Siete: Doctor

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Fue cuando se estaban retirando del parque que pasó lo impensable, Daniel se quedó dormido así que Travis se ofreció a cargarlo mientras Georgiana sostenía la mano de Sam. Sabía como se veía, parecían una familia pero eso no le importaba, no había nadie que la conociera por ahí.

Al menos hasta que se cruzó con Zahid Fazeli.

Estaban en la entrada del parque y al otro lado de la calle Zahid Fazeli salia de un local con su esposa y el hombre mayor que parecía su padre, su mirada se paseó por los alrededores antes de caer en ella, luego en el niño que sostenía su mano y el hombre cargando otro niño dormido. Mierda santa.

Sabia como se veía esto.

Probablemente él la veía como una perra hipócrita, ella misma lo veía así.

¿Por qué diablos de todas las personas en Londres tenia que toparse con él? ¡Era una ciudad enorme, por el amor a Dios.

Pero un suave tirón en su manga la hizo volver a la realidad, tomó a Sam y lo llevó al asiento trasero, luego se deslizó en el asiento del copiloto e ignoró la sensación de ser observada. Pero no le importó en absoluto, o eso es lo que ella quiso creer, porque ellos ya no tenían que saber nada el uno del otro porque no eran absolutamente nada.

Él es un hombre que engañó a su novia voluntariamente, yo no hice nada malo, se recordó con un suspiro tratando que esa mirada azul saliera de sus pensamientos.

—Gracias por traernos —dijo ella tratando duramente de que sus pensamientos no fueran al hombre en el parque paseando alegremente con su familia.

—¿Estás bien? —preguntó Travis apagando el auto, ella dio una mirada a la parte de atrás donde los dos niños dormían profundamente y negó con la cabeza rápidamente.

—No hay de qué preocuparse, solo estoy cansada —ella suspiró y bajó del auto, luego abrió la puerta trasera y cargó a Daniel.

—¿Segura que estás bien? Puedo ayudarte a llevar al pequeño arriba —ella sonrió y negó equilibrando a Dani en sus brazos.

—Solo abre la puerta para mi —Travis como todo una caballero le abrió la puerta del edificio e hizo una mueca cuando ella le dijo que siempre estaba abierta pero no dijo nada, con cuidado subió dos tramos de escaleras al ver que el ascensor de nuevo estaba dañado y luego su espalda chilló de agradecimiento cuando dejó a su hermano en la cama para que durmiera luego fue a comprobar a su madre que estaba acostada en su habitación leyendo un libro. —Hola, lamento haber tardado tanto, Dani se quedó dormido.

—Esta bien —su madre le dio una leve sonrisa y ella se movió para sentarse en el borde de la cama —de hecho, me alegra que pases más tiempo con él y estoy segura que a él también le encanta.

—Si... ¿Estás bien, mamá? —su madre hizo una mueca y asintió pero Georgiana sabía que estaba mintiendo, se veía más pálida que de costumbre y el cansancio se notaba en sus ojos ¿a donde quedo la mujer que hace unas horas tenia chocolate en la mejilla y reía mientras cocinaba? Su madre siempre fue una mujer hermosa y esbelta, demasiado alegre y optimista hasta que el cáncer acabo con ella y ahora no era más que un caparazón de lo que una vez fue.

El cáncer de mama es bastante común hoy día, normalmente ocurre porque las células del epitelio glandular se reproducen de forma incontrolada y rápidamente (como todo tipo de cáncer) formando pequeños bultos que reconocieron como malignos. No todos los bultos que aparecen en las mamas son síntoma de cáncer, de hecho nueve de cada diez bultos son benignos pero su madre no tuvo esa suerte. Se hizo primero una cirugía conservadora que básicamente retiraba el tumor y una pequeña cantidad de tejido sano alrededor solo para estar seguros pero poco después de eso aparecieron un par más y tuvieron que recurrir a la mastectomia y retirar todo el tejido mamario. Hasta ahora ella estaba regular, sin embargo aún recibía las quimioterapias para terminar de erradicar el cáncer que con suerte no volvería a mostrar su fea cara por ahí.

—Estoy bien cariño, solo algo cansada —ella cabeceó un poco y cerró el libro sobre su regazo, Georgiana se movió por instinto y le ayudó a entrar en las suaves sábanas color melocotón —Mañana tengo cita con el doctor ¿Vendrás conmigo?

—Por supuesto —le dio un beso en la frente a su madre y apagó las luces dejándola descansar en la oscuridad, luego fue a la cocina y se sentó en una de las sillas del comedor con un pastelillo de chocolate en la mano y perdida en su propia cabeza. Ella había olvidado las citas al doctor y aunque la mayoría de las veces trataba de que ella no estuviera sola, a veces las citas tocaban los días que ella trabajaba y si no contaba mal ya se había perdido tres. Sabia que uno de los efectos colaterales del cáncer era la depresión, sobre todo si no se tenia el apoyo de familiares y amigos y le dolía el alma al darse cuenta que casi nunca estaba ahí para su madre.

Estabas trabajando, buscando el dinero para costear las quimioterapias. Se dijo a si misma en un miserable intento por sentirse mejor.

Había visto a su madre atravesar tanta mierda toda su vida, desde su padre que fue su primer esposo, un hijo de puta miserable que solo había servido para dejarlas prácticamente en la calle mientras él se iba a disfrutar con otras mujeres, luego estaba el rechazo de la familia hacia ambas, luego llegó el segundo esposo que parecía ser buena persona hasta que se enteró de la deficiencia de su hijo recién nacido y desapareció en medio de la noche vaciando todas las cuentas bancarias en el proceso. Tuvieron un intermedio difícil en aquella época con Daniel recién nacido y ellas sin un solo euro en el bolsillo, Georgiana sabía trabajar pues lo había hecho desde que se había graduado de la secundaria para ayudar a su madre a pesar de sus quejas así que dejó la universidad y anduvo día tras día asistiendo a cada entrevista de trabajo que encontraba cuando finalmente dio con el hotel Fazeli que recién se había inaugurado.

Fue como una bendición del cielo.

Entonces vino la enfermedad hace solo un año y sintió como todo se derrumbaba a su alrededor, en cada visita al doctor tenia un profundo pánico de que le dijeran que el cáncer se había extendido y que ella no lo lograría. Georgiana se moriría si eso llegase a pasar.

Su mente comenzó a viajar hacia lugares oscuros y decidió que era hora de dormir y dejar de pensar tanto las cosas.

•••

—¿Podriamos hablar un momento, Georgiana? —ella se giró y vio al doctor Rogers, el oncólogo de su madre, ella asintió separándose un poco de su madre que estaba sentada tranquilamente recibiendo la quimioterapia, a unos metros Dani dibujaba tranquilamente, a su madre no le gustaba traer a Dani al hospital pero Gia sabia que el pequeño rubio le daba más felicidad a su madre de lo que ella quería admitir.

—¿Qué pasa, Doctor? —ella comenzó a retorcerse ante la mirada vacía del doctor. Era un hombre joven, probablemente entre los cuarenta y se le veía bien conservado con su cabello negro bien peinado, lentes cuadrados y complexión normalmente delgada y siempre embutido en una bata blanca.

—Tenemos que hacer un par de pruebas, no es que haya algo mal pero siempre es bueno hacer chequeos de vez en cuando por si acaso —ella asintió mordiendo su labio inferior con fuerza.

—De acuerdo, le diré. Gracias doctor —él le dio una sonrisa breve y se fue por el pasillo revisando informes distraídamente, Georgiana trató de traquilizarse convenciéndose a si misma que los exámenes solo serán de rutina y no porque haya algo mal con su madre y el doctor no quiera decirle nada. Se sentó junto a su madre que leía una revista de cocina y de inmediato le dio una de las dulces sonrisas que la transportaban a cuando ella era niña —¿Como te sientes?

—En realidad, muy bien.

Y sinceramente ella esperaba que siguiera así por mucho tiempo.

Junto a ti {REESCRIBIENDO}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora