II LOS IMPUTADOS, parte1.

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«Caía el sol, cuando aparecieron unas camionetas

de esas grandes, negras, las que usan los ricos que

nunca pasan por aquí, por esta zona. De ellas se

bajaba gente recién bañada, perfumada, hombres y

mujeres. Mi hija me comentó después que ese día,

lo más importante de Guanare había entrado a casa

de Anney. Unos 20 ¿serían?, es mi cálculo. Esas

casas son muy pegadas, ¿sabe?, y de lo que hace

uno, se entera el otro. Bueno, de casi todo. Las

paredes tienen oídos, y el cielo es común en

nuestros patios. Había corrido la voz de que como

era luna llena, los brujos se alborotaban y los

espíritus salían de cacería, y que como esa

muchacha andaba en asuntos raros, había

inventado una ceremonia para malograr a la

criatura. Porque al niño ni se le veía, pero

sabíamos que estaba adentro, en la casa. Los

invitados llevaron licor que tomaban a pico'e

botella. Sus voces se oían con eco, fuertes, como

en película de miedo. Comenzaron a pintarrajearse

la cara de oscuro para confundirse con lo malo, y a

colocarse unos trapos largos, unas túnicas negras

que les cubrían los cuerpos. Ya no se podía

diferenciar quiénes eran hombres y quiénes

mujeres. Luego prendieron unos velones y los

pusieron en el suelo en forma de círculo, ellos se

quedaron detrás, y en el centro sentaron en el piso

a la criatura, que estaba paralizada. Los ojos

húmedos del niño miraban un punto indefinido. Uno de ellos, digo uno, porque se escuchaba como

voz de hombre, pero quién sabe, empezó a cantar

en un idioma que nunca habíamos oído. La voz le

salía del estómago y todos empezaron a seguirlo.

Era así como en la iglesia, que el cura lee un canto

y nosotros replicamos, pero esto era feo. Algunos

se retorcían y se tiraban al piso, cual pataleta de

muchacho. El niño temblaba, pero ya era muy poco

lo que se veía de él, porque el círculo se fue

cerrando y cerrando...».

Antonio, Ricardo, Josefina, Petra, Manuela,

vecinos unos, amigos de vecinos otros, y amigos

de los amigos de los vecinos. Y así. Muchos en

Guanare narran en detalle esta visión, que habría

sido capturada en video por el dueño de un

BlackBerry. El video nunca apareció.

Rosa Quevedo, abuela de Dayan, junto a sus

El grito ignorado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora