CAPÍTULO 29: "Rueda de la fortuna"

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P O V S C A R L E T T

Cuando volví al hotel con Charles y todos los demás que estuvieron buscándome, me sentía como la mierda más mierda del universo entero. Me alagó que todos se hayan preocupado por mi de esa manera, y que hayan movido cielo y Tierra para encontrarme, pero me hace sentir mal saber que, en esa noche que era para divertirnos y pasarla bien, todos se la pasaron preocupados y recorriendo Brasil de punta a punta. Esa fue la primera y última vez volvía a probar cualquier tipo de droga.

Lo que le dije a Charles cuando estuve en sus brazos fue completamente cierto. Cuando abrí los ojos y lo vi ahí, con la mirada llena de pánico y preocupación, algo en mi interior se revolvió y no tardé nada en sentirme pésimo. Y además, me alegra haberme despertado y haberlo visto a el en vez de aun violador o vagabundo.

Todos me preguntan cómo había logrado llegar hasta la playa desde el Club, ya que estaba como a cinco o siete calles. Les dije que no lo sabía, y esa en parte era la verdad. No recuerdo todo muy claramente que digamos, todo sigue muy confuso en mi cabeza. Lo único que me acuerdo a penas es que todo se movía más lento, que cada vez que veía a una persona o a alguien moviéndose una capa de color rojo y azul o morado los cubría, pero solo eso. Sé que nada muy malo me pasó, seguramente me habré besado con uno que otro chico que no conozco, o habré bailado con cualquiera, pero nada demasiado malo.

¿Cómo llegué a la playa? No tengo idea. Creo que en un momento me sentía muy mareada, con muchas ganas de vomitar y estar en un lugar con tanta gente empezó a provocar que me faltara el aire. Supongo que caminé hacia la playa y me desmayé en la arena o algo por el estilo. Pero después de haber llegado al club, todo se hace más confuso.

Ninguno de mis amigos me dijo nada, menos que menos lo que estaban en el mismo estado que yo. Los que si me dieron una charla como de tres horas fueron el profesor, Charles y Cameron. Qué dónde estaba, qué como había llegado a ese lugar, qué por qué me separé del grupo, que podía haberme llegado a pasar algo malo, que podría estar muerta, y todas otras cosas que no recuerdo muy bien porque la cabeza me mataba en ese momento.

Ahora estoy tirada en mi cama mirando al techo mientras juego con una pelota de plástico pequeña. La lanzo hacia arriba y la agarro cuando cae. La lanzo, la agarro. La lanzo, la agarro. La lanzo, la agarro. Y así como por media hora hasta que escucho que tocan la puerta y segundos después alguien la abre.

Todos están desayunando en el comedor, y como no tenía hambre me quedé aquí. Giro mi cabeza hacia la puerta y veo a Charles recostado por el marco de esta, con las manos en los bolsillos y una sonrisa amigable en sus labios. De la nada la imagen de sus labios sobre los míos aparece en mi cabeza, pero la aparto rápidamente.

--- ¿Por qué no bajaste? -- me pregunta el. Entra a la habitación, cierra la puerta y se sienta a los pies de mi cama. Me encojo de hombros.

--- No tenía hambre. -- le respondo simple. Escucho como bufa.

--- No me digas que eres una de esas chicas que no comen por miedo a engordar. -- dice el con el tono de voz algo raro y pone los ojos en blanco. Niego con la cabeza.

¿Algo así como esas chicas bulimicas o anorexicas? No, no soy una de ellas. Tengo varios problemas con mi cuerpo y hace un año sufrí de baja autoestima, pero gracias a la ayuda de mis amigas, mi psicóloga y en parte de mi madre, he logrado superar esa etapa. Según lo que decía la Dra. Macconaughey parte de tener baja autoestima se debía a que no conocía a mi padre ya que el nos había abandonado. Supongo que es como ella dice, pero ese tema de mi vida jamás me había afectado tanto. No tenía un padre, ¿Y? Hay miles de personas que no tienen padres y están de lo más bien. Yo soy una de ellas.

El nieto de la Sra. Robertson ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora