Capítulo 40.

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Daniel.

Una respiración agobiada inunda la habitación, y achino los ojos mientras pongo mis manos sobre mi frente.

No habéis visto nunca a una chica tras un cristal gritando y llorando mientras por una megafonía dicen:

Elena no existe, Elena no existe,...

Así continuamente.

Ya me lo han explicado como iba este procedimiento.

La encierran en una habitación e intentan que asimile que no existe la procedencia de esa persona.

Por lo tanto el producto de su imaginación se revuelve contra ella.

Ah, por cierto, os cuento.

Llegamos de París, al aeropuerto, y había ya un equipo, especializado, esperándonos.

Y esta es la rutina, una hora al día tras un espejo viendo a mi novia llorando en el suelo de una habitación casi sin luz y apretando sus oídos.

No os hablé del transtorno, ya que creo que pocos conocéis o simplemente solo habéis oído hablar de él.

La esquizofrenia es un trastorno mental que dificulta diferenciar lo que es real de lo que no.

También dificulta pensar con claridad, tener respuestas emocionales normales y actuar de manera normal en situaciones sociales.

La fase de Karina son las alucinaciones.

Y ningún experto sabe de la procedencia de este transtorno, por lo tanto no saben otro tratamiento que este que le realizan.

¿La parte buena de esto?

La verdad, hay pocas, pero hay.

Lo primero, ¿quién me diría que Karina no me hubiera mandado a la mierda cuando le dije lo de volver?

Lo segundo, mi hermana, ha vuelto, y no sé de que manera alegrarme más.

-Daniel, quedan ya pocos minutos, ahora saldrá.-dice el médico con la mirada fija todavía en mi novia.

También tengo que decir que el equipo que trata a Karina es variado, pero hay más varones, y especialmente hay uno bastante jovencito que si no fuera porque la quiere ayudar...

Celoso.-replica mi conciencia.

Protejo lo mio.

-Ya puedes pasar.-murmura mi hermana y acto seguido me levanto rápidamente.

Ando hasta la puerta metálica que me lleva con ella, cierro los ojos y respiro hondo antes de abrir la pesada puerta.

Paso, cierro detrás de mi y me aproximo a ella.

La voz robótica que repite esa frase ya casi ni se escucha.

La miro, me mira, me arrodillo al lado de ella, que está tumbada en el suelo, y luego me acuesto a su lado.

-Ven aquí, anda.-susurro abrazándola por la cintura y ella apoya su cabeza con el pulso acelerado, muy acelerado.

-Gracias.-dice temblorosa cogiendo mi camiseta y apretandola entre sus dedos.

Siempre me dice lo mismo al terminar cada tratamiento.

Nunca respondo.

¿Gracias de qué?

Las gracias se las tendría que dar yo a ella, por favor.

A Que No Me Dejas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora