Es el derrumbe de esa estructura
que no era real. Y nos preguntamos, ¿por qué ese
personaje llegó allí?
Buscar dentro de nosotros para determinar
situaciones y responsabilidades, genera dolor,
genera rupturas, tratamos de ver a quién le
echamos la culpa de lo que sucede, porque no
queremos asumir la responsabilidad que cada uno
tiene, sin que eso signifique que no hay un gran
responsable.
Nunca seremos el mismo país de antes.
Transformaremos una situación, pero quedará la
cicatriz. El perdón no es olvido. Hay que pensar
en la cuota de responsabilidad que nos toca a cada
uno de nosotros para que Venezuela sea diferente,
porque si no, caemos en lo mismo: volver a creer
en alguien que ofrece cantos de sirena.
Ojalá logremos entender que los cambios se
van a dar no cuando sentencien a los responsables
del crimen de Dayan —que sucederá, y eso está
bien— sino cuando cada uno pueda identificar su
propio problema, y pueda entender su vida, lo que
ha ocurrido con sus relaciones, historias que le
sirvan de espejo. Y tienen que pasar cosas fuertes,
dramáticas, dolorosas, para poder darnos cuenta
que en una comunidad donde no pasaba nada,
pasaba de todo. Pasaba de todo porque
permitieron que sucediera esto tan grave. Por eso
el nivel explosivo fue tan grande.
Quién sabe si en la destrucción violenta de las
viviendas o locales comerciales, la gente sintió
que estaba destruyendo su propia historia.
Casos como el de Dayan, encubiertos,
enmascarados, que estén aconteciendo el país, son
un explosivo. En el tema de la violencia algo está
sucediendo que se nos fue de las manos. El temor
es que lo que ocurrió en Guanare en pequeño,
explote en Venezuela en grande. Porque la gente
está frustrada, está asustada, matan a la gente y no
pasa nada. Hasta ahora.
ÁNGEL OROPEZA[3]
Lo que ocurrió con Dayan, más allá de
cualquier terminología o explicación científica, es
una tragedia, porque lo peor que puede ocurrir en
sociedades como la nuestra, que están en
transición vital, es acostumbrarse a este tipo de
situaciones.