Omar Gatrif y Magdiel Hernández, abogados
de Doris y Yure, habían logrado convencer a sus
defendidos de que la salida estratégica debía ser
solicitar el procedimiento especial para admisión
de los hechos. En el peor de los casos, eso les
permitiría a ambos salir en libertad al cumplir un
tercio de la pena, según lo establecido en el
Código Orgánico Procesal Penal.
De acuerdo con los hermanos del enfermero —
Magdiel y Bernardo Hernández— Yure se negaba
a admitir los hechos. Le preocupaba lo que sería
de su vida luego de su libertad, más aún al formar
parte de una familia con escasos recursos
económicos, que no lo podría enviar lejos del odio
del pueblo, alternativa que sí consideraba Mateo
para Doris. Pero un argumento lo convenció: hasta
los representantes del Ministerio Público habían
anunciado que estaba previsto que el juicio por el
crimen de Dayan se prolongaría más allá de un
año, tiempo en el que permanecería en prisión,
para posiblemente tener el mismo resultado, ser
declarado culpable. Admitir los hechos en cambio,
le permitiría recibir el beneficio de la libertad con
la conmutación de la pena, es decir el pago con
días de trabajo por días de cárcel. En la cuenta de
los abogados defensores estaba que ambos habían
cumplido ya casi 8 meses de prisión.
Mateo, exesposo de Doris, comentó que
también le costó convencer a la madre de sus hijas
para que admitiera los hechos. Pero estaba claro,
ella hacía lo que él le indicaba.
Camino a las 3 de la tarde, los pasos de
efectivos de la Guardia Nacional llamaron la
atención de la entrada de la sala tres del lado oeste
del edificio de tribunales. Los cinco imputados,
esposados, con sus manos hacia delante, se
deslizaban arrastrando sus pies sin tener cadenas.
De primera Anney, quien tal vez llegue a 1 metro
50 de estatura. Vestida de jean, una franela morada
y un reloj combinadísimo morado, con la cabeza
erguida, escrutaba nuevas caras, mirando a los
ojos y con un leve gesto en su boca que helaba al
emitir una cínica sonrisa. Ninguna expresión de
vergüenza o incomodidad; ni siquiera de cansancio
por el viaje, Gellinot a su lado, bastante más alta
de tamaño, se inclinaba para escuchar
comentarios, o tal vez instrucciones. Ella también