#Capitulo 24

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Izz había tenido la ligera esperanza de que todo tomara el rumbo que se suponía tenía antes de quedarse en blanco. Pero no fue así, habían pasado tres semanas desde que tuvo una pequeña muestra de su Andy, del que todos hablaban, pero hasta allí había llegado, solo a un beso. Al siguiente día ni siquiera la miró, simplemente la ignoró.
Luego del beso Izz había estado eufórica, sabía que el magnetismo que había sentido por él desde el momento que lo vio significaba algo, pero no estaba segura de qué exactamente significaba. Verlo a diario era como tratar de unir dos imanes por lados opuestos, él emitía una fuerza que le repelía.
Como todos los días a la hora de matemáticas, Tracy y Blake la rodearon evitando que alguien más le hablara; la consumían parloteando de cómo habían pasado el resto de la tarde anterior encerrándola en un capullo de palabras sin importancia, sin embargo todo desaparecía cuando él cruzaba el umbral de la puerta.
-Hoy está muy guapo, ¿verdad? -Tracy le preguntó en un susurro cerca de la oreja.
-No lo sé, no me interesa -mintió encogiéndose de hombros. Nadie más necesitaba saber que tan atraída se sentía hacia él.
-Me imagino el paquete que guardará detrás de esos pantalones -Tracy rió tontamente luego de hablarle de forma sugerente. Izz sintió que hubo una chispa en su interior que le encendió la sangre.
-Ve y ofrécetele -dijo ácidamente-, no creo que te rechace.
-Imagínate ese armamento listo para ser montado o ser saboreado -el estómago se le revolvió, la idea de verlo con alguien más le enfermó. Él era suyo; aunque solo se tratara de su mente.
-Ha de ser un hombre casado -dijo rogando que Tracy parara o terminaría vomitando.
-No lleva sortija. Si lo miras atentamente, puedes notar cómo se le mueve mientras camina.
Izz cerró los ojos y se cubrió la boca con la mano tragando forzadamente, la boca se le había secado pero sentía un nudo en la garganta.
-¿Señorita Campbell, se encuentra bien? -su voz le recorrió el cuerpo, aliviándola.
Abrió los ojos y él la miraba fijamente. Izz negó con la cabeza, quería irse, aún tenía la mente frágil.
-¿Puedo retirarme? -él asintió.
Al salir del salón, marcó inmediatamente el número de Chelsea, no podía estar un minuto más en la escuela.


Andy quedó preocupado luego de que Izz desapareciera de su radar visual, su rostro delicado no había reflejado nada bueno, sus labios habían palidecido y notaba que una de sus manos presionaba su estómago. Queriendo quitarse un poco aquella espina que le hincaba, se paseó por la cafetería a la hora del almuerzo en busca de ella, pero en la mesa que solía sentarse solo estaban el idiota de Blake y la resbalosa de Tracy.
La idea de que estuviera enferma le erizaba la piel; con la necesidad de estar completamente seguro de su bienestar, decidió pasar por su casa, entraría en silencio y prácticamente la espiaría por un momento para cerciorarse con sus propios ojos.
Estaba saliendo del estacionamiento cuando su celular empezó a sonar.
-¿Hola? -contestó poniendo el manos libres.
-Andy -le respondió Josh-, gracias al cielo que contestas. Tyler me ha vuelto loco llamando a cada momento diciendo que no lograba localizarte, parece que hay problemas de conexión en Italia, no pude llamar a mis padres. En fin, tu hermano me pidió que te entregara unos contratos que necesitan tu revisión y firma -bufó. Detestaba hacer eso, por algo había elegido ser profesor.
-Tú también eres un inversionista de mayor capital luego de mí, ¿No puedes hacerlo tú?
-Los he revisado, pero piden tu firma al ser el presidente.
-Mierda -golpeó el volante con la base de la mano-. Los pasaré recogiendo ahora. ¿Estás en tu casa?
-No, estoy de guardia, en media hora se termina, pero llamaré a Chelsea para que te los entregue.
-En veinte minutos estaré por allá.
-Está bien.
Furibundo, Andy tomó la vía que llevaba a la casa de Josh que convenientemente quedaba a cinco minutos de la suya. ¡A la mierda! Dejaría a Izz tranquila de su acoso. Si estuviera realmente enferma, hubiera llamado a Josh, no a él.
Ese pensamiento le revolvió el estómago. Él trataba de luchar contra el pensamiento posesivo, de llamarla suya, quería hacerse a la idea de que prácticamente eso no existía, pero muy en el fondo lo sabía, ella le pertenecía.
Entró a la casa de su mejor amigo sin avisar, si él hacía lo mismo en su casa, también tenía derecho de usar la llave de emergencia.
Dio un par de pasos cerrando la puerta silenciosamente y la imagen de Izz acostada en el sofá descansado la cabeza sobre las piernas de Chelsea, quien le acariciaba el cabello, le removió todos los pensamientos que había querido refrenar. Josh le había asegurado varias veces que haría lo posible para que Izz fuese suya y esa camaradería entre Izz y Chelsea era un completo indicio de que podría hacerse realidad.
Se aclaró la garganta e inmediatamente la pelirroja se sentó y ambas mujeres le miraron. La vio sonrojarse y luego bajar la mirada avergonzada.
-Josh me pidió que viniera por unos documentos.
-No me ha dicho nada -le respondió Chelsea antes de mirar a Izz y acariciarle la mejilla con el dorso de la mano.
-¿Podrías llamarlo? -exigió enojado.
-Claro, espérame un minuto. Toma asiento -señaló el sofá al lado de Izz-. ¿Algo de beber?
-Un whisky estaría bien -la rubia le sonrió y se levantó hasta el mini bar trayéndole el trago.
-Ahora lo llamo.
Sentado a su lado sentía un cosquilleo en el costado, el calor que emanaba el cuerpo delicado que estaba junto a él comenzaba a calentarlo. Ella usaba un short y una blusa de tiras sin sostén, incluso podía ver la punta de sus pezones llamando a su boca.
Levantó la mirada de sus picos topándose con sus orbes doradas mirándole boquiabierta con el calor bañándole las mejillas; cuando dejó de mirar sus ojos y observó sus labios, Izz cerró la boca y tragó antes de morderse el labio inferior, enrojeciéndolo y provocándole.
Dejándose llevar por impulsos colocó el índice debajo de su barbilla y con el pulgar liberó el labio de su agarre, sus dedos le recorrieron la carne enrojecida. Estaba a punto de acercarse y tomarle el labio entre sus dientes para mostrarle que solo él tenía derecho a morderlos, cuando la puerta se abrió golpeando la pared contraria.
Instantáneamente ambos se enderezaron como si los hubieran pillado en algo prohibido.
-Andy, pensé que te habrías ido -dijo Josh soltándose el nudo de la corbata.
-Chelsea dijo que no le habías llamado.
-Hola, Izz -ella le sonrió-. Sí la llamé, debió haberlo olvidado -se dirigió a Andy.
-Estoy cansado, ¿Podrías darme los malditos documentos para poder irme a casa?
-Necesito un trago, vamos al bar de siempre.
-Estás jodiendo, son las cuatro de la tarde.
-Entonces vamos, compramos alcohol y nos emborrachamos en tu casa. Te diría que aquí, pero mis chicas están -Andy le gruñó por lo bajo.
-Bien -entornó los ojos.
-Chelsea, llevas a Izz a su casa.
***

Hojas en Blanco [Andy Biersack] Hot/romantica ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora