Capítulo 37: Espero que solo sea un déjà vu

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A la mañana siguiente me desperté ya con el cabello seco y la calidez de unos fuertes brazos enredándome por la cintura

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A la mañana siguiente me desperté ya con el cabello seco y la calidez de unos fuertes brazos enredándome por la cintura.

«Espera, ¿qué?, ¡¿QUÉ?!»

¡¿Fuertes brazos?!

Abrí los ojos como platos y me fijé que en efecto, mi cintura estaba siendo rodeada por un par de brazos fuertes, los brazotes de Alex, no solo eso, la otra mitad de mi cuerpo la enredaba su larga pierna (no la tercera) que tenía encima de mi cadera, y sus ronquidos y respiración pesada me pegaban directo en el oído provocándome escalofríos.

Intenté salir de ahí, más solo logré que Alex sintiera esto y me apretara más contra su cuerpo, causando en mí un sobresalto al sentir su Alexconda pegar contra la parte que menos debía acercarse tanto de mi cuerpo.

Entonces pegué un grito y me zafé de sus brazos bruscamente.

Fue un grito chillante, «¡AHH!», seguido de otro proveniente de Alex, lo había despertando y al mismo tiempo hecho pegar un susto de muerte. Yo me caí de la cama poniéndome un golpazo en la espalda.

—¿Qué te pasa Kyle? —reclamó enojado—, te dejó dormir en mi casa ¿y lo que recibo es a ti despertandome gritando directo en mi oído?

—¿Qué me pasa a mí?, ¡pues me desperté contigo abrazándome como una gata en celo y clavándome la espalda!

—Ni te emociones —me dijo él riéndose—, así duermo yo. Si no amanezco pegado de la chica con la que estuve, es con mi almohada.

—¡Pero yo no soy una chica!

Me miró de arriba a abajo, analizando cada detalle en mí.

—Pues casi.

Apreté los dientes rabioso y le lancé una de las almohadas que yacía en el suelo directo al rostro.

Yo siempre despertaba de mal humor por el simple hecho de tener que despertarme, pero hacerlo con Alex molestándome desde el primer segundo de mi día era una cosa distinta.

—Amaneciste de malas Kyle —continuó riéndose burlón—, me ofendes, es la primera vez que alguien se despierta de mal humor conmigo. Pero bueno, parece que al menos una parte de ti amaneció contenta... —me señaló dirigiendo su dedo acusador a mi parte baja.

Con la ropa suelta que me había prestado se volvía más notorio. Esta era la maldición de ser hombre, una vergonzosa respuesta involuntaria que se tenía todas las mañanas. Obviamente me sentí abochornado y alcancé una de las almohadas de encima de la cama para cubrirme.

—¡Es normal que pase en las mañanas! ¡A ti también te pasó!

—A mi no porque soy un drogadicto, más que nada porque soy un drogadicto que sigue en periodo de detox y eso baja mucho mi libido, o sea que estoy en un periodo de cero erecciones.

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