Veinticinco: Fuerza

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Todo le dolía.

Desde el dedo gordo del pie hasta el cuero cabelludo. Y es que dormir en un sillón pequeño y duro no era exactamente cómodo pero el dolor de su corazón sangrante era peor que cualquier dolor físico. Georgiana abrió los ojos con lentitud y se incorporó en el sillón al ver a su madre despierta y leyendo una revista de las que había traído Gabrielle la noche anterior. Su amiga fue muy atenta al no mencionar a Travis o a Zahid después de que la sostuvo una vez más mientras lloraba, le tendió el pequeño bolso de mano con ropa extra y artículos personales que había buscado en su casa y se fue prometiendo que volvería al día siguiente con su hermano.

—Hola querida —inmediatamente giró la cabeza hacía su madre para descubrir que también tenía tortícolis.

—Auch, mi cuello —su madre inmediatamente trató de alcanzarla para ver qué estaba mal pero ella la detuvo con un gesto —Estaré bien, solo dormí mal.

—Ay querida, te ves horrible —ella frunció el ceño y se levantó para ir al baño privado de la habitación, comprobó que su madre tenía razón, estaba hecha un asco. Después de verse más presentable tuvo que llamar a la enfermera porque su madre quería ir al baño y aún tenía puesta una intravenosa.

—¿Cómo te sientes hoy? —preguntó una vez su madre estuvo de nuevo en la cama, ella miró hacia la puerta con aire ausente pero respondió de todas formas.

—Algo mareada pero estoy bien —un par de golpes se escucharon en la puerta y Georgiana se movió a abrir la puerta. Lo primero que ambas vieron fue una mata de rizos dorados pasando a toda velocidad por la puerta, Daniel trató de subirse a la cama pero estaba demasiado alta así que se giró y le tendió los brazos a su hermana para que lo ayudara, Georgiana puso las manos en sus caderas y luego empezó a usar el lenguaje de señas para hablar con él.

—¿No se te olvida algo? —su hermanito frunció el ceño y se acercó a ella para darle un beso en la mejilla, luego le tendió los brazos y señaló la cama, Gabrielle entró a la habitación en ese momento seguida de una pequeña chica de cabello oscuro y ojos azules que cargaba a un pequeño parecido a ella —¡Chicas! Gracias por cuidar a Daniel.

El pequeño Daniel fue depositado con cuidado en la cama y de inmediato fue llenado de besos por su madre, Jackie dejó a Theo en el suelo quién felizmente empezó a jugar con un dinosaurio de plástico que traía en la mano, luego abrazó fuertemente a Gia. Ella quiso llorar pero estaba en el campo de visión de su madre y se convenció a si misma que tenía que ser muy fuerte por lo que solo abrazó a su amiga y sonrió.

—¡Jackie! Cómo te extrañe —su amiga le sonrió ampliamente y luego volvió a abrazarla con emoción contenida. Era ese tipo de abrazos que dicen "Comparto tu dolor"

—Gia cariño, yo también te extrañe —ella se movió rápidamente a la cama para darle un beso a Cheryl y decirle que estaba ahí para lo que necesitaran.

—Gracias Jackie, eres un encanto como siempre... Y gracias por cuidar a mi Daniel —Jackie sonrió e hizo un gesto con la mano restándole importancia al asunto.

¡Mamá! ¡Mamá! —una vez más el pequeñin robó la atención de su madre e inmediatamente Gia le hizo señas a sus amigas para sentarse en el sillón al otro lado de la habitación. —¿Cómo van las cosas en el hotel? —preguntó y Jackie le dio una brillante sonrisa.

—¡Terminé la universidad en línea! —Georgiana la abrazó sonriendo un poco —Debo decir que fueron unos años duros pero al final obtuve mi título y ya estoy trabajando de contadora para unas personas, lo mejor es que mi oficina está en casa por lo que puedo estar más tiempo con Theo —el niño al oír su nombre ser mencionado por su madre se levantó y dio pasitos inestables hasta ella sonriendole.

Junto a ti {REESCRIBIENDO}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora