Y eso lo interpretó,
como la activación del poder, para proteger a los
involucrados.
El sábado 3 de diciembre se convocó una
rueda de prensa en el CICPC. El error se
prolongó. La información resultó vaga e
incompleta. Los implicados no fueron
identificados. Solo se dijo que estaban detenidos
en los calabozos de la policía local. «No se
pueden revelar más detalles de la investigación,
hasta tanto no se recaben las pruebas de rigor y se
tenga una construcción de los hechos, ya que
apenas se está en proceso de interrogatorio y se
trata de un caso complejo...». Como un cuchillo,
la indignación en Guanare cortaba la paz
cotidiana.
Pero el periodismo se activó. Los reporteros
lograron, a través de sus fuentes, obtener los datos
que no habían suministrado las autoridades.
Pudieron así los guanareños conocer el domingo, a
través de la prensa regional, los nombres y rostros
de los cinco implicados, con un detalle adicional:
anunciaban que faltaban otras detenciones.
Apoyados en información extraoficial de primera
mano, los periodistas precisaron que se
investigaban al menos otras cuatro o cinco
personas que constituían un grupo social muy
activo en la ciudad.
El domingo, los mensajes ya no solo insistían
en el crimen y sus detalles; también alertaban
sobre la posible liberación de los implicados. Los
textos repetían que una de las detenidas, Doris
Oropeza, exesposa de un árabe llamado Mateo,
conocido comerciante de la zona, y cuya
prosperidad había crecido como contratista del
gobierno, iba a ser liberada y enviada a Cúcuta.
El pueblo iba agregando elementos de juicio
sobre cada detenido, hasta tal punto, que manejaba
su propia versión de los hechos, aún antes de
iniciarse la primera audiencia, convocada para el
lunes 5 de diciembre.
Las historias eran enriquecidas con datos que,
sostenidos sobre hechos, inventos y exageraciones,
construyeron una teoría que se ha mantenido en
paralelo a las investigaciones policiales y a las
del Ministerio Público.
La ira no fue casual. El 29 de septiembre de
2011 —dos meses antes de la muerte de Dayan—
los cuerpos de un comerciante de 40 años, César