Doce: Última vez

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Había caído otra vez.

Ya ni siquiera pensaba en ello, solo pasaba.

Era viernes en la mañana y todo el equipo de limpieza del hotel Fazeli estaba enloqueciendo. Ese día había un importante evento en el salón de fiestas con más de 300 invitados de la más alta gama de Londres. Incluso varios condes y duques estaban invitados, lástima que el evento no fuera tan grande como para atraer a la reina.

Por otra parte, los pequeños sirvientes inútiles como ella sufrían la ira de la mujer anciana que hoy estaba en modo dragón rojo: —¡¿Tú crees que estos cubiertos están limpios, Georgiana?! ¡¿Lo crees?! Se supone que la plata re-lu-ce ¡Asi que será mejor que los vuelvas a pulir hasta que pueda ver mi reflejo en ellos o de lo contrario limpiaras los baños públicos el resto de tu vida!

—Dios mío, esa mujer está loca —dijo Jackie reflejando los pensamientos de Georgiana que solo pudo asentir pálida y temblorosa. Nadie jamás le había gritado así.

—¿Como está Theo? —preguntó Georgiana tratando de borrar el último par de minutos de su mente. Como cada vez que se le preguntaba por su hijo, los ojos azules de Jackie resplandecieron con cariño.

—Insoportable. Me va a sacar canas antes de los treinta —ella sonrió y luego ambas continuaron puliendo los cubiertos hasta que les dolieron los brazos —Pienso que deberías llevar a Daniel a casa para que juegue con Theo mientras tú y yo tenemos tiempo de mamás con margaritas, parece que lo necesitas.

—Lo necesito más de lo que piensas, ha sido una semana dura —murmuró ella tratando de encontrar una manera de evadir el tema —Aunque por otro lado mamá terminó con sus sesiones de quimioterapia y el doctor es optimista hasta ahora. Eso me tiene más tranquila.

—Eso es muy bueno —Georgiana no sabia por qué pero le gustaba compartir sus problemas familiares con Jackie, dado que ella siempre le ayudaba con preguntas sobre Daniel y le daba palabras de aliento para las situaciones con su madre.  Jackie también compartía sus problemas familiares con ella, como cuando necesitaba quejarse con alguien de que el padre de su hijo era un bastardo o cuando se preocupaba porque su hermano menor había sido arrestado de nuevo.

Pasadas un par de horas había cambiado de puesto y ya que la plata estaba pulida -ahora si estaba bien pulida- pasó al comité de limpieza de ventanas. Muy divertido. Pensó vagamente en que no había visto a Zahid en todo el día, lo cual era extraño porque se supone que éste era su evento para lo que sea y él debería estar supervisando todo. Aún se sentía adolorida de una buena manera pero ahora que no estaba ebria de lujuria ella pensaba que no todo podía ser solo sexo loco y divertido, ella sabia que si continuaba con esto eventualmente iba a querer más y también sabia que ese más jamás se le proporcionaría, por lo cual era mejor terminar con toda ésta locura hoy mismo.

Ella estaba perdiendo su juicio y lo demostró al escaparse en la primera oportunidad que tuvo y subir a la suite presidencial.

Georgiana Pierce, detente. No estás pensando con claridad. Si la anciana te encuentra por aquí esto sera una mala versión de Alicia en el país de las maravillas y se exigirá tu ejecución. Dios, no debo dejar que Danny vuelva a ver esa película.

Sus pensamientos seguían corriendo sin control en su cabeza pero su cuerpo tenia otra idea y antes de darse cuenta estaba abriendo la puerta de la suite presidencial. Todo el lujo y la opulencia del lugar la deslumbró como siempre, sobre todo los muebles victorianos y la araña de cristal colgada en el recibidor. Caminó alrededor rogando porque él no estuviera ahí pero maldijo un poco cuando lo vio en el balcón hablando por teléfono tranquilamente.

Suspiró porque sabia que Zahid Fazeli era un hombre atractivo. Era alto y delgado, no tenia un cuerpo realmente atlético pero ella misma sabia que se ejercitaba bien, su tono de piel era oscuro, de la clase que parecía que solo podías obtener estando todo en día bajo el sol. Aún no entendía por qué pero sus ojos era de un azul tan cristalino y puro que hacían que ella quisiera mirarlos para siempre, además de esas hermosas pestañas largas y la barba que siempre parecía tener controlada. Era hermoso. Y peor aún, era el hombre del que ella se pudo haber enamorado sin problemas, podía imaginarlo claramente.

Pero él ya tenía una persona que lo amaría por el resto de su vida.

Y ella no encajaba en esa ecuación.

Él se dio la vuelta y por fin se percató de su presencia, se congeló y le dio la seña para que esperara un minuto. Ella no se movió, solo esperó ahí mirando con fascinación como él hablaba rápidamente en otro idioma. Finalmente cortó la llamada y se acercó lentamente a ella.

—¿Estás bien? Pareces algo pálida —ella no pudo evitarlo, el vómito verbal solo salió.

—No puedo hacerlo más —Georgiana se abrazó a si misma para no desmayarse, estaba confrontándolo como nunca había confrontado nada en su vida —Simplemente no puedo. Tú futura esposa no se merece esto. Sé que dijiste que no la amabas de esa forma pero pienso que al menos debes respetar el compromiso que se tienen... ¿Alguna vez has intentado amarla, Zahid? ¿Como a una esposa?

—Supongo que no —él miró más allá de ella pensando en sus palabras —Supongo que nunca lo intenté como debía.

—¿Por qué no hacerlo ahora? Y si no la amas ¿Por qué no rompes el compromiso y ya?

—Es complicado —él hizo una mueca y se acercó al minibar sirviéndose una copa de Whisky que se bebió de un solo trago y sin hacer muecas —Donde vivimos... bueno, la gente tiende a ser muy tradicionalistas y si la rechazo, ella quedaría marcada. Nuestra religión no promueve el divorcio y nuestras familias le darían la espalda sin pensarlo dos veces. Fue por esa misma razón que nos comprometimos, yo trataba de protegerla de un matrimonio que ella no deseaba.

»Eramos jóvenes y nos conocíamos de toda nuestra vida, su padre la prometió a un hombre viejo, calvo y rico para que se convirtiera en su tercera esposa. Ella lo odiaba y no quería vivir una vida de infelicidad al lado de ese hombre, hice lo que tenia que hacer y le dije a su padre que yo quería casarme con ella. No es que no la amé pero siempre la vi como lo que es: mi mejor amiga. Supongo que lo aceptamos aún cuando yo sabia que ella tampoco me amaba pero estaba agradecida conmigo por salvarla de ese horrible hombre, pretendimos amarnos por el bien de nuestras familias.

»Es todo lo que un buen matrimonio debe ser pero no me había dado cuenta de lo entumecido que estaba aquí —tocó su pecho justo sobre su corazón —hasta que te conocí. Me gustas porque me hiciste sentir vivo de nuevo y lo siento por todos los problemas que te causé por mis caprichos, comprendo tus preocupaciones y estoy de acuerdo, esto debe terminar. Mañana volveré a mi hogar e intentaré pertenecer  a el.

—¿Puedo besarte una última vez? —preguntó con voz temblorosa, todavía trataba de procesar todo lo que él acababa de contarle. Zahid la miró y asintió acercándose a ella, sus manos ajustándose en su cintura y las de ella encajandose en su cuello como si fuera algo natural. La besó suave y dulcemente, paciente y con cuidado, como si pudiera lastimarla.

—¿Si te pido que te quedes una última vez... lo harías? —ella no pudo evitar asentir y perderse en los ojos del hermoso hombre que la sostenía y sabía qué tal vez después se arrepentiría pero a este punto ni le importaba.

Siempre supo que podría llegar a desarrollar sentimientos por el hombre con el que se acostaba pero nunca imaginó que dolería tanto dejarlo ir.

Junto a ti {REESCRIBIENDO}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora