Veintitrés: Lo siento.

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A mitad de la tarde Georgiana caminaba por los pasillos de la firma de abogados Newman, Murphy & Thomas, llevaba un par cafés en una bandeja para el jefe y su invitado, por supuesto no era su máxima aspiración de carrera pero por ahora esto pagaba las cuentas de su casa.

—Te tardaste una eternidad —dijo Sarah detrás de su escritorio tan grosera como siempre, ella le estaba dando una mirada desdeñosa mientras se limaba las uñas con esmero. Gia se encogió de hombros y continuó caminando hacia la oficina del jefe, la verdad era que estaba deseando que terminara la semana de entrenamiento así Sarah podría irse y dejarla en paz. Sostuvo la bandeja con una mano rezando para que no se le cayera y tocó la puerta dos veces antes de abrir.

—Hola Sr Newman, aquí está el café que ordenó —el hombre de traje y cabello canoso le sonrió y le indicó que lo dejará en el escritorio.

—Señorita Pierce, quiero presentarle a la Señora Murphy, otra socia de la firma —la mujer era bastante hermosa y parecía a mitad de los treinta con el cabello corto hasta los hombros bastante liso, ojos azules como el hielo y una sonrisa casi malévola con la que seguro siempre ganaba sus casos. Le tendió una mano con perfecta manicura que Gia no dudo en tomar algo más temblorosa que ella.

—Es un placer conocerla al fin —dijo Georgiana —Ahora los dejaré solos para que continúen con su reunión —Georgiana salió de la oficina soltando un suspiro, esa mujer la intimidaba y mucho. El teléfono empezó a sonar cuando se acercó pero Sarah no movió un músculo mientras veía sus estúpidas revistas de bodas soñadas —¿Te importaría atender el teléfono?

—¿Qué harás tu cuando no me tengas? —era su respuesta estándar a todo así que Georgiana se limitó a rezar porque la semana acabara pronto y descolgó el teléfono.

—Oficina de Lawrence Newman ¿En qué puedo ayudarle?

—¿Georgiana Pierce? Le hablo desde el hospital central de Londres para informarle que Cheryl Pierce fue internada hace unos minutos, ella nos dio éste número de contacto —Georgiana se paralizó por un segundo, esperando haber imaginado esas palabras —¿Me escucha?

—S-si —ella hizo una aspiración brusca para asegurarse que aún respiraba y respondió con voz temblorosa —¿En dónde dijo que estaba?

—Hospital central de Londres, Emergencias —Georgiana casi se sintió desfallecer pero se recuperó lo suficiente para agradecerle a la mujer y colgar.

—Estás pálida —dijo Sarah, ella tuvo ganas de gritarle pero en su lugar la enfrentó importándole poco las lágrimas que corrían por su cara.

—Mi madre está en el hospital —por primera vez vio una emoción en la cara de Sarah que no fue solo desagrado, ella se veía incluso preocupada.

—Vete, yo te cubro —Georgiana no esperó para ver si sus palabras eran mentira, poco le importaba si la despedían así que tomó sus cosas y salió corriendo hacia la puerta principal. Trató de llamar a Travis varias veces pero no atendió y se dio cuenta que solo faltaba media hora para que Daniel saliera de la escuela.

—¿Georgiana? —ella se dio la vuelta y fruncio el ceño al ver a Zahid salir por la puerta por dónde ella acababa de salir ¿Por qué tenía que seguir encontrándolo en ese condenado lugar? Ella lo ignoró y continuó caminando hacia la calle en busca de un taxi pero todos parecían estar ocupados —¿Estás bien?

—Si —dijo ella sorbiendo su nariz, sacó la mano para llamar a otro taxi pero este siguió de largo haciendo que ella gruñera con rabia.

—Estás llorando —dijo él, ella se giró mirándolo mal —¿Necesitas que te lleve?

Junto a ti {REESCRIBIENDO}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora