#Capitulo 38

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La acurrucó contra su pecho hasta que ella se hubo dormido.
Luego de una ducha rápida, bajó a la cocina y se preparó un sándwich; había salido de Londres a penas venció la fecha impuesta por su madre y le devolvió los papeles, tomó el primer avión a América sin siquiera comer; una vez en el avión, pudo respirar tranquilo, pero nunca se imagino que algo así le esperaría en casa; sí, había tenido la sensación de algo tirando de él para que regresara lo más pronto posible, y esa razón era que su mujer lo necesitaba.
Izz había caído y no había estado allí para ella. Quería protegerla incluso de ella misma y todos sus demonios.
Revisó la casa con suma cautela, temía que Jake estuviera de regreso; pero no encontró nada. Entró a la última habitación, donde guardaba celosamente el piano de cola que le había pertenecido al padre de su padre. Se sentó en el banquillo y levantó el cobertor de las teclas.
-Siempre me ayudabas a buscar la solución -le susurró al aire, pensando en su abuelo-. Ahora te necesito, estoy perdido -suspiró-; no sé qué hacer con ella, cada vez que creo que todo está bien, se me viene abajo -presionó una tecla.
Él no era bueno para el piano, nunca había sido dedicado en ello, su abuelo trató de enseñarle cuando era un adolescente, pero en ese tiempo apareció Victoria y, simplemente el niño murió y nació el hombre testarudo que era. Sacó las partituras dentro del asiento y las puso frente a él.
Tomó una larga respiración antes de comenzar; Sonata al chiaro di luna por Beethoven era su preferida; había algo en cada una de sus notas que le llegaban a lo más profundo del alma; su abuelo siempre la tocaba para él.
-Cada roce de tristeza, siempre trae algo bueno -decía Damon cuando él le preguntaba por qué Beethoven escribiría algo tan profundo-. Para él quizá fue la forma de desahogarse. Todos tenemos una.
-Yo no creo tenerla -le respondió a su abuelo.
-Entonces búscala, porque todo se acumula en el alma; y cuando no exista más espacio terminarás hundido sin saber cómo salir a flote.
En ese instante Andy le pidió que le enseñara a tocarla y la aprendió, era la única que le salía casi a la perfección; esa era su forma de desahogarse, pero tenía más de siete años sin tocar el piano. Se dejó llevar por la música que llenaba en estudio, por el aliciente para su alma.


Izz dormía; los sueños regresaron para cazarla y destrozarla. Estaba en una vía, llovía y un auto azul se detenía frente a ella, no podía diferenciar bien el rostro del conductor. El hombre que bajaba del auto le provocó pavor y quiso salir corriendo, pero él la sujetó. La imagen distorsionada de una pistola, golpes.
Se despertó asustada con la oscuridad abrazándole. Con fiereza empujó el edredón que la cubría y se levantó; tenía miedo y necesitaba a su amo. Había soñado con él minutos antes; él estando con ella, abrazándole y cuidándole, pero en realidad estaba sola.
Abrió la puerta para ir la planta baja, cuando el suave sonido de un piano la llamó como una nube de humo haciéndole señas con el dedo para que se acercara. Siguió la suave melodía hasta una habitación que siempre había estado bajo llave y ahora tenía las puertas abiertas de par en par.
Asomó la cabeza y lo vio. Su señor estaba allí; no había sido un sueño.
Con paso silencioso se acercó hasta estar al lado del piano.


Andy la miró y le sonrió. Izz parecía estar mejor, sus ojos estaban ligeramente hinchados por llorar, pero no estaba como la había encontrado. Ella le sonrió; con un movimiento de cabeza le indicó que se sentara a su lado mientras terminaba de tocar.
-¿Puedes tocarla una vez más? -Izz preguntó descansando la cabeza sobre su hombro.
-¿Te gustó?
-Mucho.
-Te extrañé -susurró besándole el tope de la cabeza; la sintió encogerse.
-Tócala otra vez.
-La única vez que toqué para un público fue en el funeral de mi abuelo -decidió comenzar a abrirse a ella-. Tocaba solo para él, y ahora lo haré para ti.
Colocó la mano sobre la de ella, le dio un pequeño apretón antes de comenzar a tocar para ella.
-Sonata al chiaro di luna -susurró Izz y la vio mover los dedos sobre sus muslos como si estuviese tocando también.
Al terminarla, se giró hacia ella y le sonrió.
-¿Recuerdas tocar el piano?
-No lo sé, simplemente viene a mi -le acarició la mejilla.
-Toca para mí -le pidió levantándose, dejándole el espacio libre. Izz le miró.
-No sé si podré hacerlo -ella se corrió en el asiento quedando en el centro, mientras él tomaba su antiguo puesto. La abrazó.
-Cierra los ojos -le susurró al oído-, escucha a tu corazón y déjate llevar.
La vio tomar una bocanada de aire y susurrar.
-Love me, mio amore.
Llevó las manos hacia el teclado y comenzó a tocar; era una música suave que daba la sensación de esperanza, añoranza de amor e inmediatamente el corazón le comenzó a latir con rapidez; era como si Izz le llamara hacia sí. Sentía un vinculo con ella, tan fuerte que le daba miedo.
-Nunca la había escuchado.
-Yo la escribí, en un piano de algún lugar -ella le respondió cuando terminó.
-¿Has recordado algo? -Vio sus orbes doradas llenarse de lágrimas-. Oh, nena -la sentó en su regazo y la abrazó-. Cuéntame.
-Tengo miedo.
-Todo estará bien -la acunó en su pecho-. Todo estará bien.
***

Nada fue lo mismo, Izz se encerró en su mente, imágenes llegaban y se agolpaban, haciendo que Andy se preocupaba cada vez más.
-¿Qué sucede, Andy? -le preguntó Josh una semana después.
-No sé, ella no quiere hablar sobre ello. Sé que ha recordado algunas cosas, pero... ¡Mierda! -gritó exasperado-. No sé nada sobre su vida antes de llegar a Seattle y tal vez lo que recuerde no sea bueno -se sentó en el sofá de su estudio y escondió el rostro entre las manos.
-¿La amas?
-No, no puedo, no en este mundo -negó fervientemente tratando de convencerse.
-¿Amas a alguien más?
-Creo que no.
-¿Llegarás a amarla?
-No lo sé -respondió exasperado.
-Te contaré algo que nadie sabe -Andy le asintió.
>>Chelsea se aventuró en este mundo con alguien como tú -le señaló-. Que no creía en el amor entre amo y sumisa. Eso la destruyó, poco a poco la consumió, su corazón comenzó a creer que eso era verdad, que debía tragarse sus sentimientos; pero no lo resistió más, cayó en manos equivocadas en busca de amor. Intentó con las relaciones vainilla, pero todos abusaron de ese sentimiento.
>>Ella no sabía que sentir amor era algo único, que no era lo que ellos le daban. La engañaron, la rompieron en muchos pedazos porque su corazón se endureció con las palabras de su primer amo. Le costó creer que podría ser feliz; creyó que estaba dañada, que no existiría amor para ella por ser diferente, por gustarle la sumisión, pero también añorar eso que todos los seres humanos necesitamos. Chelsea teme por Izz, no quiere que le suceda lo mismo, y sé que tú tampoco lo quieres.
-¿Qué puedo hacer? -se pasó las manos por el cabello.
-Déjala libre, le haces daño cada segundo. Piénsalo y regresa a ella cuando te des cuenta de que la amas.
Josh se fue y lo dejó sumergido en esas palabras. Regresar a ella cuando se diera cuenta que la ama. Pero, ¿Qué pasaba si no lo hacía?
La necesitaba, lo había descubierto esos días en Londres, pero amor. Amor eran letras mayores.
Salió del estudio, hablaría con ella y permitiría que ella tome la decisión, no la obligaría a irse de su vida, no cuando ella no lo quería así.

Izz iba conduciendo con los ojos llenos de lágrimas, había escuchado como él mataba la esperanza, como le decía a Josh que no la amaba y que tal vez nunca lo haría.
La velocidad del auto sobrepasaba los 120 km/h, la lluvia era fuerte y la calzada estaba resbaladiza; la física llegó a hacer su donación en su vida; los neumáticos patinaron y se estrelló contra un árbol. El cinturón de seguridad evitó que saliera por el parabrisas, pero no que se golpeara la cabeza contra el vidrio de la ventana.
Se apeó coche y comenzó a correr, no quería estar en ninguna parte, quería desvanecerse como la niebla en un amanecer. Su corazón dolía agónicamente, su amor; su amor no la amaba y nunca lo haría. ¿Cómo podría vivir ella si no tenía su amor?
-¿Quién te querría, Izz? -la voz le susurró al oído- solo Jake aceptaría a alguien como tú. No eres importante. Nadie te querrá.
Al llegar a su casa cayó de rodillas en el espacio vacío de la sala de estar. Nadie la querría, ella no era buena, quizá nunca lo fue, en todos sus recuerdos alguien la quería matar.
Se dejó vencer por el dolor y se acostó en el piso frío abrazándose a sí misma.
Pasaron minuto u horas, no sabía, pero la puerta se abrió y era él, el hombre que amaba.
-¿Estás bien? -Le preguntó acunándole el rostro, quitándole el cabello de la cara-. Estás sangrando. Te llevaré al hospital.
***

Sentado en la sala de espera, Andy tomó una decisión difícil.
La llevó de regreso a la casa de ella y la acostó en su cama; con la sensación de estar cometiendo un error, continuó. Si la amaba, regresaría a ella.
-Ya no puedo con esto -susurró sentándose al filo de la cama, dándole la espalda-. Ya no te quiero como mi esclava -habló más alto. La sintió removerse.
-No, no -Izz se arrodilló frente a él y le tomó las manos mientras lloraba-, no... por favor -y como si se tratase de una tormenta en una noche cerrada, un rayo iluminó su mente y todo estuvo allí, cada uno de los recuerdos.
-Me cansé -él retiró las manos con brusquedad.
-Estoy aquí. Amo. Estoy aquí -se aferró a su pantalón suplicante.
Él se levantó y le obligó a soltarlo. Allí de rodillas, él se puso detrás de ella y arrancó la esclava que se rompió en varios fragmentos. Fue como si le arrancaran el corazón. Él lo destrozó frente a sus ojos. Su alma cayó al suelo y se hizo pedazos como un cristal lo hace.
-Por favor, por favor -suplicó.
-Ya no me gustas. No me busques, y no busques a Chelsea ni a Josh.
Lo dejó irse, ya ni siquiera le gustaba.
"Un hombre siempre querrá en una mujer que sea guapa y le dé hijos. Si no tiene las dos cualidades, no sirve. Él hombre que esté con ella, la dejará por una que si las tenga."
Las palabras de su madre se repitieron en su mente una y otra vez.
Ella no era guapa, y no importaba si lo amaba o no, ella no cumplía con las dos cualidades. Solo Jake, el hombre que intentó matarla le hubiese aceptado, pero ahora era imposible, ya no era pura.
Estaba sola. Él se había llevado su alma, ahora era un ser vacío.
***

No quería sentir, quería arrancarse el corazón que dolía como si estuviesen jugando con él, haciéndolo rebotar en el suelo y lanzándolo al fuego.
-El alcohol ayuda adormecer el dolor -Kya le habló en su mente.
Siguiendo el consejo, bajó a la cocina y sacó una de las botellas de tequila que guardaba debajo del mesón. Ellas iban a hacer una fiesta cuando estuviesen instaladas en casa, pero su hermana había muerto e Izz prácticamente lo había hecho también, sin embargo el ser que le había regalado un rayo de luz, se lo llevó y ahora había muerto de nuevo.
Bebió, bebió hasta emborracharse. Subió las escaleras tambaleándose y se acostó a dormir creyendo que el alcohol la noquearía, pero no fue así.
Se levantó, fue al baño y abrió el armario de las medicinas detrás del espejo. Encontró a sus fieles amigas llamadas pastillas para dormir. Se tomó una y vio el frasco de Vicodin.
-Si quitas el dolor más fuerte, ayúdame con este que siento en mi pecho -se tocó sobre su corazón.
Ingirió la pastilla y se acostó en la cama, desmayada por el alcohol y por la medicación.

Hojas en Blanco [Andy Biersack] Hot/romantica ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora