#Capitulo 29

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Luego de desnudarse en la sala de estar, Andy la guió al cuarto de juegos, abriendo la puerta para ella; completamente desconcertada, Izz se quedó de pie a un lado de la puerta esperando una instrucción.
-De rodillas sobre tus talones -él dijo con voz adusta y enronquecida-. Cada vez que ordene que vengas aquí, me esperarás desnuda, sobre los talones, con las rodillas bien separadas y las manos tras tu espalda -escéptica y completamente congelada se quedó allí sin mover ni un músculo. Andy se giró y su mirada oscurecida derritió la sorpresa, guiándola a seguir su orden.
El suelo alfombrado recibió con una caricia suave las rodillas de Izz al tomar la posición que su amo había pedido, enderezándose, miró atentamente como él revisaba algunos cajones del armario sacando algunas cosas, colocándolas sobre una mesita con ruedas.
-Ven aquí -su expresión seria y caliente le recorrió el cuerpo entero.
Se levantó y caminó hasta quedar frente a él; con las manos aún en la espalda, solo pudo observar sus facciones, la barba insipiente que empezaba a asomar, sus ojos azules azulados se tornaron casi negros enviando electricidad a lamerle la piel, erizándola.
Una sonrisa juguetona y completamente sexual asomó en sus labios carnosos provocando que fluidos inundaran su intimidad, deseosa de cualquier cosa que él tuviera preparada.
Una de sus manos le sujetó el mentón antes de tomar su boca en un beso exquisito y salvaje, con su lengua explorándole cada recoveco de la boca, mientras una de sus manos le recorría el cuerpo, haciéndole rodar un pezón entre los dedos, arrancándole gemidos.
-Silencio -su señor gruñó al separar sus bocas.
Su caricia se trasladó al otro pecho cuando reanudó el beso, desconcertando su cuerpo al no saber en qué caricia concentrarse, si en la de la lengua incitando la suya o la mano recorriéndole el cuerpo.
Gimió sin poder contenerlo, él pellizcó un pezón enviándole un latigazo de placer a recorrerla por completo. La mano juguetona comenzó su curso hacia abajo, tocando su clítoris con un dedo, haciendo un movimiento de ascendente y descendente, introduciendo ese dedo en su canal ya rebosante de sus jugos.
-Tan mojada -le susurró al oído a medida que lamía y mordisqueaba su cuello.
Un movimiento circular en su botoncito le hizo temblar las piernas hasta que un pinchazo de dolor le recorrió desde allí tocando todas las terminaciones nerviosas de su cuerpo para cambiarlas por calor al sentir su boca chupándole un pecho, provocando que el dolor del clip en su clítoris desapareciera y se convirtiera en lujuria y anhelo por ser tomada. Cerró los ojos disfrutando de su boca experta cuando de la nada aquel calor húmedo fue remplazado por otro pinchazo provocado por el clip del cual gritó de sorpresa, más no de dolor. Lo mismo sucedió con el otro pezón, su boca chupó, rozó con sus dientes y de la nada, la pequeña argolla apresaba aquel botoncillo.
Con la respiración acelerada, Izz levantó el rostro y se encontró con él mirándola con aprobación.
Se giró hacia la mesa y tomó la cuerda enrollada.
-Manos juntas adelante.
Siguió su orden y observó entretenida el nudo que realizaba en sus muñecas, dejándolas juntas y una larga tira salía de entre la unión de sus manos, simulando una cola entre la atadura.
Se arrodilló entre sus piernas.
-Sepáralas -le palmeó el muslo.
Abriendo las piernas, un grillete de cuero fue atado en uno de sus tobillos y la barra de metal que sostenía las restricciones de cuero le obligó a separarlas más para así poder atar el otro extremo a su tobillo libre.
La cola que había quedado del amarre de las muñecas fue tirado hacia atrás, dejando sus muñecas detrás de la nuca mientras él ataba la cuerda a la barra que separaba sus piernas.
Sin ninguna palabra, le vendó los ojos dejándole en absoluta oscuridad, haciéndole más consciente de todo a su alrededor.
El sonido de una cadena recorriendo el riel sobre su cabeza le hizo estremecer de anticipación y curiosidad de saber qué estaría planeando su amo. Jugando con muchas cartas en su mente, se asustó cuando de pronto algo empezó a tirar de las ataduras hacia arriba, dejándola parada sobre la punta de los pies.
-Quieta -le advirtió.
Con la respiración acelerada, trató de no moverse, la cadena que tiraba de ella cargaba la mayor parte de su peso, pero aún así, el esfuerzo de mantenerse en el mismo lugar comenzaba a doler como si tuviera muchas agujas clavadas en los pies.
Andy desapareció de su lado, sus sentidos más agudizados por la falta de uno le dio la razón. Segundos después sintió un cosquilleo en su clítoris acelerando la combustión que sentía en su interior. El toque era como el de una pluma que le recorría el coño y se centraba en el nudo de nervios, bailando una pieza rápida. La presión en su interior aumentó, abrumándola.
-No te corras hasta que te de permiso -le susurró al oído, restregándole la polla en el culo.
Cerró las manos en puños y asintió dudosa, se sentía tan cerca de cruzar la barrera del placer con la pluma tocándola, volviéndola loca con su danza. El movimiento se concentró allí mientras un dildo comenzó a llenarla, tocando su punto G, llevándola al borde con cada empuje.
Apretó la mandíbula reprimiendo su orgasmo, ahogando el deseo de obtener su liberación, comenzó a contar de cien hacia atrás, pero no hizo efecto alguno.
Respirando entrecortadamente, todo se detuvo, incluso el dildo fue retirado.
Lo escuchó alejarse nuevamente y el sonido del cuero azotar el aire trajo una nueva oleada de excitación, provocando que sus jugos empezaran a recorrerle los muslos.
Previniendo lo que sucedería, estuvo ansiosa, las nalgadas habían sido algo delicioso y lo que se avecinaba tenía la misma pinta.
Ocho tiras azotaron su culo encendiendo la mecha de la burbuja de gloria encerrada en su vientre. El gato silbó en el aire antes de chocar contra su carne dolorida acortando la mecha. Un nuevo azote la hizo enterrar las uñas en sus palmas, estaba a punto de dejarse ir; si él la azotaba una vez más, mandaría todo al carajo y se correría aunque eso le diera un castigo.
Cuando pensó que recibiría otra caricia del cuero, la liberó de la fuerza que tiraba de ella hacia arriba y de la atadura de la cola con la barra. Sus manos fueron puestas hacia adelante haciéndole sujetarse del filo de una base de madera.
-No te sueltes -le flageló con la mano en una de las nalgas ya azorada antes por el cuero.
Escuchó el caer pesado del pantalón de mezclilla al piso. Sus manos calientes le sujetaron las caderas y sintió la cabeza de su miembro adentrarse solo un poco en su canal. Izz lloriqueó, estaba tan caliente y necesitada. Andy se retiró y gimió por su ausencia.
Sin verlo venir, él la penetró fuerte y duro, lo más profundo que podía.
Sus embistes se hicieron frenéticos, chocando con la piel caliente y marcada de su culo, creando una quemazón que terminó de consumir la mayoría de la mecha que quedaba. Estaba a punto de correrse y agradeció que él le diera permiso en ese instante.
Su centro se cerró en él, añorando conservarlo en su interior. Ni muy bien comenzaba a descender la gloria, un manotón en su muslo la llevó a la cima por segunda vez con la rapidez de una chispa sobre combustible.
Un embestir frenético la llevó al orgasmo por tercera vez gritándolo, acompañada de un gruñido gutural de Andy al correrse.
***

Hojas en Blanco [Andy Biersack] Hot/romantica ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora