Y la verdad que le urge a la comunidad no es la verdad
verdadera, que además no puede llegar a ella, lo
que necesita es una narración coherente de los
hechos para estar tranquila y, sobre todo, para que
se haga justicia.
Es notable la ausencia de la figura masculina.
Es un mundo de mujeres, y de mujeres
atormentadas. Porque todas tienen una historia muy
trágica. Allí hay un desequilibrio evidente,
independientemente de la relación homosexual,
son mujeres con un trastorno. El círculo se amplía
con las mujeres, y no aparece la figura de un
hombre, hasta que entra el árabe. Un hombre
extranjero que podría pensarse como el benefactor
de la comunidad, puesto que tiene locales
comerciales, pero también podría ser una persona
de poder, tanto, que lo vinculaban como muy
cercano al ministro del Interior. Esa es la
comunidad tejiendo la narración, buscando la
explicación a los hechos, por medio de su propio
relato. Y procurando la verdad, aparece ese
primer personaje masculino que es este atabe, e
inmediatamente sobre él se teje una aureola de
poder y de vinculación con algunos entes
gubernamentales. Esa es una típica salida de
narraciones populares orales: lo ven como
peligroso, precisamente porque tiene poder. Y
todo aquel con poder termina siendo sospechoso,
porque inmediatamente la comunidad se divide en:
«nosotros los débiles, los que estamos pisados, y
ellos, los poderosos, que pueden hacer lo que
quieran». Tanto como para salir impunes de un
delito cometido.
La justicia detendría el caos, así como la
impunidad lo fomenta. Y con justicia sientes un
alivio, incluso puedes tener compasión —que es
un grado más alto de civilidad— que te permitiría
pensar: «pobrecitos, son unos enfermos, o quién
sabe lo que les pasó». Pero tiene que haber castigo
para los culpables.
En una sociedad donde la impunidad está a la
orden del día, el caos se está generando
continuamente. Es la razón de que la memoria
estuviese viva sobre delitos anteriores, donde los
culpables que tenían poder, habían sido protegidos
—como el caso en el que estaban implicados
funcionarios policiales— y vivían en total
impunidad. Eso produce, en cada individuo y en la
sociedad, un sentimiento de incertidumbre muy