Capítulo I: El Llamado

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Sam

Sabía que algo no estaba bien. Pero supongo que estaba siendo demasiado orgullosa conmigo misma al no reconocerlo.

Volví a tener pesadillas. Y como siempre, no recordaba nada en lo absoluto. El simple miedo que recorría mi espina y las frías gotas de sudor que caían en mi frente eran la única evidencia que mi sueño no había sido placentero en lo absoluto. Eso, y las emociones.

La angustia palpitaba en mi pecho, como si de pronto me hubiesen arrebatado algo demasiado importante para mí. Podía jurar que mi mundo se había vuelto oscuro, ajeno a mí por la simple pérdida de aquel objeto.

Me estremecí ante tal pensamiento... ¿Cómo es que podía sentirme así por haber perdido algo que ni siquiera yo sabía lo que era realmente? Mi mente era últimamente un revoltijo de ideas, e incluso yo llegaba a pensar que se me había ido la olla. Tal vez así era.

Mi despertador sonó y me liberó de mis pensamientos.

Me levanté de la cama sin pensarlo dos veces. Normalmente la idea de tener que ir hoy a la escuela habría hecho quejarme al respecto, pero tal vez necesitaba algo para distraerme. Para dejar de pensar en estos extraños sueños.

Antes de dirigirme al cuarto de baño, le eché un vistazo a mi habitación sin razón aparente.... Como si me faltara algo.... No, todo seguía en su lugar; las oscuras paredes que a mí me parecían de lo más confortantes estaban cubiertas con los posters de mis bandas favortitas, al parecer, había dejado algunas velas encendidas sobre mi cómoda la noche anterior, porque ahora estaban completamente consumidas, lo cual me pareció extraño, pues juraba que anoche no había encendido ninguna. Debo de estar paranoica. Sí. Eso debe ser.

Entré al baño y cerré la puerta detrás de mí. Mi vista se quedó atrapada en el espejo por unos momentos. Con el pasar de los años noté que poco a poco yo iba adquiriendo más curvas; mis piernas, mis caderas, e incluso estaba bien dotada en el área de mi pecho, pero aún seguía luciendo delgada. Durante los últimos dos años, me había negado a cortar mi cabello, y ahora llegaba hasta mi espalda baja, sentía que las ondas que ahora había adquirido mi pelo largo se me veían bien, al igual que algunas puntas que había teñido de violeta.

Él una vez me dijo que le encantaba mi pelo de esta manera.

Me sentía tonta en la manera ridícula en la que pensaba en ÉL. Y es que a veces era imposible no pensar en otra cosa. Cada vez que me veía con esos ojos azules, sentía que me derretía por dentro, pero mi vulnerable interior era incapaz de ser percibido a causa de mi duro exterior. Cerca de él, me hacía la distante, pretendía que me era imposible verlo con otros ojos que no fueran los de una amiga.

Sólo era un engaño.

A veces agradecía lo ridículamente despistado que era. Parecía creerme, parecía pensar que ya había superado todo lo anterior... que ya había superado lo de "Nosotros". Era la única manera de alejarlo. Era lo mejor para ambos. Nuestra relación era del tipo destructiva, sólo que yo fui la primera en notarlo.

Dejarlo ir ha sido lo más doloroso que he tenido que hacer. Pero lo hice, y nuestras vidas siguieron. Desde entonces hemos pretendido que nunca hemos sido más que amigos, y eso estaba bien para ambos. O al menos para mí.

Suspiré de una manera rara y me metí en la ducha. Sentía que podía estar allí para siempre. Pero era imposible.

Para cuando salí envuelta en mi toalla hacia mi cuarto, casi suelto un grito, pero logré tapar mi boca a tiempo. No quería que nadie me escuchara. Sentía mis piernas como papel, pero no sé de donde saqué la fuerza suficiente para acercarme aún más.

Danny Phantom: Cursed from the AshesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora