#Capitulo 26

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Andy la llevó a su casa entrada la noche, la sensación de ser vigilados le hincaba en el cuello. La necesidad de protegerla había llegado a su nivel máximo, y estar en su casa les brindaba mayor protección, sabía dónde tenía guardada un arma y nadie podría entrar en la urbanización sin un código, además su casa estaba lo suficientemente alejada de la entrada como para que se pudiera ver desde las rejas, haciendo difícil adivinar cuál de todas era suya.
-¿Por qué no me llevaste a casa? -Izz preguntó cruzando el umbral de la puerta.
-Mi cama es más grande -Andy le sonrió.
-Como sea.
Izz puso los ojos en blanco y él gruñó, detestaba ese gesto, pero mierda, a ella se le veía extremadamente caliente. La arrinconó y le besó hambriento, anhelando quitarle la ropa, meterle mano y follarla contra la pared; sin embargo sintió que ella se reusaba. Se detuvo separando sus labios. Quiso mirarla a los ojos pero ella inclinó el rostro.
-¿Qué sucede? -colocó dos dedos debajo de su barbilla obligándole a mirarle.
-Nada. Solo... -dudó- estoy un poco confundida.
-Chelsea te lo dijo, ¿verdad? -la mano que la apretaba contra su cuerpo, la cerró en un puño- no pudo quedarse callada -murmuró para sí mismo casi inaudiblemente.
-¿Me lo ibas a decir? -sus hermosas orbes doradas preguntaban algo en silencio, que no supo descifrar qué era.
-Lo iba a hacer mañana, con calma -la soltó y caminó hacia el interior de la sala, sentía que todo eso era una bomba de tiempo que le estallaría en la cara-. Seré honesto contigo -se pasó la mano por el cabello desordenado-. No soy de andar con flores y palabras de amor -se recostó en la pared quedando frente a ella con mucho espacio separándolos-, incluso no creo que ese sentimiento y yo seamos compatibles. Tengo un estilo de vida muy diferente al resto refiriéndome a lo de relaciones, yo no tengo novia, soy un hombre que tiene una sumisa, una mujer a su cargo para cuidarla y enseñarle todo lo que a mí concierne detrás de esas puertas -señaló la entrada.
-Eso significa que yo... -asintió.
-Sí, estabas conmigo sabiendo que no puedo ofrecerte sentimientos, solo satisfacción -ella evitó mirarlo, instintivamente sus brazos rodearon su torso en protección.
-No lo recuerdo -su voz fue quebradiza, disminuyendo hasta terminar en un susurro-. Tú podrías... -tembló negando con la cabeza.
-Izz, estoy casi seguro de que Chelsea te dijo lo esencial sobre este estilo de vida. No hay término medio. Todo es sobre decisiones, es sobre si lo tomas o lo dejas. Yo no puedo elegir por ti. No voy a cambiar por ti.
-Necesito ir a mi casa -ella pidió con voz entrecortada.
-No puedo llevarte a tu casa, no esta noche -negó.
-¿Por qué?
-Tengo un mal presentimiento fuera de aquí, no permitiré que te vuelvan a lastimar -recalcó, convenciéndose de que hacía lo correcto.
-Nadie va a...
-Puede que tú no lo recuerdes, pero yo sí. Estás jugando con fuego mezclándote con Blake y Tracy.
-Ellos son buenos conmigo. Son mis amigos -Andy se apretó el puente de la nariz.
-Te controlan, quieren saber si recuerdas y haces algo en su contra. Quieren confirmar si hay algo entre tú y yo... Creo que está de más decirte que todo lo que pasó queda entre los dos, nadie más necesita saberlo.
-¡No soy estúpida! -le gritó y luego se cubrió la boca con una mano. Andy resopló.
-Ambos estamos cansados, tú necesitas pensar y yo un trago. Arriba, la segunda puerta a la derecha es tu habitación.
Izz subió las escaleras sintiéndose familiarizada con el lugar. Entreteniéndose con las pinturas que colgaban de la pared, siguió la secuencia de imágenes sin sentido hacia la izquierda y entró a una habitación que por muy extraño que se escuchara, olía a él.
Miró a su alrededor y la luna plateada le sonrió desde afuera del pequeño balcón. Con paso lento empezó a deambular tocando la suave sabana con los dedos, encendió la lámpara de la mesita de noche con una intensidad baja; abrió el cajoncito encontrando un libro con la portada de un hombre con un látigo y una mujer vendada y atada. Un hormigueó le recorrió el cuerpo completo centrándose en el vientre. Volvió a poner el libro en su lugar y rodeó la cama abriendo el otro cajoncito. Allí encontró unos papeles que ni siquiera leyó, solo los removió un poco encontrándose con algo frío debajo de ellos. Quitó los papeles y una pistola negra la intimidó por unos segundos, pero se fue como un rayo marcando el cielo, algo de ella le daba seguridad. Cerró el cajón y continuó con su travesía abriendo la puerta del closet que era una habitación con soportes llenos de ropa formal con la que él solía ir a trabajar. Caminó más a la esquina y el guardarropa caoba le llamó la atención. Abrió uno de los cajones y encontró pijamas, levantó una camisa y un jirón de encaje rojo cayó al suelo. Izz volvió a poner la camisa en su lugar y levantó la tela caída, extendiéndola, dándole su forma original, mostrándole ser unas bragas rotas. Sonrió por las mariposas que empezaron a revolotear en su estómago. Dejó la tela a un lado volvió a coger la camisa del pijama. Se desnudó completamente y se vistió con ella.
El sonido de alguien aclarándose la garganta le alertó haciéndole voltear en dirección a la puerta. Viéndose pillada por la escultura de hombre recostado en el umbral de la puerta cruzado de brazos en la pose más sexy y tentativo que había visto, sonrió.
-Si no te conociera, pensaría que eres una acosadora -él le sonrió dejando lejos al hombre frío que había visto minutos atrás.
-No lo sabes en realidad, conoces a la que era. Quizá ahora sí soy una acosadora.
-No lo creo -se encogió de hombros-, hay tanto de quien eras antes que podría decir que nada pasó.
-Estás alardeando -bromeó.
-¿Lo estoy? -le miró levantando una ceja.
-Sí -asintió-, podrías inventar cualquier cosa y decirme que así era. Tienes ventaja -Andy rió y se encogió de hombros.
-No necesitaría mentir, así que no hay ventaja. Ven aquí.
Andy tendió la mano en su dirección, y dejándose guiar por el instinto acortó la distancia que les separaba tomando su mano. Él le sonrió y le acarició la mejilla con los nudillos de su mano libre.
-Fui un poco duro allá abajo -Izz hizo un mohín.
-Creo que exageraste -Andy la rodeó con los brazos amoldándola a su cuerpo.
-Es lo que soy, pero todo es verdad. Si estás conmigo, no te prometo sentimientos, porque no es algo que yo haga -su corazón aleteó con rapidez enviando centenares de hormiguitas recorrerle el cuerpo.
-Lo sé -quitó las manos de la presa de Andy y le rodeó el cuello-, y lo acepto.
-¿Lo aceptas? -Le miró sorprendido- ¿Aceptas ser mía? -Le sonrió y asintió- ¿Solo mía?
-Has ganado la lotería, estoy perdida contigo -una sonrisa con malicia sexual se instaló en el rostro del hombre que la abrazaba.
-Entonces será mejor empezar a gastar esa fortuna antes de que se desvanezca.
Tomó sus labios en un beso fiero, explorando su boca, enredando sus lenguas mientras sus manos se posaban en su trasero apretándola contra él, haciéndole sentir su erección debajo de los pantalones.
Se separaron hiperventilando, Izz descansó la cabeza en su clavícula a esperar que su ritmo cardiaco regresara a la normalidad.
-Suelo ser muy egoísta -le susurró al oído-, no me gusta que nadie toque lo que es mío -le mordió el lóbulo de la oreja-. Solo yo podré darte placer -una de sus manos dejaron su culo recorriéndole el hueso de la cadera por debajo de la camisa y tocó su coño lloroso-. Tan mojada para mí -Andy gimió-. Empecemos a jugar.
La haló hasta la cama.
-Sube -le ordenó. Izz abrió la boca para hablar y él la miró interrogante-. Nunca me cuestiones.
Ella hizo la mímica de correr una cremallera a lo largo de sus labios y subió a la cama gateando. Se irguió y lo miró. Andy solo sonrió y abrió el cajoncito donde estaba el libro, lo sacó, removió algo en el interior sustrayendo un par de esposas.
-Las tengo escondidas por todas partes -le respondió a su pregunta silenciosa-. De espaldas contra el cabezal de la cama.
Siguió sus instrucciones mientras lo veía desvestirse, dejando ante sus ojos tanto músculo y piel exquisita para pasar la lengua. Se sentó en sus talones a la espera de que él le acompañara.
Andy subió a su lado unos minutos después, ya duro y listo haciendo que su boca se hiciera agua. Quería probarlo, tenerlo en su boca.
Aturdida por imágenes eróticas, no supo en qué momento Andy la esposó con los brazos extendidos al cabecero de la cama, forzándola a mantenerse concentrada, porque si perdía el juicio, sus brazos tomarían un ángulo que podría lastimarle.
-Abre las piernas -dijo con voz ronca y los ojos nublados de excitación.
Con su sexo expuesto, Izz se estremeció por el aire frío tocándole la carne caliente. Incluso sentía sus jugos escurriéndole por los muslos.
Andy comenzó a desabotonar la camisa permitiendo que esta bandereara a sus costados. Su caliente boca empezó mordisquearle el cuello e Izz lloriqueó de necesidad, su cuerpo pedía que la llenase. Él le dio un pellizco en el culo.
-Silencio -la reprendió-, quiero que estés en silencio y solo podrás correrte cuando te dé permiso -Izz jadeó y él le lanzó una mirada advirtiéndole que se ganaría un castigo con eso.
-Lo siento -se disculpó y bajó el rostro.
-Mucho mejor.
Él continuó con su labor besando, mordiendo y lamiendo su piel a lo largo del cuello y senos dejando sin atender a sus pezones que dolían por sentir su tacto al igual que su vagina. Se mordió el labio inferior cuando sus dedos rozaron sus botones sensibles, sus uñas las rasparon enviando correntadas de calor a su centro. No se detuvo allí, su mano recorrió su abdomen hacia el sur acariciando en círculos su piedrecilla de nervios haciendo corcovear sus caderas.
-Quieta -él ordenó.
Izz mordió con más fuerza su labio hasta sentir el sabor a óxido en su boca a medida que Andy la empezaba a follar con dos dedos estimulando su clítoris con el pulgar. Sentía morirse, él la llevaba al borde para luego alejarla con movimientos lentos. Su cuerpo dolía de expectativa, de deseo por sentirlo llenándola y poder llegar al clímax.
Cuando Andy la liberó de su toqué, Izz tenía lágrimas inundando sus ojos. Pero él la recompensó en grande cuando la penetró de una sola estocada, permitiéndole correrse a medida que la follaba con fuerza sosteniéndose con una mano en el cabezal y con la otra rodeándola para llegar a un encuentro perfecto y sincronizado, con él guiándola.
Con la habitación llena de gemidos, gruñidos y el sonido de las carnes chocando, Izz llegó al segundo orgasmo acompañada de Andy.
Ella se sentía temblar, su cuerpo estaba débil y parecía una pared a punto de colapsar, pero demonios, le había encantado.

Hojas en Blanco [Andy Biersack] Hot/romantica ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora