#Capitulo 34

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Con el cuerpo lánguido, Izz descansó la cabeza en el hombro de su señor, mientras él le acariciaba la espalda con un toque tranquilizador.
-Vístete, debemos irnos -Andy le susurró besando sus cabellos.
-Si me levanto, caeré; estoy muy cansada -gimió.
-Yo te sostendré -le susurró al oído, ayudándole a ponerse de pie.
Recordando a las dos mujeres habían quedado en la habitación, trató de cubrirse, pero al dar la media vuelta se encontró con la noticia de que les habían dejado solos.
Se vistió nuevamente y Andy la rodeó con el brazo por la cintura, apegándola a su duro cuerpo.
Una vez que sus músculos retomaron el ritmo, su amo le tomó la mano y caminaron hasta el primer piso, deteniéndose frente a unas puertas dobles. Al abrirlas, una imagen muy diferente a todo lo que había visto afuera le asombró.
-¿Qué es aquí? -preguntó observando las distintas mesas estilo casino.
-Es el cuarto de apuestas y juegos.
-¿Qué haremos? -él se encogió de hombros.
-Quiero intentar algo -le besó el tope de la cabeza-. Señores y señoras, he llegado para hundirlos -dijo en voz alta, llamando la atención de todos.
-Darkness, es una sorpresa verte por aquí. Listo para perder a tu esclava por esta noche -dijo el hombre que había osado en tocarla.
-En realidad no la apostaré a ella, te reto a que apuestes a tu esclava -Izz vio en dirección hacia donde Andy señalaba y era la rubia que le había atacado, Victoria.
-Solo si apuestas a la tuya, está muy caliente -el hombre castaño de nombre Steve le dio una mirada lasciva.
-Hecho -el aire se le quedó atorado en la garganta, su cuerpo se convirtió en una estatua de hielo. Andy le dio un pequeño apretón instándola a seguirle-. Todo saldrá bien, nadie te tocará -le susurró al oído, sin embargo, no le creyó. Esto no estaba en sus manos; si alguien tenía un mejor juego que él, ella sería entregada a otro.
Caminó detrás de él aún tomados de las manos. Andy retiró una silla de la mesa y se sentó, dejándola de pie detrás de él, para luego poner la mano que unía sobre su hombro.
Levantó el rostro, topándose con Victoria mirándole con una sonrisa socarrona; tal vez se debía a que sentía el pánico pintado en el rostro.
No sabía que estaban jugando, pero tampoco le importaba, solo quería que su señor ganara.
Cartas comenzaron a repartirse, a él llegaron una reina, As y otras más hasta que el repartidor se detuvo.
-El Señor Oscuridad gana -dijo el hombre luego de mirar las cartas de Andy.
Su amo se levantó victorioso y le dio un beso rápido en los labios a su mujer.
-Eres suertudo -señaló Steve con una sonrisa-. Victoria, ve con ellos.
La rubia dejó el sillón donde estaba y se arregló el ajustadísimo vestido de látex que vestía. Caminó hacia ellos bamboleando las caderas sin quitarle la mirada a Andy.
Al estar frente a ellos, agachó la cabeza demostrando sumisión. Andy rió por lo que pensaba hacer.
-Victoria -le llamó, ella levantó el rostro con una media sonrisa-, arrodíllate -como si llevara esperándolo toda la vida por ello, la rubia comenzó a inclinarse-detente -la interpelada lo miró extrañada, y él no pudo evitar sonreír-. Arrodíllate frente a mi esclava -la sorpresa se le marcó en el rostro, abriendo los ojos de manera excesiva al punto que parecían querer salirse de sus cuencas.
-Señor -suplicó ella ante la humillación que le pedía.
-¡Hazlo! -rugió.
Dio un paso al lado y miró a Izz a los ojos, rogándole con la mirada a que le detuviera, pero conocía a Izz, ella no lo haría. No porque quisiera que Victoria fuese humillada, sino porque no querría llevarle la contraria.
La mujer se arrodilló frente a Izz y bajó el rostro, mostrando la misma sumisión que tendría para con cualquier Dom.
-Lame sus zapatos -ordenó firme, demostrándole a Victoria que ya la había superado y que lo que le ordenaba no era por placer, era un castigo por lastimar a su mujer.
Con lágrimas en los ojos, Victoria retrocedió un poco, se agachó y pasó la lengua por los zapatos negros de Izz. Cuando la rubia se hubo incorporado, Andy tiró de la mano de Izz sacándola de la habitación de juegos.
-Mi señor -susurró Izz al estar dentro del auto.
-¿Sí?
-¿Por qué hiciste algo así? -vio a Andy cerrar las manos en el volante.
-¿Estás cuestionándome? -preguntó entre dientes.
-No, solo quiero saber.
-Ella necesitaba aprender una lección -se quitó el antifaz e Izz le imitó-, y mucho más tener un castigo por lo que te hizo.
-Muchas comentaron que... -se inmutó, y él le miró de reojo cuestionándose qué demonios habían dicho las otras subs.
-¿Qué dijeron? -preguntó apretando la mandíbula.
-Que tú y... -la voz se le quebró, e instintivamente quitó una mano del volante y le acarició la mejilla.
-Ella se ha estado regodeando de eso toda la vida -respondió poniendo una mano en su muslo, acariciando la suave piel-. Nunca había llevado a alguien al club. Nunca me apeteció hacerlo.
-¿Por qué yo?
-Porque eres mía -tal vez no era una respuesta muy asertiva o que acallara la interrogante.
-Tus sumisas te pertenecieron, al igual que yo lo hago hasta que así lo desees.
-No es igual.
-¿A qué te refieres?
-No puedo decírtelo -continuó conduciendo en silencio.
No poder decírselo era la absoluta verdad, no tenía ni idea de por qué con ella era diferente; simplemente lo sabía en el fondo de su mente.
***

Hojas en Blanco [Andy Biersack] Hot/romantica ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora