Veinticuatro: No iré lejos

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La desesperación la consumía de adentro hacia afuera.

Georgiana caminó a través de los pasillos del hospital, ya no soportaba ver esos uniformes ni el olor a alcohol y medicamentos. Se movió rápidamente a la parte trasera del hospital donde había un puesto de enfermeras junto a la salida y una pequeña sala de espera vacía, vio a la chica que la había guiado hasta su madre y quiso gritarle que era una sucia mentirosa, su madre no estaría bien, ella estaba muriendo. Pasó junto a las enfermeras lo más rápido que pudo para que no la notaran, en la parte trasera del hospital había un estacionamiento desierto a excepción de un par de mujeres fumando en una esquina y un mazzerati negro.

Él seguía aquí pero ¿Dónde?

Ella caminó hacia el otro lado, dobló una esquina y encontró un lugar vacío entre el edificio y unos arbustos, Georgiana prácticamente se derrumbó y lloró todos los sentimientos reprimidos.

No quería perder a su madre.

Ese era el peor miedo de todo hijo haciéndose realidad.

Era consciente de que sus quejidos hacían mucho ruido pero no pudo evitar sollozar abiertamente, rezando que nadie la encontrara. Quería a Travis, quería a Zahid, quería a Gabrielle, o cualquier otra mano amiga que la reconfortara pero estaba sola en un estacionamiento, llorando por lo que pronto perdería, de pronto escuchó pasos y se encontró a sí misma dentro de unos brazos cálidos, ella lloró con más fuerza sabiendo que Zahid la sostenía con cuidado.

Unos minutos más tarde, cuando logró dejar de llorar, se alejó un poco de Zahid, sacó su teléfono y marcó —¡Gia, cariño! Justo estaba pensando en ti, estoy aquí con Jackie y su pequeño Theo que te mandan saludos.

—Escucha Gabrielle, necesito tu ayuda —se sentía tan patética aún tirada en el suelo así que se reincorporó tratando de quitar la tierra de su ropa y esperando no verse tan horrible como se sentía, debía estar más centrada que nunca. A Zahid parecía importarle poco haber ensuciado su costoso traje y de inmediato la ayudó a levantarse pero no se separó de ella.

—Lo que sea, dime —respiró un poco mejor porque sabia que su amiga nunca la decepcionaría.

—Mamá está en el hospital y no creo que le den de alta pronto, necesito que te quedes con Daniel ésta noche —rápidamente le dio la dirección de la casa de los padres de Travis y colgó, con toda la dignidad que pudo reunir miró a Zahid y él solo sostuvo su cara tratando de limpiar sus lágrimas pero solo salieron más.

—Está bien, puedes llorar —Gia negó tratando de calmarse y tragarse sus sentimientos, soltó a Zahid y caminó hacia las puertas del hospital pasando frente a las mujeres fumando que ahora la veían con lástima, probablemente la habían escuchado llorar pero ya nada de eso le importaba. En su camino de regreso encontró unos baños, notó que sus ojos estaban rojos y su maquillaje corrido así que se lo quitó con una toalla de papel, por la hinchazón no podía hacer nada.

Zahid la esperaba afuera y ella no sabía cómo lidiar con él.

—Gracias por traerme, no tienes que quedarte —él apartó la mirada y ella vio cómo flexionaba su mandíbula, tal vez estaba molesto pero el cerebro de Gia estaba muy revuelto para notar nada.

—Quiero estar aquí para ti, por si necesitas algo —ella negó y tomó su mano, una mano grande y bien cuidada.

—No hay nada que tú o yo podamos hacer, es lo que es —ella suspiró completamente derrotada y se alejó de él.

Volvió a la habitación de su madre, ella estaba dormida y su corazón se partió a la mitad al verla tan frágil y pálida en esa enorme cama... La señora Carter cerró su libro de bolsillo y se acercó para darle un beso y una caricia reconfortante —El doctor la sedo porque estaba muy alterada, lo siento querida pero debo irme ¿Dónde está el pequeño Daniel? Puedo quedarme con él ésta noche.

Junto a ti {REESCRIBIENDO}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora