Cada uno internaliza sus valores, de acuerdo
con patrones culturales, familiares, personales, de
educación, y trayectoria de vida. Es difícil tratar
de comprender por qué cometieron este crimen, lo
que sucedió, o la maldad; las implicadas, dentro
de su deformación, te pueden decir que amaban al
niño, y de hecho, Gellinot lo repite muchas veces,
y Anney también. Sobre ellas, lo único que puedo
decir es que son personas perturbadas. Un
especialista lo explicará con autoridad, pero no
creo que personan así tengan el mismo amor que
nosotros. Sin embargo, pienso que en todos los
seres humanos hay un demonio.
Esos casos donde se cruza la vida cotidiana, la
justicia, la búsqueda de la verdad, la culpa, son
muy difíciles de desentrañar.
Todo se puede recomponer. Guanare lo hará.
La esperanza nunca se pierde. Una vez que
funcionan las instituciones, y que el pueblo vuelve
a creer que las mismas son para todos, y que no
hay discriminación por el poder, o el dinero, se
restablece la certeza, y retorna la seguridad. El
peligro es mantener durante muchos años a un
pueblo oscilando. Eso lleva a que se acabe, se
diluya la esperanza.
Una cosa es la autoridad, puesta en las
instituciones y en los que detentan ese poder, y
otra, la internalización de la misma. Aunque el
representante de la institución no esté, tú no la vas
a transgredir. Cuando se pierde la autoridad por
dentro, porque da lo mismo, necesitas entonces una
sanción, que te castiguen, te multen, para volver a
internalizarla. No tenerla, es una pérdida
gravísima.
Cuando Gellinot y Anney —las dos principales
implicadas— celebran porque se posterga la
audiencia y se sienten salvadas, eso es un cinismo.
Ellas, esas personas, son completamente
desasistidas. Hay un sentimiento que es el que nos
permite entrar en sociedad: la vergüenza social.
«Yo no hago eso, porque me da pena». Cuando tú
pierdes ese sentimiento, es fatal. Es necesario
recuperarlo. El gesto de ellas, el ¿y qué?, tan
provocador, tan venezolano, delante de todos,
como diciendo, ganamos... ¿Ganamos en la
desvergüenza?
Al entierro de Dayan fue muy poca gente por la
desconfianza. Nadie quiere ser señalado. Es un
problema de doble discurso, en el que está la