaba.
Desatendiéndose de la comida levantó la mirada del plato en su dirección. Allí estaba ella nuevamente perdida en algún lugar lejano, tenía la mandíbula apretada y cerraba fuertemente las manos alrededor del envase sellado. Se levantó queriendo quitar esa imagen de su mente, no quería preocuparse por ella, Izz era una sumisa más, todo entre ellos solo se basaba en sexo, nada más. Se dirigió a su habitación en busca de la pequeña caja roja que había guardado la tarde anterior en el cajón de la mesita de noche esperando que eso la sacara del trance en que estaba.
Bajó las escaleras y se sentó en el sofá antes de llamarla. Pasaron algunos segundos antes de tenerla frente a él.
-Siéntate -se palmeó su regazo. Inmediatamente ella lo hizo descansando la cabeza sobre su hombro-. Tengo algo para ti.
-¿Qué es? -Izz tuvo un cambio brusco de actitud, en ese momento sonaba feliz y entusiasmada como una niña en la mañana de navidad.
-Ya lo verás.

Hojas en Blanco [Andy Biersack] Hot/romantica ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora