Diecinueve: Cita

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Soy una grandísima idiota.

Es lo que se repetía Georgiana todo el día, mientras iba y venia con nuevos mandados que le encargaba Sarah y trataba de familiarizarse lo mejor que podía con los empleados y los demás jefes pero su mente aun corría detrás de Zahid Fazeli y su extraña aparición.

El resto del día fue un borrón para ella, nada más que un montón de ir y venir alrededor de la oficina de su nuevo jefe llevando papeles para que firmara, sacando copias y aprendiendo a usar el teléfono. Para el final del día estaba bastante cansada así que a las seis se despidió del señor Newman quién parecía satisfecho con su trabajo y se despidió de Sarah quién solo asintió hacia ella y continuó pintando sus labios de un intenso rojo como su cabello.

Le tomó unos buenos cuarenta minutos llegar a su casa por el horrible tráfico que se formaba al final del día cuando todos los empleados normalmente iban de regreso a casa y los turistas salían a aventurarse al emocionante Londres por la noche. A penas abrió la puerta de su casa, el olor a té y galletas bailó en sus fosas nasales y todo el cansancio del día desaparecieron.

—¡Bebé! ¿Cómo te fue? —Georgiana sonrió y se adelantó a abrazar a su madre que la envolvió en sus delgados y frágiles brazos.

—Fue bastante agotador pero estuvo bien —su pequeño monstruo personal de cabello rubio corrió desde el pasillo usando solo su ropa interior de spiderman y la toalla de baño como una capa, ambas no pudieron evitar reír. —Alguien está listo para su baño.

—Te dije que esperaras en el baño, Dani bebé —el pequeño torció el gesto y gesticulo con sus manitas.

—Soy un súper héroe, no Dani bebé —su madre soltó una carcajada y negó con la cabeza.

—De acuerdo, Súper-Dani ¡Vamos a bañarte! —Daniel trató de huir en vano del inminente baño y mientras tanto Georgiana notó que se le estaba haciendo tarde para una cita a la que ya no tenía tantas ganas de asistir, porque ¿honestamente? Solo quería acurrucarse en la cama, hacerse una bola entre sus sábanas y rememorar una y otra vez los brillantes ojos azules de Zahid.

Basta de eso, pensó mientras corría a su habitación para cambiarse, lo importante ahora es Travis, es un amigo muy dulce que se tomó la molestia de invitarme a celebrar por mi nuevo trabajo.

Siguió repitiéndose eso mientras se vestía con un vestido floral y un par de sandalias bajas porque ya no soportaba los tacones, escuchó el timbre y corrió a abrir la puerta. Travis le sonreía ampliamente sosteniendo una sola rosa roja. Jamás le habían dado rosas y su corazón dio un vuelco.

—Oh dios, llegaste antes y aún no estoy lista —se quejó aceptando la rosa con una sonrisa, Travis se acercó y besó su mejilla pero no se apartó después.

—¿De qué hablas? Estás preciosa —una vez más sus mejillas la traicionaron y se puso como un tomate, se alejó cuando escuchó las quejas de su madre que perseguía a un mojado y desnudo Daniel que al ver a Travis corrió y se lanzó sobre él —Vaya, alguien se está divirtiendo de lo lindo ¿Qué tal, hombrecito?

—¡Daniel, ven aquí! —su madre apareció con una toalla colgando de su hombro y al ver a Daniel desnudo en los brazos de Travis casi se le cae la cara de vergüenza —Oh, lo siento Travis pero éste pequeño monstruo está dando muchos problemas hoy.

—No se preocupe señora Pierce, Sam es igual de travieso a veces —le revolvió el cabello mojado a Dani y se lo entregó a su madre quién lo envolvió como un burrito y se lo llevó, Georgiana aún riendo por lo que acababa de pasar se fue corriendo hacia el baño.

—¡Dame cinco minutos, Trav! —una vez que se pudieron zafar de las preguntas curiosas de su madre, ambos se subieron a la camioneta de Travis y comenzaron a platicar de su día en el trabajo —Creo que la mujer que me está entrenando me odia.

Junto a ti {REESCRIBIENDO}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora