Ocho: Justificando

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El resto de la semana pasó lentamente para Georgiana, se pasaba los días durmiendo hasta tarde, luego iba por Daniel a la escuela y cocinaba la cena dejando que su madre descansara, luego se iba a trabajar al restaurante y así sucesivamente. Rutina y más rutina. Algunas veces quedaban con Travis y Sam quiénes siempre estaban dispuestos a un viaje a McDonals o al parque acuático.

Zahid Fazeli quedó en el fondo de su mente y ella prefería que siguiera así pero era difícil cuando el lugar donde trabajaba llevaba su apellido y en todo el sentido de la palabra le pertenecía a él. El imponente e importante jefazo. Un idiota integral también pero eso no venia al caso.

—¡Gia! —ella se dio la vuelta para encontrarse a su amiga Gabrielle que como era usual llegaba tarde. Gabi abrió el casillero junto a Gia y empezó a quitarse los abrigos y ponerse sus zapatos ortopédicos, Georgiana se sentó en un banco cercano para ver a su amiga maldiciendo por lo bajo y pensando que si no le hubiesen dado esas vacaciones ella estaría en el mismo estado. Gabrielle se acercó a toda velocidad y le dio una palmada en la frente, muy fuerte.

—¡Auch! ¿Qué demonios? —se quejó frotando su frente y dándole una mirada resentida a su amiga.

—Eso es por tener una semana libre por desmayarte frente al jefazo —Gia le fruncio el ceño y la siguió hasta la salida de los vestidores donde la jefa hacia el discurso habitual. Georgiana y Gabrielle habían decidido no decir a más nadie sobre Zahid, ese era un secreto que moriría con ellas y hasta ahora todos sabían que le habían dado la semana libre por desmayarse frente al jefe, solo eso. Nadie jamás debía enterarse de su relación con el jefe o todo su trabajo se acabaría.

—Georgiana —ella se giró mientras las demás se dispersaban a sus puestos de trabajo, la señora Baker la miraba con su usual desdén y su cabello normalmente rojo hoy parecía más del color de las berenjenas —El señor Fazeli me dijo que tan pronto como te reincorporaras volvieras a tu puesto en la suite presidencial.

—¿Qué? Pero...

—Sin peros —ella se encogió de hombros como diciendo "lo siento, él es el jefe" y luego se fue por el pasillo dispuesta a arruinarle el día a otra persona. Gabrielle no estaba en ninguna parte y sin duda necesitaba comunicarle esto a alguien ¿y ahora qué hago? Se preguntó vagamente pero en realidad no podía hacer nada más que su trabajo.

Con paso tembloroso subió a los ascensores de servicio y se encaminó hasta la suite presidencial pensando que él tal vez no estaba ahí porque ya había pasado una semana ¿no? Tocó la puerta dos veces y se anunció pero nadie contestó así que se deslizo dentro con su propia llave y miró a su alrededor. La suite estaba vacia hasta donde podía ver pero la cama estaba deshecha y en el armario había ropa colgada ¡Santo infierno, él sigue aquí! Muy bien, mientras él no la viera en persona eso estaría bien, solo tenia que hacer la limpieza y correr fuera de ahí sin ser vista, nada fuera de lo usual. Ella hizo la cama y recogió la ropa del suelo poniéndola en una bolsa de lavandería, luego fue al baño y se paralizó en la puerta.

Zahid Fazeli estaba frente al espejo usando nada más que pantalones de vestir, el elástico de sus boxers se asomaba levemente entre sus caderas, su cara estaba llena de crema de afeitar y sus músculos esculpidos se tensaron inmediatamente cuándo la notó parada en la puerta. Él no dijo nada y ella no dijo nada, solo se miraron a través del espejo del baño, los ojos azules nunca dejando los suyos y haciendo que ella se sonrojara de pies a cabeza.

—Lo siento... Yo... Pensé que no había nadie —ella soltó una débil respiración y se dispuso a salir del baño pero él la detuvo.

—Está bien, de todas formas ya terminé —él dio una última pasada con su maquina de afeitar y luego se limpió la cara con la toalla que colgaba en su hombro. A Georgiana nunca le había parecido más sexy un hombre afeitándose así que bajo la vista tratando de ordenar sus pensamientos, él dejo caer la toalla al suelo y luego pasó tan cerca de ella que pudo oler su loción para después de afeitar.

Dios, huele taaaaaan bien, lloriqueo en sus propios pensamientos.

Georgiana se acercó a recoger la toalla cuando escuchó otra vez la voz de Zahid detrás de ella —La verdad es que no te entiendo.

—¿Disculpa? —ella se dio la vuelta y lo vio parado contra el marco de la puerta con los brazos cruzados sobre el pecho ¿por qué no se ponía una camisa? ¿era una nueva táctica de tortura?

—Vienes aquí y me acusas de ser un ser humano despreciable por engañar a mi esposa cuando tú hacías justo lo mismo Georgiana, no trates de negarlo porque te vi y sé que me viste. Tienes una familia muy bonita por cierto —Oh demonios no, él no acaba de decir eso con ese tono.

—No trates de hacerte el listo conmigo, ellos no son mi familia...

—¡Por favor! —él rodó los ojos y caminó hacia la habitación, ella lo siguió echando humo por las orejas —Entiendo que te sientas avergonzada pero ¿de verdad caes tan bajo para mentir sobre ellos? Al menos yo acepto mi parte de la culpa.

—¿De qué estás hablando? ¡Ellos no son mi familia! Él es solo un compañero de trabajo y su hijo, el más pequeño es mi hermano ¡solo eso! Ni siquiera sé por que me estoy justificando ante ti —él le dio una dura mirada, sus ojos azules chispeando con molestia y aún no llevaba camisa.

—Pensé que al menos me debías una explicación después de insultarme como nadie se había atrevido jamás —él caminó hasta su armario y saco una camisa blanca de botones y se la puso ¡Al fin, algo de concentración!

—A todo esto ¿donde está tú esposa? —ella pensó que no le contestaría pero sorprendentemente lo hizo.

—En casa. Yo aún tengo trabajo aquí —él la miró y algo en sus ojos pareció ablandarse —¿Podrías ayudarme con las mangas? —Ella inmediatamente se acercó para ayudarlo, odiaba ser una persona servicial y aunque no quisiera ese básicamente era su trabajo: servir. Una mezcla de menta y hombre inundó su nariz, de hecho le gustó —Cambiaste tú cabello.

—Solo fui a la peluquería, algo que no hacia hace años. Gracias por esta semana, la necesitaba —él se encogió de hombros y le dio una breve sonrisa, luego con su mano libre acarició un mechón de su cabello ahora liso. Ella no se movió.

—Me gustaba más como estaba antes —¿Oh? Ella solo lo había hecho porque así seria más fácil de manejar por unos días, definitivamente no esperaba que él le dijera algo así. Tal vez ahora que estaban tan cerca ella podría hacer la pregunta del millón que se había estado guardando por un tiempo.

—¿Por qué lo hiciste? —él la miró por un segundo y vio como su cara cambiaba y su expresión era reemplazada por una tristeza absoluta, suspiró y se sentó en la cama, ella lo imitó y lo miró expectante.

—No la amo. Al menos no como se debe amar a una esposa —ella se quedó callada porque no sabia como responder a eso sin sonar entrometida u ofensiva.

—¿Por qué te casaste con ella entonces? Parece agradable.

—No estamos casados. No aún -& menos —Gia abrió los ojos con asombro y Zahid le dio una sonrisa triste —nunca fue nuestra decisión —él levanta la mirada e inmediatamente ella comprende que arreglaron su matrimonio, un matrimonio que él no deseaba y probablemente ella tampoco, eso debía quitarle un poco de peso de encima pero no lo hizo. Zahid la estaba mirando en silencio y ella también lo estaba mirando, esos ojos azules que parecían ver dentro de su alma estaban mirando sus labios y ella no sabia si quería pararlo o no.

Junto a ti {REESCRIBIENDO}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora