#Capitulo 32

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La excitación por el viaje se le notaba en los ojos, ella estaba más hiperactiva que nunca.
Sentado en el sillón, Andy la observaba en el sofá frente a él, cruzando y descruzando las piernas desnudas, con la pequeña falda subiéndosele cada vez más por el movimiento, y las botas de gamuza de distintas tonalidades de negro y gris con apliques de tachuela que le cubrían la pantorrilla, no hacían nada por enfriarlo. Chelsea llegaría pronto por ella y debía luchar contra la excitación.
Tomó una larga respiración tratando de bajar el calor que lo rodeaba, iba bien en ello hasta que Izz volvió a descruzar las piernas, dejándole ver la tanga de encaje rojo casi transparente que lo descolocó.
Como quien no quiere la cosa, se levantó, recorrió el camino que los separaba y se sentó a su lado colocando una mano sobre la rodilla de su mujer, y con un movimiento lento comenzó a subirla hasta tocar el encaje.
Izz lo detuvo con su mano.
-Ellos vendrán pronto -Andy se enojó. Él podría follarla cuando quisiera, y ahora quería hacerlo. Tomó un puñado del sedoso cabello rojizo y tiró hacia atrás con más de fuerza de la necesaria.
-Has olvidado quien manda aquí -le gruñó al oído-. Arrodíllate en el sofá y descansa el abdomen en el apoyabrazos con la mitad del cuerpo en el aire en una posición recta.
-Sí, mi señor.
Izz tomó una larga respiración antes de hacer lo que le había ordenado. Estaba consciente de que la iba a castigar y en cierto punto, él tenía razón, por un instante había olvidado que su relación con Andy era de 24/7.


Observó a la mujer frente a él, su culo estaba casi al descubierto. Se relamió los labios, disfrutando tenerla en expectativa de qué le haría.
Sus manos viajaron hasta ella llevando la falda más arriba, enrollándola en su cintura. Con rapidez rasgó ambos lados de la tanga, quitándosela.
-¿Por qué serás castigada? -le preguntó apretándole una nalga.
-Por... por -tartamudeó-, por olvidar quien manda -dijo en un suspiro.
-Manos atrás -ordenó quitándole los cordones a uno de sus zapatos.
Sin rechistar o demora, ella lo hizo. Andy ató poco apretado evitando cortar la circulación sanguínea, se quitó la corbata y le cubrió los ojos con esta.
-¿Quién es tu amo? -le tocó la cara interna del muslo izquierdo.
-Tú, mi señor -gimió cuando se detuvo cerca de su entrada.
-¿Solo a quién obedecerás?
-Solo a ti -lloriqueó al comenzar a atormentarla rozándole la piedrecilla de sensaciones de entre sus piernas.
-¿Quién será tu único dueño? -la necesidad de saber que sería el único al cual serviría, el único al que se entregaría con ojos cubiertos le hizo preguntar.
-Tú -dijo con voz temblorosa.
Se quitó el cinturón, unió ambas puntas y le azotó con la parte del arco.
-Comienza a contar -ordenó entre dientes.
-Uno -gimió cerrando las manos en puños.
Le dio otro golpe con más fuerza que el anterior en la unión del trasero y los muslos. Izz chilló y en el segundo retomó consciencia y siguió con la numeración.
Andy bajó en rostro y olisqueó el dulce manjar que emanaba su centro. Introdujo un dedo en su raja y las paredes vaginales quisieron retenerlo. Continuó atormentándola, sondeándola superficialmente, llevándola a cuestionarse su siguiente movimiento.
Se alejó y retomó el azote, atizándola siete veces más, dejándole el culo lleno de líneas rojas en todas direcciones, creando cuadrados, triángulos y otras formas geométricas del color níveo de su piel.
Bajó sus pantalones y bóxers y la folló con rudeza, sintiéndose su dueño, todo iba más allá de solo una escena. ¡Izz era suya! ¡Suya! Y de nadie más. Por mucho que quizá en algún momento todo se fuera a la mierda, ella seguiría perteneciéndole, debía pertenecerle.
Se hundió en ella aferrándose con una mano a su cadera y la otra entrelazándola con una de sus manos atadas.
-Mía -gruñó mientras se vaciaba en su interior con rápidos embistes.
-Creo que están arri... -la puerta se abrió y Josh entró-. Retrocede, retrocede -empujó a Chelsea con su pecho hasta que quedaron fuera y cerraron la puerta.
Andy rió del papelón que estaban haciendo su mejor amigo y su sumisa, pero lo tenían bien merecido por no tocar.
Se arregló los pantalones y con suavidad ayudó a Izz a sentarse en el sofá; desató sus muñecas antes de quitarle la venda improvisada.
-Hola -ella susurró con una sonrisa.
-Hola -le respondió acariciándole la mejilla con la yema de los dedos.
-Yo... lo siento -bajó el rostro y lo miró entre las pestañas.
-Mírame -le levantó el rostro con dos dedos-. Ve arriba y arréglate -ordenó y luego de un beso prolongado la dejó ir envuelta en la cobija con la que la noche anterior se habían acurrucado.
***

Hojas en Blanco [Andy Biersack] Hot/romantica ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora