Tres: Para morirse

6.6K 471 13
                                    

Ella tomó la iniciativa y se acercó decidida, tiró el bolso y el abrigo en el suelo y al parecer eso bastó para que su acompañante se decidiera también, al verla él se sacó la chaqueta y tomó su cintura decidido. Georgiana temblaba de los pies a la cabeza porque solo la mirada de ese hombre era demasiado para cualquier mujer, entonces él se acercó peligrosamente y ella solo podía ver esos labios carnosos invitándola a probarlos, se lamió sus propios labios y él trasladó su atención a ese punto, ella sentía su corazón latir más rápido de lo normal y pensó que si seguía así le daría un paro cardíaco.

Tranquila Gia, puedes con esto.

Él la atrajo más cerca y se inclinó ella suspiró y se dejó llevar, Georgiana cerró los ojos y se obligó a si misma a dejar de pensar. Sus labios eran suaves y calientes, el primer roce fue lento y torturuoso, la dejó deseando más así que ella tomó la iniciativa y lo acerco más a ello atrapando sus labios entre los suyos, él parecía disfrutarlo ya que con un brazo abrazo su cintura y con el otro su trasero. Gia jadeo cuando los besos pasaron de su boca a su cuello y las manos masculinas subían por su abdomen, ella aprovechó a pasar una de sus manos por el suave y oscuro cabello de él y otra subiendo por su espalda tersa y musculosa.

—¿Donde está la cama? —él jadeo con su voz ronca y su acento más marcado que nunca, respiraba superficialmente igual que ella.

—Al fondo a la derecha —prácticamente suplicó ella y él solo la miró un momento y volvió a atacar sus labios con fiereza, ella solo pudo responder al beso con la misma intensidad mientras él llevaba sus manos a su trasero y la alzaba haciendo que sus muslos se encajaran en su cintura. La necesidad de quitarse la ropa se hacía más grande por cada minuto y hasta casi insoportable, así que ella comenzó a frotarse contra él haciendo que se detuviera a mitad de pasillo para soltar un gruñido desde el fondo de su garganta.

La dejó en la cama sin mucha delicadeza y empezó a sacar los botones de su camisa, ella siguió su ejemplo con dedos temblorosos y la respiración agitada, ella se paralizó cuando él se quitó la camisa porque ella pensó que era solo delgado, no esperaba encontrar ese amplio pecho y ese bien formado six pack. Georgiana sintió su boca seca y el deseo quemando sus entrañas cuando él la miró, sus ojos azules en contraste con su piel marrón eran tan fascinantes como intimidantes.

Él volvió a besar su cuello succionando levemente y dejando un rastro de besos hasta su escote, ella se arqueó temblando ligeramente y él deslizó su mano por su espalda hasta encontrar el broche del sostén, un movimiento y ella estaba desnuda de l...

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Él volvió a besar su cuello succionando levemente y dejando un rastro de besos hasta su escote, ella se arqueó temblando ligeramente y él deslizó su mano por su espalda hasta encontrar el broche del sostén, un movimiento y ella estaba desnuda de la cintura para arriba, Zahid rozó su pezón con un dedo y ella se mordió el labio para no gritar, luego su boca descendió sobre su pecho y ella no tuvo otro remedio que gemir por el remolino de sensaciones que se desataban en su cuerpo.

Él siguió bajando por su cuerpo besando su estómago hasta llegar al botón de sus pantalones, la miró un segundo esperando que ella hiciera alguna seña para que continuara así que ella solo asintió y levantó las caderas facilitándole el acceso, los pantalones de ambos fueron arrancados en movimientos borrosos y antes de darse cuenta él se cernía sobre ella otra vez rompiendo el paquete de aluminio y deslizandolo en su dura erección y en un empujón se deslizó dentro de ella haciendo que ambos soltaran un gemido de satisfacción.

—Muévete —suplicó ella clavando sus dedos en sus bíceps perfectamente esculpidos, él obedeció y comenzó a moverse contra ella rápido y duro, dándole todo lo que ella pedía y más. Georgiana comenzó a gritar perdida en sus propias sensaciones y disfrutando el contacto con el hombre sobre ella. Él por su parte hundió la cabeza en el espacio de el cuello de ella y lanzó gruñidos y maldiciones.

Gia sentía que la cabeza le iba a explotar, sentía que las mejillas y las orejas le ardían a fuego lento, entonces él atrapó su pezón con sus dientes y fue lo que necesitó para llevarla al límite de su cordura. Un grito salió de sus labios y el clímax inundó todo su cuerpo, el hombre sobre ella gimió fuertemente y se desplomó sobre ella.

Georgiana no tenía idea de qué hacer una vez que recuperara el aliento, su corazón latía frenéticamente y su mente aún no se enfriaba, jamás había tenido una aventura de una noche ¿debía acurrucarse? ¿darle las gracias? ¿ignorarlo? No le tomó mucho averiguarlo porque un minuto después él pareció tener fuerza suficiente para levantarse y vestirse en silencio, le dio una última mirada y asintió en su dirección y luego simplemente se fue. Ella no movió un musculo hasta que escuchó la puerta de la entrada, se levantó y le puso llave, luego fue al baño a darse una ducha y finalmente cayó rendida en la cama que había compartido con aquel hermoso árabe.

•••

El sonido insistente del timbre la sacó de un bonito sueño, fruncio el ceño maldiciendo a quien quiera que estuviera afuera, tomó una de las batas de seda de Gabrielle y fue a abrir la puerta, por supuesto era su amiga luciendo toda desaliñada y con la misma ropa de la noche anterior pero feliz.

—Oh vaya, no pareces muy feliz ¿Acaso el hombre sexy de anoche no te dio algo bueno? —Georgiana rodó los ojos y dio un paso a un lado para que su amiga entrara —Tenemos que darnos prisa o llegaremos tarde al trabajo.

—¿Qué hora es? ¡Oh dios! Es tarde —Ambas corrieron alrededor de la pequeña casa tratando de alistarse lo más rápido posible, de camino Gia llamó a su madre para decirle que salió muy tarde del trabajo y tuvo que quedarse en casa de Gabi. No era completamente una mentira después de todo.

—Muy bien señoritas... —ambas llegaron justo cuando la jefa terminaba de hablar, les dio una larga mirada y luego se dio la vuelta taconeando hasta llegar a su oficina. Georgiana y Gabrielle fueron hasta sus casilleros a cambiarse de ropa y luego subieron a las suites para empezar a hacer el aseo, según la jefa los de la suite presidencial ya estaban instalados por lo que ella tendría que tener cuidado cuando entrara. Ella tocó dos veces en la puerta y nadie contestó.

—¡Limpieza!

—Adelante —contestó una voz de mujer, Gia entró en la habitación empujando el carrito de limpieza siempre mirando al suelo y tratando de ser invisible —Hola, oye tuvimos un pequeño accidente esta mañana con el jugo de naranja en la alfombra ¿Crees que se pueda limpiar?

Georgiana subió la mirada y sintió como palidecía en el acto, ella quería morirse en ese instante.

Junto a ti {REESCRIBIENDO}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora