Trece: Vivir con las consecuencias.

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Besarla siempre era un deleite.

Los pensamientos de Zahid estaban revueltos, la confesión que se había estado guardando sobre Amira y su matrimonio al fin había salido a borbotones de él. Ni siquiera estaba consciente si era una buena idea ir por una última vez con Georgiana pero a penas sus labios se tocaron todos sus pensamientos fueron lanzados por la ventana y no pudo evitar derretirse ante el contacto.

Mientras, Georgiana respiraba superficialmente cuando sintió los labios de Zahid dejando besos desde su mandíbula hasta su cuello. Sabía que este sexo era solo una necesidad fisiológica pero por un momento se permitió pensar que esto era algo más, que significaba todo para ellos. Las manos de Zahid viajaron libremente por su cuerpo, apretando su cadera al mismo tiempo que mordía suavemente la piel sensible en su cuello haciéndola gemir en deleite.

Las manos de Zahid fueron hasta su trasero y le dio un leve apretón frotándose a si mismo contra ella, luego sus manos viajaron a sus muslos y jaló una de sus piernas indicándole qué hacer. Georgiana entendió de inmediato y en un movimiento dio un pequeño salto y encajó sus piernas alrededor de la cintura de él. Él la beso con fuerza guiándola hasta la cama y dejándola suavemente en medio de las esponjosas almohadas. Un botón fue desprendido y luego otro y otro hasta que con un rápido y brusco movimiento ella estaba fuera de su uniforme en su ropa interior. Zahid la miraba como si fuera un trozo de carne y él no ha comido en una semana.

Ella lo besó de nuevo dejando que sus lenguas se exploraran entre si y comenzó a quitarle la camisa hasta que su increíble y bronceado pecho estuvo a la vista. Ella le mordió el labio inferior y él gimió chocando sus caderas juntas con necesidad. Ella no pudo evitarlo y tuvo que gemir y encajar sus uñas en la espalda de él tratando de conseguir más fricción entre sus pelvis, Zahid se alejó y se arrodilló en la cama desabrochándose el cinturón, los ojos de Georgiana vagaron viciosamente por sus pectorales y su abdomen levemente torneado hasta el camino de vello oscuro que comenzaba debajo de su ombligo.

Ella no entendía por qué pero verlo desabrochar sus pantalones era la imagen más erótica que había visto en su vida. Algo dentro de ella se encendió como un árbol de navidad y no pudo evitar estirar su mano y acariciar su dureza a través del material de su ropa interior, él gimió apreciando su tacto y ella se sintió extrañamente bien con eso. Lo besó mientras seguía acunandolo en su mano pero se detuvo al oír unos golpes en la puerta de la suite.

—¿Q-qué fue eso? —preguntó ella tratando de calmar su respiración, él abrió sus hermosos ojos azules y la miró con desconcierto. Tal vez ella solo lo había imaginado.

—¿Qué? —justo cuando ella iba a decir que no era nada los suaves sonidos viajaron a través de la habitación dejándolos a ambos paralizados.

—¿Señor Fazeli? ¿Está aquí?

¡La señora Baker! La vieja gruñona estaba en la entrada de la suite y ninguno de los dos se movía. Georgiana se obligó a reaccionar y moverse lo más rápido que podía para salir de la cama y tratar de ponerse su uniforme, Zahid la imitó luchando con el cierre de su pantalón.

Y entonces ella entró haciendo que los tres se paralizaran.

El vestido de Georgiana aún estaba a medio camino entre sus caderas dejando su sujetador a la vista, Zahid seguía sin camisa y con el cabello revuelto y la señora Baker acababa de perder todo el color de su cara normalmente pálida. Nadie se movió o hizo un sonido durante lo que parecieron años pero probablemente solo fueron unos segundos. Finalmente Zahid se las arregló para alcanzar su camisa y ponérsela como si no hubieran otras dos mujeres en la habitación a punto de desmayarse.

—Señora Baker no la esperaba... Me gustaría que lo que acaba de ver quedé en extrema confidencialidad ¿entiende? —sus palabras eran bajas, frías y amenazadoras, su cara desprovista de cualquier emoción totalmente opuesto al hombre que la estuvo besando hace solo unos minutos. Georgiana salió de su estupor y terminó de encajar el vestido en su lugar, luego simplemente salió de la habitación corriendo.

La vergüenza y la humillación eran demasiado grandes para caber en su cuerpo así que se metió en el primer baño que encontró y se encerró mientras las lágrimas corrían por sus mejillas. Todo era un desastre, todo estaba arruinado. Zahid podía pedirle a la señora Baker que no dijera nada, podía amenazarla pero la información siempre se filtraba y para el final del día todo el mundo estaría mirándola, señalándola, hablando, criticando. Ella tenia que renunciar, no había otra forma, los cuatro años que estuvo en el hotel Fazeli se fueron por la borda por un poco de lujuria. Ella era demasiado patética ¿En qué estuvo pensando? ¿Por qué no se detuvo antes? ¿Qué pasaría ahora con su familia? No tenían dinero y este trabajo era el que pagaba la mayoría de sus deudas.

Secó sus lágrimas decidiendo que era suficiente, ella no se iba a derrumbar por esto, después de todo ella era una adulta y había hecho sus elecciones, ahora tendría que vivir con las consecuencias. Caminó hasta la oficina de recursos humanos como un robot y solicitó la renuncia, en una hora más tarde estaba saliendo del hotel Fazeli con todas sus cosas. Su madre se alegró al verla tan temprano en casa pero su sonrisa murió cuando vio su cara, ella se movió rápidamente por la cocina indicándole que se sentara mientras le preparaba un té.

—¿Qué pasó? —preguntó su madre, bendita fuera con esos ojos oscuros tan llenos de amor y compasión. Georgiana no pudo contener las lágrimas ante la mirada de su madre así que solo miró la taza humeante frente a ella para no caerse en pedazos.

—Metí la pata hasta el fondo... Renuncie.

—Georgiana, querida. No lo preguntare otra vez —ella lloró en silencio y supo que así solo alertaba más a su madre.

—Si te digo lo que pasó me odiarás, lo sé —su madre alcanzó su mano a través de la mesa y le dio un suave apretón para que la mirara, parecía molesta.

—Georgiana, eres una de las dos cosas más hermosas en mi vida y jamás, escucha bien, jamás podría odiarte. Podrás meter la pata miles de veces y yo podré enojarme pero siempre voy a amarte del mismo modo ¿me entiendes? Siempre voy a estar ahí para ti, para ayudarte a levantarte y estar orgullosa de ti cuando logres superarlo ¿bien?

Las lágrimas caían incontrolablemente, no sabia que necesitaba de calor maternal hasta que su madre la abrazó y entonces ella sintió sus palabras en el fondo de su alma. No sabia cual era el secreto de las madres que con solo un abrazo lograban levantarte del suelo y hacerte sentir seguro y querido —Te amo mamá y lo siento.

—También te amo querida. Siempre lo haré.

Junto a ti {REESCRIBIENDO}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora