#Capitulo 28

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Andy sentía que la cabeza le daba vueltas. No sabía que tanto había bebido, ni tampoco le importaba, porque finalmente estaba desahogando la rabia contenida al ser espectador de cómo Izz tenía que sorteársela con Blake y Tracy.
-¿Qué dice Izz sobre sus enfrentamientos con Blake? -le preguntó Josh.
-¿Que qué dice? -rió amargamente-. Nada, él no había hecho algo tan grave como lo de hoy, espero que Izz logre ver al hijo de puta tal como es.
-¿Crees que haya visto los golpes que le propinaste a ese? -negó con la cabeza antes de levantar el vaso de cerveza con whisky.
-Ella estaba en el cuarto de juegos con un pie encadenado a la cama -Josh tosió por la sorpresa.
-¿La dejaste atada a la cama?, ¿Qué demonios estabas pensando, Andy?
-Estaba seguro de que ella saldría y trataría de remediarlo o echarlo -hizo las mímicas de lo ella haría-, no iba a permitir que él le pusiera una mano encima.
-Que no te sorprenda si te manda a la mierda esta misma noche. Ha de estar furiosa.
-No lo creo -negó repetidas veces con la cabeza, sintiendo que el mundo se tambaleaba-, ella es mía -su amigo se rió en su cara.
-Izz es tuya mientras ella lo quiera así. Aunque si te deja, Chelsea y yo podremos tenerla para nosotros.
-En tu puta vida la tocarás -lo empujó haciéndolo caer del asiento. Ambos empezaron a reír-. Lo siento, lo siento -hipó ayudándolo a levantarse.
-Creo que tendré que llamar a Chelsea a que pase por nosotros.


Izz abrió los ojos por enésima vez, se había quedado dormida varias veces luego de luchar con el grillete inútilmente, necesitaría la llave y no la había por ningún lado. Con el cansancio lamiéndole los músculos dormitaba por ratos ayudada por la tenue luz de la habitación.
Soñando con su señor en una cena a solas, sintió una caricia en el costado del muslo. Abrió los ojos y la luz la cegó por un instante, para cuando sus ojos se acostumbraron a la luminosidad de la habitación, lo vio. Sus ojos estaban ligeramente enrojecidos y el olor a alcohol le llenaba las fosas nasales.
-¿Condujiste hasta aquí? -preguntó preocupada.
-No -sus manos calientes le recorrieron la cara interna del muslo hasta tocarla sobre la tela de las bragas.
-Libérame -exigió perdiendo la preocupación y recobrando el enojo.
-Necesito que me escuches.
-Mierda, Andy, quítame esta estúpida cosa -agarró la cadena en su mano haciéndola chocar contra la vara de hierro forjado. Él puso su mano sobre la que estaba haciendo ruido, apretándola con más fuerza de la necesaria-. Suéltame -forcejeó.
-Escúchame primero -pidió mirándola a los ojos.
-No -Andy iba a sujetarle la mano libre y en un movimiento por esquivarlo, la palma chocó contra su mejilla dejando la marca de su mano sobre el rostro de Andy-. Yo... yo... -tartamudeó- lo siento, no quise...
Completamente asustada por su reacción en ese estado de ebriedad, le tocó la mejilla con su mano impresa. Andy la miró por unos segundos antes de atacar sus labios en un beso voraz y necesitado, sintiendo en la lengua el sabor del whisky mezclado. Gimió al sentir una de sus manos acunarle un pecho y tocar su pezón perezosamente.
Se separaron jadeantes en busca de aire. Izz le miró a los ojos y estos estaban oscuros de excitación, al igual que los suyos debían estarlo, el beso le había movido el enojo al subsuelo trayendo el deseo por que la tomara como la erupción de un volcán, quemándola.
-Lo siento, nena -Andy dijo sacando la llave de su bolsillo. Erró varias veces antes de insertarla en la cerradura, liberándola-. Realmente lo siento -susurró levantando el pie que había estado sujeto y besó la marca roja que había quedado por el forcejeo.
Los besos continuaron subiendo por su pantorrilla y muslo, saltándose su entrepierna e iniciando la misma serie de besos en el otro pie. Sus caricias suaves, con una delicadeza y adoración que dolía, confundieron a Izz.
Su boca continuó el recorrido en forma ascendente, dándole un beso en el vientre, pasando la lengua sobre su abdomen en un mimo que empezaba a volverla loca de necesidad. Enredó la lengua en su ombligo enviando mariposas a recorrerle el vientre y estómago. Cuando llegó a los pechos, chupó sus pezones a través de la tela del sujetador de encaje hasta que finalmente llegó a sus labios, mordisqueándole el labio inferior antes de chuparlo e invadirle la boca con su lengua juguetona, tocándole el paladar, enredándola con la suya.
-Lo siento mucho -él le susurró mientras besaba su cuello, succionando la piel de allí, dejando una marca con su boca.
-No tienes que... -se quedó pasmada al sentir dos de sus dedos invadiéndole el coño y su palma rozándole el clítoris. Arqueó la espalda y comenzó a jadear.
-Izz, no te vayas de mi lado -le dijo al oído-, te necesito, te quiero... -el corazón de Izz empezó a latirle con más fuerza del que ya galopaba- Te quiero a mi lado -su corazón sintió un tirón al escuchar la frase completa, él la quería a su lado por necesidad, no por un sentimiento.
-No me iré a ningún lado -le respondió con voz entrecortada.
Andy la despojó de la ropa interior dejándola desnuda a su merced. Sus manos le acariciaron lentamente cada parte del cuerpo. Su ávida lengua besó su intimidad, lamiéndola como si se tratase de un helado, chupando y hostigándole el clítoris con la punta de su lengua, llevándole a la cima para luego desplazarse al norte hacia sus pechos, mordisqueándole las piedrecillas de sus senos. Izz sentía no poder más, el nudo en su vientre tiraba en todas las direcciones sin poder romper el lazo de la presión. Los dedos de su señor empezaron a bombear lentamente, estirándola, moviéndolos en su interior tocando sus paredes.
-Mi señor -susurró rogando por su liberación-, te necesito.
Lo vio soltar el primer botón con una lentitud que la desesperó, actuando por impulso, se sentó y tiró de la camisa haciendo que los botones se saltaran. Le ayudó a desabrochar el pantalón y a deshacerse de él.
Izz se encontraba tan al borde que al embestirla una vez y tocando su punto G, se corrió con fuerza en medio de un grito convulsionando a su alrededor, apretando su polla, dándole la sensación más exquisita y poderosa que había sentido nunca. Comenzó a hundirse en ella con fuerza y profundidad que parecía que se lo tragaría completo. En un vaivén casi puritano en la posición del misionero, entre besos, jadeos y muchos murmullos de que continuara y más fuerte, ambos se corrieron al unísono desatando un frenesí, empujando con mayor fuerza y rapidez hasta que su cuerpo se quedó sin fuerzas para sostenerse sobre ella y se dejó caer a su lado, rodeándola con el brazo, sintiendo sus cuerpos sudados y laxos.

Hojas en Blanco [Andy Biersack] Hot/romantica ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora