Intentando ser algo

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Las noches aquí son frías.

-¿A dónde vas, Samuel?

Las noches aquí tienen que ser frías.

-A casa de Frank

Porque si no lo fueran, no tendría sentido abrazarte, ni besarte. Verte y estrecharte entre mis brazos. No tendría sentido acostarme contigo y dormir a tu lado. Porque eso, es lo que la hace cálida. Cualquier noche a tu lado, es cálida.

Salí de mi casa, cerrando la puerta en silencio, y en cuanto miré al cielo, noté como se ponía oscuro, se volvió cada vez, más estrellado. Pues las horas pasaban, como si fuera más rápido de lo normal, como si el tiempo no tuviera ningún sentido por el cual detenerse. Por eso tengo que correr y llegar hacia dónde estás tú.

Caminando rápido, llegué hacía la esquina de mi calle. Me recosté en la pared, aguardando un taxi con el que poder irte a verte, pues la distancia que hay entre los dos es tanta, que vivimos de límite a límite.

Pero desde hace tiempo la distancia tiene un nuevo concepto para mí, ya no es suficientemente amplia o lejana para poder llorar, o para poder sufrir; el extrañar, tiene un significado completamente distinto ahora. Y quizá eso está bien, el volverse un poco más de roca, al haber sido abandonado, durante quizá dos años. Y un poco más...

Observé de repente dos luces blancas, aproximándose hacía dónde estaba yo. Alce mi mano, haciendo parada a aquél hombre, que con un rostro de cansancio y mala leche, paró al lado de la acera. Me aproximé a él rápidamente, digo, si su trabajo no le gusta, lo mínimo es ser educado. Abordé y le proporcioné la dirección de la casa de Frank.

No estábamos en invierno, y el frío que hacía era tal, que me helaba las manos, y rompía mis labios. El sabor de sangre que salía de ellos, me disgustaba tanto, que se volvía una de las razones por las que no me gusta el invierno, la nieve y el frío, se han vuelto insoportables para mí. Sobretodo, porque al pensar en la época donde llegué a Madrid hace un tiempo; recuerdo perfectamente cada granizo que cayó encima del vidrio, del automóvil de mi padre, lo recuerdo todo tan perfectamente, como si en ese momento, al verlo a los ojos, y notar la tremenda decepción que portaba en la cara, detuviera el tiempo, y cada pisada mía, fuera marcada por algún contador en mi mente.

Recuerdo todo tan claramente, como si fuera una película, mi película favorita; aquella que he visto tantas veces, que sé los diálogos, sé lo que sienten los personajes, sé lo que va a pasar. Por desgracia, yo quisiera que fuera un simple documental aburrido, y poder olvidarlo, en un momento, como aquella basura de contenido, que no merece estar en mi mente.

Pero él no es una basura, y todo lo que viví, no se merece no estar en mi mente. Porque es así de simple.

Sin querer pensar más en cosas sin relevancia, o que no deberían tener importancia, no a estas alturas... comencé a pensar en mí ahora, en el presente que vivo, como una persona feliz, aguardando cosas nuevas, planeando algunas otras. En donde solamente estoy yo como el plan principal, pues el pensar cosas con otras personas, meter gente en tus planes, puede ser lo más dañino y tóxico que pueda existir, porque sin temor a equivocarme, los recuerdos son las verdaderas armas de la gente que se ha ido dejándote medio herido. 

Es eso.

¿Pensar en Frank como un posible partido a futuro? No puedo. Quizá como alguien a quién pueda tener por una buena temporada, es decir, lo quiero muchísimo como para tener seis meses juntos, pero el querer imaginar algo más que una relación de unos cuantos meses más, no lo veo creíble. ¿Falta de interés? No, quizá solamente es exceso de realidad, aquella que te otorgan las decepciones, las lágrimas, y sobretodo, el dolor. Porque todos los que han sufrido, merecen pensar distinto.

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