Amor gélido

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Dar más de lo que se puede, no es sano.

Quizá si alguien me lo hubiera dicho antes, nunca habría tardado dos años en darme cuenta de ello. El dolor, de tener que soportar la soledad incluso teniendo "compañía". Pero decir "compañía" es decir mucho; significa estar ahí, ser constante. Algo que nunca logró ser. Ya era ordinario levantarse y verlo partir, con maletas en mano y una sonrisa en el rostro, queriendo evitar que yo descubriera, que él no quería irse, y yo no quería que se fuera. Pero fue mucho pensar, y muy poco decir.

Intenté varias veces estar a su lado, pero no era posible. Los horarios se aprietan tanto, que parece que tu trabajo soñado, te muestra su otra cara. Como se suele decir, la otra parte de la moneda. Pero así pasaron dos años a lo tonto, con aniversarios sin celebrar, con noches cortas, para mucho que dar. Los mimos, besos, abrazos, poco a poco se volvieron un simple recuerdo, de lo que alguna vez fue, un amor cálido, un amor tierno.

"Abrázame más fuerte". Recuerdo ese tipo de palabras saliendo de tu boca, un fantasma que no para de rondar por mi cabeza, por mi mente, no me asusta, solamente me entristece. Pues a pesar de haber tratado por todos los medios, como un par de dementes, el no perderse el uno del otro, "amar" se volvió ahora, mucho decir.

Porque te extraño, porque me extrañas, porque el tacto de piel a piel se ha desboronando en nosotros, y nos hace trizas, nos hace polvo. Cada partida, cada momento en el que tu risa se ha vuelto en contra mía. Me aniquila. Porque tu rostro sonrojado ya no lo he visto, hace ya un año, porque tus palabras tiernas se han ido volando, en el aire de mi respirar, pues nos hemos vuelto aparte. Tú mundo y mi mundo, se han terminado por separar.

Fue una simple pelea la que bastó, para hacer estallarlo todo. Pues dar más de lo que se puede, no es sano. Se volvió poco a poco enfermo. Como una luz nítida en un cofre, sabes lo que hay dentro, tú mismo lo has cerrado, has empacado todo ahí, pero la luz que brilla te hace sentir calmado, como si la ansiedad desapareciera al ver un poco de brillo entrar en aquél abismo; que se ha resumido en un baúl. Y decir baúl, es muy poco decir.

Recuerdo esa tarde como si hubiera sido ayer, te esperaba, dijiste que llegarías para mi cumpleaños, pero no lo hiciste, el avión que tenías que tomar se atrasó, y no fue hasta las ocho de la noche que pudiste abordar, por gracia o desgracia, yo no había hecho otros planes que no fuera pasarlo contigo.

Miraba el reloj, las manecillas pasaban alrededor de aquél circulo, paseándose como si les encantará decirme, que ya no habías llegado para mi cumpleaños. Miré la hora, observé mi reflejo en aquél cristal que estaba frente a mí.

-¿Se te hizo tarde, no?

Fue lo único que dije, antes de ponerme de pie, y caminar directo a mi habitación. ¿Por qué no le llamaba al móvil? Porque no contestaba. ¿Falta de batería? ¿Falta de interés? ¿O mucha vergüenza que soportar? Sea lo que sea, no cogió ninguna de mis llamadas.

Entré en mi cama con toda la ropa puesta, me tumbé en ella, observando como el tiempo pasaba en frente de mis ojos, que poco a poco, se comenzaban a cerrar. Y no fue hasta al amanecer en el que pude oír tu voz, te vi al lado mío, te habías acostado al llegar a casa, conmigo. ¿Descaro? ¿O estabas buscando calor? ¿Mi calor? ¿O... qué era lo que querías exactamente? ¿Pedir perdón?

-Perdóname - Sí, ya era rutinario esto también.

-No te preocupes - Dije aun con los ojos cerrados, suspiré, y como si fuera su aire toxico para mí, me di la vuelta. Me abrazó por detrás, y cuando lo hizo no pude soportarlo, necesitábamos hablar. No lo aparté fríamente, solamente me di la vuelta, y al verlo tan cerca... me percaté de que mis ganas por besarlo se habían hundido ya, era coraje y enojo lo que sentía ahora mismo.

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