I LA AGONÍA, parte5.

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El comisario Arias se montó en el carro sin

contener su enfado. «¡Burócratas! Me resisto a un

argumento administrativo para excusar el maltrato

o la muerte de un niño».

Ya tenía que dirigirse al aeropuerto para su

regreso a Guanare, pero antes le pidió al amigo

taxista hacer una parada en un restaurante llamado

El Caney de Felo, ubicado en el sector Los

Robles. Existía la información de que en ese lugar

Anney había agredido al niño con un tenedor,

rompiéndole el labio.

El comisario calculaba: el defensor vio al niño

a finales de marzo y no tenía marca en el labio —

solo en uno de sus cachetes— y cuando se

mudaron a su último lugar de residencia en

Margarita, terminando el mes de mayo, sí la tenía;

allí estaba el lapso donde habría ocurrido la

agresión en el restaurante.

El lugar El Caney de Felo, espacioso para

pasarla en familia, tenía un área extensa al aire

libre donde, por ser domingo, los niños

correteaban libremente. Inevitable que Arias

imaginara a Dayan. Los comensales se mostraban

alegres y compartían con entusiasmo. Un grupo

musical animaba la velada vespertina. La agresión

al niño era recordada por varios de los

trabajadores.

—Se sentaron en esa mesa —precisa uno de

los mesoneros, señalando la parte central del local

—, era día de semana, no había mucha gente.

Serían como las 3 y media de la tarde.

—Eran dos mujeres y el niño —recordó otro

miembro del personal que se sumó a la

conversación—, una de ellas es la que está

detenida, la bajita que han identificado como

Anney. La otra no se me parece a la mamá, a

Gellinot, a quien describen como alta; esta que

acompañaba a Anney, era tan bajita como ella.

—A Dayan lo sentaron en una de esas sillas de

niños que se fijan a la mesa. De ahí no se podía

mover —continúa el mesonero—. La molestia de

ellas era que el niño no quería comer, creo que era

carne el plato que habían pedido. Se resistía a lo

que ellas le daban, y, como el niño cerraba con

fuerza la boca, Anney se la rompió con un tenedor.

El personal se alarmó porque empezó a sangrar

mucho.

—La criatura ni siquiera podía agarrar los

El grito ignorado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora